DOMINGO DE LA MULTIPLICACION DE LOS PANES
“Abres tú la mano, Señor y nos sacias”
Desde hoy y durante los próximos cuatro domingos siguientes, la Liturgia de la Palabra interrumpe la lectura del Evangelio de San Marcos y nos adentra en la contemplación del capítulo 6 del Evangelio de San Juan. Este capítulo conocido como el Discurso del Pan de Vida es una catequesis de Jesús sobre la Eucaristía, Pan de vida, que empieza con el signo de la multiplicación de los panes y los peces. Los Padres de la Iglesia interpretan el sentido de los panes tanto como símbolo de la Eucaristía como de la misma Palabra de Dios. Ambas nos alimentan y de las dos necesitamos.
Se trata básicamente de una reflexión que se refiere a la Eucaristía, pero que ilumina también otros puntos y temas de reflexión. Las reflexiones que encontramos en estas cinco semanas son:
1) el pan, al ser compartido, se multiplica (tema de hoy)
2) no hay que trabajar solo por una comida que se echa a perder, sino por la comida que da la vida eterna
3) Jesús dirá de sí mismo que es el Pan de Vida, de una vida plena y para siempre
4) la adhesión a Jesús no tiene que ser solo intelectual y teórica, sino de asimilación y compenetración de vida, de tener sus mismos sentimientos y actitudes
5) al escuchar este discurso, muchos le abandonaron, pues lo consideran duro y difícil de vivir, pero Pedro y los doce afirmaron que solo Él tenía palabras de vida eterna.
El pan, que hoy aparece tanto en la primera lectura, (2Reyes 4,42.44), como en el Evangelio, (San Juan 6,1-15), es símbolo del hambre física, y simboliza también a todas las cosas, todas las personas, que pueden llenar las otras hambres que sentimos: hambre de amor, hambre de cultura, hambre de paz, hambre de felicidad, hambre de eternidad. ¡Qué difícil resulta a veces calmar cualquiera de estas hambres!
Las lecturas de hoy juegan con este elemento tan rico para expresar la realidad de todos los seres humanos. Siempre caminantes en busca de algo mejor que sacie todas las insatisfacciones que tenemos. Jesús se presenta como el que puede calmar esa nuestra hambre, Jesús se presenta como el que puede llenar todas nuestras carencias. El pan del que habla Jesús, no es solo el pan que sacia nuestra hambre física, es el que puede saciar nuestra hambre profunda, es el pan de la búsqueda eterna, el de la felicidad total, el de la alegría definitiva.
Y es que Dios vive preocupado por nosotros. Y nos invita a darnos cuenta de las necesidades personales y de las personas con las que convivimos y con las que nos vamos encontrando en nuestro caminar por la vida. Ningún sufrimiento humano nos puede resultar indiferente.
El milagro de Jesús que en este domingo contemplamos y meditamos nace de su compasión por los hombres, por cada uno de nosotros. Nos hace caer en la cuenta que el pan, al ser compartido, se multiplica. Nos lleva a cantar con el Salmista: “Abres tú la mano, Señor y nos sacias” Si entonces sació el hambre de más de cinco mil personas, hoy nos sigue ofreciendo alimento y nos sigue saciando.
Jesús alimenta a la multitud, pero implica a sus Discípulos y por eso les pregunta “¿Con que compraremos panes para que coman estos?”. Pregunta que hoy nos hace a cada uno de nosotros, pues Jesús nos implica a todos nosotros en su compasión por los hombres.
Y es que hemos de caer en la cuenta que todos y cada uno de nosotros tenemos “cinco panes y dos peces”. Dios nos los ha regalado y quiere que se los ofrezcamos, que los pongamos ante Él, para seguir realizando el milagro hoy, en este mundo que nos toca vivir. Y es que nos puede parecer poco, como le parecía poco a Andrés “…¿qué es esto para tantos? Pero es justamente al poner a disposición de los demás lo poco o mucho que tenemos, nuestros “cinco panes y dos peces”, cuando Jesús hace entre nosotros el milagro de multiplicar nuestros bienes y de saciar nuestra hambre y sed.
Lección clara la que Jesús hoy nos da: tenían que aprender, tenemos que aprender que la manera de aumentar los pocos recursos que tenemos, es ponerlos en las manos de Dios; incluso los infinitos recursos que el Señor pone en nuestras manos, tenemos que administrarlos y cuidarlos: El Señor mandó que los panes sobrantes se recogieran para que no se perdiera nada. Si leemos detenidamente la Biblia vemos cómo este es el patrón que usa el Señor, se sirve de las cosas pequeñas y de poca importancia para hacer cosas grandes. Y este debiera ser nuestro patrón. Baste recordar ejemplos y ejemplos de las muchas personas que ponen lo poco que tienen en manos de Dios para atender a tantos necesitados, como la M. Teresa de Jesús y tantos religiosos y religiosas que se dedican al cuidado de los enfermos y personas necesitadas. Estas comunidades son un testimonio vivo de que este milagro se hace realidad diariamente en sus vidas.
Jesús nos invita a compartir y repartir. Este comportamiento generoso obra milagros.
Además no podemos dejar de ver también en este relato de la multiplicación de los panes una clara alusión a la Eucaristía, el Sacramento que tiene un relieve especial en la vida de la Iglesia, que es el centro de la Comunidad cristiana y que nos convoca a los cristianos cada domingo. Cristo hecho Eucaristía es el pan que se multiplica permanentemente para darnos a todos nuestro pan de cada día, y a la vez es el signo que nos estimula a compartir nuestro pan, todo lo que somos y que tenemos, con aquellos que lo necesitan.
La Eucaristía es el Pan de Vida, Pan vivo que nos da la vida eterna de Dios. La Eucaristía es el darse de Dios. La Eucaristía es la generosidad infinita de Dios que reclama nuestra generosidad.
Para los primeros creyentes la Eucaristía no es un precepto, es una verdadera necesidad. La Eucaristía es, al mismo tiempo, una “vivencia” anticipada de la fraternidad del Reino, de la Iglesia. La Eucaristía tiene que ser también una invitación constante a crear fraternidad y a vivir compartiendo lo nuestro, aunque sea poco, aunque no sea más que “los cinco panes y los dos peces” que tenemos. La Eucaristía nos pide como preparación a participar en ella y también como consecuencia de alimentarnos de Ella lo que hoy recuerda San Pablo, Carta a los Efesios 4,1-6): eliminar actitudes de egoísmo, orgullo, autosuficiencia y prejuicios hacia los demás y poner en práctica las obras de misericordia.
Hermanos y Amigos, la Eucaristía nos alimenta (necesitamos alimentarnos de Cristo, Pan de Vida) y nos une al Corazón de Cristo, haciéndonos partícipes de su amor y compasión por los hombres. Por ello nos impulsa, hoy, en el momento presente en que vivimos, a socorrer a los que tenemos a nuestro alrededor y a poner nuestros “cinco panes y dos peces” al servicio del Señor, que no deja de multiplicar su rendimiento.
Acerquémonos a la Eucaristía, verdadero pan del cielo, con hambre, conscientes que de que solamente el Señor podrá saciarnos las necesidades profundas que cada uno de nosotros tenemos.
Cada día es una oportunidad que Dios nos da, alimentados del Pan de Vida, para multiplicarnos, desgastarnos y brindarnos generosamente por los demás. ¡Aprovechemos esta oportunidad!
Adolfo Álvarez. Sacerdote