Ayer fue lunes, la naturaleza se presentó en Arriondas haciendo galas de su hermosura, compuesta por un cielo despejado de un intenso azul de esos que te envuelven en su infinito, y al caer la tarde, ese esplendor mezclado con una tonalidad más oscura, hacía que al mirar los Picos de Europa totalmente nevados pudieses disfrutar del contraste y sintieses en tu corazón la alegría de la creación divina , así nos dirigimos a la Santa Misa.
Una vez culminada la Santa Misa, comenzó el encuentro de oración, en esta ocasión con la agradable presencia de la hermana Ana María, que forma parte de la Congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, en Oviedo. La hermana, llena de dulzura y un inmenso amor nos enseña a meditar sobre la inmensidad del Amor de Dios y su infinita ternura, esa ternura con la que nos trata como a sus pequeños hijos, siendo difícil en ese momento que no sientas la emoción de saber que Jesús te ama y que no te abandona.La hermana pertenece a la Congregación fundada por el beato Don Manuel González García, nacido en Sevilla un 25 de Febrero de 1877 , el cual nos dejó lecciones tan hermosas como “ aprender a leer el Evangelio a la luz de la lámpara de un Sagrario”, este gran hombre quedó desolado por el abandono de un Sagrario en un pueblecito andaluz, un hecho que determinó su vida y para el cual buscaría remedio el resto de sus días pues como él decía “Yo no quiero ser más que el obispo del Sagrario abandonado”.
Falleció en Madrid en 1940, y sus restos mortales descansan en la Catedral de Palencia, en la Capilla del Santísimo con su epitafio “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejen abandonado!”.
Acompañando a Jesús en el Sagrario, la hermana Ana María nos habló de muchos temas y entre ellos una catequesis preciosa del papa Francisco:
“El Evangelio es el libro de la misericordia de Dios, para leer y releer, porque todo lo que Jesús ha dicho y hecho es expresión de la misericordia del Padre. Sin embargo, no todo fue escrito; el Evangelio de la misericordia continúa siendo un libro abierto, donde se siguen escribiendo los signos de los discípulos de Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia. Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy”.
Pensar que puedes escribir el Evangelio, no te parece ¡!increíble!! y conocer que aún está por terminar, me emociona, pero no se puede contribuir a las Sagradas Escrituras solo con palabras, sino con hechos, actos de buena voluntad y siguiendo el ejemplo que Jesús nos reveló.
No es tanto esfuerzo, no te desanimes, es solo un pequeño granito de arena y con la ayuda infinita de Jesús puedes escribir algún gesto concreto en ese libro maravilloso del Amor de Dios a los hombres, que al leerlo y saber que tienes parte en su obra te llenará el corazón de alegría porque te hará sentir partícipe real de la vida de Jesús.
La historia de la Salvación continúa, siendo responsable, partícipe y principal protagonista, porque solo tu comportamiento en vida, permitirá que Jesús Resucitado y lleno de amor permita que agregues una palabra eterna que seguirá difundiéndose en todos los tiempos como era en el principio ahora y siempre.