Constan multitud de pasajes evangélicos maravillosos, los mismos recuerdan la grandeza de la Obra de Salvación que a través de Jesús y del Espíritu Santo realizó por todos Dios Padre, pensemos en estos momentos en el pasaje concreto que se encuentra tanto en San Mateo 8,1-13, como en San Lucas 7,1-10 que es el de la curación del siervo del Centurión, en ambas lecturas se cuenta el mismo milagro.
Entrando Jesús en Cafarnaún se acercó un centurión que tenía un siervo al que apreciaba mucho muy enfermo, San Lucas dice “a punto de morir”, el centurión según San Mateo le rogó a Jesús: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: «Ve», él va, y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «Tienes que hacer esto», él lo hace»………
». Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído». Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
Es precioso el acto de confianza y de humildad de este centurión que ha sido incorporado a la liturgia de la Eucaristía, pasando a formar parte esencial de la Santa Misa ; pensemos por un momento que en aquella época los romanos eran gentiles, no eran Hijos de Abraham como los judíos, por tanto eran impuros según la Fe judía, sin embargo, Jesús está por encima de los prejuicios humanos y Él nos enseña que por encima de las creencias y de la raza, está el prójimo, y el centurión es una buena persona que se preocupa por su siervo enfermo, y el Evangelio de San Lucas expresa incluso que unos ancianos judíos hablaron bien de él y le defendieron porque les construyó la Sinagoga.
En la liturgia Eucarística, tras la consagración el Sacerdote muestra al pueblo la Hostia consagrada y repite las palabras de Juan Bautista: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29) y añade las palabras que, según el Apocalipsis, dice en la liturgia celeste «una voz que sale del Trono, una voz como de gran muchedumbre, como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos: … «Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero» (Ap. 19,1-9). En efecto, dice el sacerdote: «Dichosos los invitados a la cena del Señor»., a continuación, cuando todo el pueblo responde repitiendo las palabras del centurión romano, que maravillaron a Cristo por su humilde y atrevida confianza: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme»
San Marcos ayer a través del evangelio, recuerda como Juan quiso desautorizar a uno que echaba demonios en nombre de Jesús, sin formar parte del grupo, y Jesús dejó bien claro “No se lo impidáis…………El que no está contra nosotros está por nosotros”, Jesús obra así desde su encarnación, acercándonos al máximo a la majestad de Dios en la pequeñez de los pobres. Dice San Juan Crisóstomo: ¨Cristo no se contentó con padecer la cruz y la muerte, sino que quiso también hacerse pobre y peregrino, ir errante y desnudo, quiso ser arrojado en la cárcel y sufrir las debilidades para lograr de ti la conversión. ¨
Abre por tanto el corazón a todas las personas, la fe no es patrimonio de unos pocos, ni de una concesión determinada, todos estamos llamados a pesar de diferencias, faltas y virtudes, a ser hijos de Dios y hermanos en Cristo, vive el amor por los demás, sin dejar pasar nuestras disconformidades y podrás vivir la vocación de Jesús y formar parte de la Iglesia. Porque el que no está con nosotros esta por nosotros. (MC 9.40)