San Lucas en el Evangelio de, ayer expresó: “en aquellos días María se puso en camino y fue aprisa a la montaña”, acababa de enterarse por el Arcángel San Gabriel de dos noticias increíbles, la primera de ellas que estaba encinta del Hijo de Dios, la segunda que su prima Isabel ya de avanzada edad también esperaba un hijo y estaba ya de seis meses la que llamaban estéril.
En este contexto a María no se le ocurre otra cosa que marchar corriendo a la montaña a cuidar, ayudar y socorrer a su anciana prima, Ella misma está embarazada y debería ocuparse de sí misma y de la llegada de su bebé pero por el contrario no pierde dos minutos en este pensamiento, piensa en su anciana prima embarazada de seis meses, en todo lo que Isabel tendrá que hacer y que siendo tan mayor necesitará ayuda, pensemos por un momento que hablamos de una época en la cual todo lo había que hacer a mano, no se podía acudir a los supermercados, había que tejer , hilar, coser, y preparar todo lo necesario para atender a un recién nacido.
La Santísima Virgen se queda tres meses aproximadamente con Santa Isabel hasta que nace San Juan Bautista, despreocupándose de ella misma, despreocupándose incluso de su propio hijo que está por venir, tendrá luego en el tiempo que le resta que intentar preparar todo lo necesario para el nacimiento del Hijo de Dios.
Pero la caridad siempre tiene premio y será María al dar a luz la que reciba también ayuda de su propia prima, a la que a su vez Ella ayudó primero.
María es siempre ejemplo y en el Poema del Hombre Dios vemos que este acto nos enseña que la caridad se tiene hacia Dios y hacia el prójimo y nos dice que si nos amamos más que a los demás ya no somos caritativos, somos egoístas.
Nuestra Madre del Cielo confía en Dios y sabe que Dios completa la deficiencia de los generosos con medios de su potencia y bondad, Ella posponiendo su labor trabajó para Isabel, no se dejó llevar del miedo por la falta de tiempo para elaborar lo necesario para sí misma y para su bebé, actuó con caridad porque sabía que Dios es dueño del tiempo y provee las necesidades de quien en El espera, incluso en las cosas ordinarias.
Así María nos enseña una lección impresionante “La caridad no retarda, acelera: tenedlo siempre en cuenta”.
De nuestra propia vida debéis preguntaros, ¿no os ha ocurrido en ocasiones que no tenías tiempo material para hacer algo pero que, si priorizabais la caridad, el bien del otro, al final sin saber ni cómo ni por qué el tiempo aparece? y razonamos “es imposible”.
Seguramente sí habéis tenido esta experiencia, Dios es dueño del tiempo, el tiempo de Dios es perfecto, despreocupémonos un poco de nosotros mismos, pongámonos en sus manos y confiemos siempre en Él, Él nunca te defraudará.