La flor de la ALEGRIA. María proclamó y cantó con la alegría, la visita del Señor. Con el “Magnificat” nos hace descubrir la auténtica alegría: Dios. ¿Somos cristianos alegres? ¿llevamos con alegría nuestra fe?. Hemos de irradiar la alegría a los demás. Una alegría que nace desde el corazón, que no es ficticia ni postiza. Alguien, con razón dijo que la sonrisa y el canto deben ser dos notas dominantes en la vida de un cristiano.
La flor de la ORACION – Para no desfallecer en el caminar de cada día. El silencio del meditar es una escuela en la que María aprendió a ser grande ante los ojos de Dios. El mundo está lleno de charlatanes pero tiene déficit de oyentes, de orantes. María nos invita a descubrir la necesidad de la reflexión y de momentos de “tratar de amistad con Dios”.
La flor de la CONFIANZA. Hay que dejar que el Señor haga fructificar nuestros esfuerzos y trabajos. María confió. No entendió al principio, pero confió y dejo que Dios llevara hasta el final su obra. ¿Nos fiamos de Dios? ¿Pueden más las dudas que la claridad que nos infunde la Palabra del Señor?.
La flor de la PAZ. Para no romper nuestra amistad con Dios, ni nuestros deseos de armonía con los que nos rodean. Donde hay encuentro personal con Dios, hay serenidad alrededor. Dios es la fuente de la Paz autentica. María es la Reina de la Paz.
La flor de la DISPONIBILIDAD– No siempre hay que comprender ni entender todo lo que se nos presenta en la vida María ante la noticia del Mensajero Celestial, se quedó ruborizada ¿quién soy yo para que un ángel me traiga semejante noticia?. No siempre hay que hacer las cosas por su fruto seguro e inmediato. María sin esta certeza dice: “Aquí está la esclava del Señor” y se pone a plena disposición. Hay que saber ofrecerse, aún a riesgo de perder algo de nuestros derechos. María creyó y puso sus entrañas al servicio del Misterio de la Salvación. ¿Estamos disponibles allá donde Dios nos quiere?.
La flor de la FORTALEZA. María fue fuerte ante la adversidad. Permaneció firme junto a la Cruz en la muerte de su Hijo. Nos enseña a ser fuertes ante las adversidades que en el camino de la vida se nos presentan. Nos da ejemplo para acompañar al que pasa horas amargas y para enfrentarnos sin temor a nuestras propias responsabilidades. María con su “Si” nos enseña a ser fuertes. ¿Me pueden las dificultades? ¿Acompaño a los que sufren?.
La flor de la SENCILLEZ. Vivir con realismo, pero sin dramatismos, las circunstancias de cada día. No obsesionarnos con el tener, pues no por tener más y más vamos a ser más felices. La Virgen es inmensamente feliz. María dijo “aquí estoy” y dejó que Dios siguiera actuando. Y es que la autentica felicidad la tenemos en el corazón ¿Cómo vives tus días? ¿Pendiente de lo material? ¿Luchando por lo aparentemente espectacular?.
Que con la ayuda y el ejemplo de María, Madre del Señor y Madre nuestra al ofrecérselas a Ella estas Siete Flores florezcan abundantemente en el inmenso campo de nuestra vida cristiana de cada día.