SANTIAGO APOSTOL, PATRONO DE ESPAÑA, TESTIGO DE JESUCRISTO RESUCITADO
¡Estamos de fiesta grande! ¡Nuestro Patrono, Santiago Apóstol!
Es la Solemnidad de un hombre que compartió su vida con la vida de Jesús, respondió a su llamada: “Venid conmigo” y dio testimonio con su palabra y con su vida en el martirio.
En este día la solemnidad de nuestro Patrono, Santiago Apóstol, nos invita a reflexionar sobre nuestra fe y nuestro testimonio cristiano. Santiago nos anunció a Jesucristo, dio testimonio de Él y rubricó la fe en el Señor y el testimonio con el martirio. Santiago es ejemplo de fidelidad y testimonio “contra corriente” porque “«hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros matasteis colgándolo del madero. Testigo de esto somos nosotros…»(Hechos de los Apóstoles)
Celebrar su Solemnidad, entre otros sentimientos, supone escuchar la voz del Señor como Santiago la percibió a las orillas del lago de Tiberiades. Honrar la figura de Santiago es creer firmemente en la Resurrección de Cristo. No podemos ponernos en marcha hacia el sepulcro del Apóstol y pensar que nuestro objetivo ha sido cumplido: besar su sepulcro, abrazar su efigie es abrazar la fe en Cristo muerto y resucitado.
Santiago tuvo un conocimiento interno de Jesús ( siempre tenemos que pedir la gracia de avanzar en el conocimiento interno del Señor para más amarle y seguirle), fue testigo privilegiado de acontecimientos de la vida de Jesús que no todos los Apóstoles presenciaron: la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,35-43), la Transfiguración del Señor (Lc 9,28-36), y en la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní.(Mt 26,36-38) Santiago fue el primero de los Apóstoles que participó del cáliz redentor de Jesucristo, como se nos dice en la Liturgia de hoy en la Oración sobre las ofrendas. La fecundidad de su martirio se ha hecho más que patente en la extensión, continental en el espacio y multisecular en el tiempo, del Camino de Santiago, verdadero camino de propagación de la fe cristiana en toda Europa. Su sepulcro en Compostela, a semejanza del sepulcro vacío del Señor en Jerusalén y de la tumba de San Pedro en Roma, atrae, hasta nuestros días innumerables peregrinos de toda la cristiandad
El Camino de Santiago tiene un objetivo profundo y que no podemos perder de vista, es abrazar la fe en Cristo muerto y resucitado. Avanzar hacia Santiago Apóstol es pedir, por su intercesión, el vivir la experiencia que él tuvo en el Monte de la Transfiguración. Rezar al Apóstol es crecer, ahondar y perseverar en la oración como él lo hizo con Jesús en el Huerto de los Olivos, Seguir las huellas de Santiago es saber que, evangelizar, anunciar a Cristo, puede empujarnos a no ser afamados y sí despreciados o marginados, pero que merece la pena hoy ser testigos del Resucitado.
Santiago nos transmite una primera lección: Fidelidad a la llamada de Jesús. Se dejó penetrar por el Espíritu de Jesús, como la esponja se empapa de agua. Así nosotros, a ejemplo de Santiago, sólo podemos crecer en la fe si estamos enamorados de Jesús, si Él es la LUZ (con mayúscula) para nuestro corazón, si nos dejamos cautivar por Él.
Santiago nos da una segunda lección: Su conversión. Comprendió rápidamente el mensaje de Jesús, cuando les preguntó a él y a su hermano Juan, si podían beber el cáliz que les ofrecía (como contemplamos en el Evangelio de hoy) Y responden “¡Podemos!”. Inmediatamente cambian el “chip”. Su cambio interior fue total. Todo un ejemplo a seguir.
Santiago nos transmite una tercera lección, lección que es una vivencia: El Testimonio. El Testimonio de la experiencia de Jesucristo. Como cristianos se nos invita a ser testigos no de una idea, más o menos hermosa, no de una ideología, sino de una Persona: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Y testigos de un Mensaje: el Reino de Dios. Anunciar el Amor misericordioso de Dios para con todos y cada uno de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Para llevar adelante este anuncio, este testimonio, Jesucristo ha de ser la razón de nuestra vida y de todos nuestros afanes. Para ser apóstoles, como el Apóstol Santiago, hemos de ser discípulos, aprendiendo en la Escuela del Divino Maestro, Jesucristo, a caminar tras Él desde nuestras debilidades y pecados en el proceso de conversión.
La fe en Jesucristo es un tesoro y un tesoro que tenemos que alimentar y cuidar y para ello es preciso que dediquemos tiempo a estar con Jesús, la Oración, para que las palabras del Señor y su vida hagan mella, queden grabadas, en nuestras vidas. Nuestra fe en muchas ocasiones es pobre y débil por eso necesitamos decirle y suplicarle al Señor: “Auméntanos la fe”. Esta fe en Jesucristo nos lleva a vivir el mandato del Señor: “vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra”( Mt 5) y aquí nos conviene recordar las palabras del Papa en su primer documento Lumen Fidei: “la fe no aparta del mundo, ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo (…)Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tiene como fundamento el amor de Dios” (Lumen Fidei 51)
Los Apóstoles, el Apóstol Santiago, sufrieron persecución. Y es que apostar por el Señor, apostar por vivir el Mandato del Amor, apostar por la libertad autentica que nos da Jesucristo nos complica la vida, nos hace tener que ir en muchas ocasiones contracorriente, sufrir persecución. Santiago vivió a la perfección las paradojas que enumera el Apóstol Pablo: “nos derriban, pero no nos rematan… llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo…”. El martirio de Santiago junto al de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia en España han padecido también el martirio dando testimonio de la fe en Jesucristo ha de animarnos a mantener hoy la entereza de nuestra fe, a fortalecer nuestra condición de creyentes y a aprender a entregar incluso la vida por el Señor
Hermanos y Amigos, la Solemnidad de Santiago Apóstol, nuestro Patrono, es una invitación, una llamada a fundamentar nuestra vida en el Evangelio de Cristo, no dejando que nuestra fe titubee por las adversidades que nos encontramos en nuestro entorno, en el ambiente de nuestro mundo. Al revés, que las pruebas cotidianas que tengamos que afrontar fortalezcan nuestra condición de discípulos del Señor, pues no hemos de olvidar que el cristiano es aquel que toma la cruz de cada día y sigue los pasos del Crucificado, que ha resucitado y es Todo para nuestra vida.
Hermanos y Amigos, en este día hemos de dar gracias a Dios por el anuncio que hizo de Jesucristo en nuestra tierra (“Porque Santiago, testigo predilecto, anunció el Reino que viene por la muerte y resurrección de tu Hijo”), por su testimonio en su glorioso martirio (“primero entre los apóstoles bebió el cáliz del Señor”), por su protección (“Con su guía y patrocinio se conserva la fe en los pueblos de España y se dilata por toda la tierra”) y por su intercesión por nosotros ante Dios (“mientras tu Apóstol alienta a los que peregrinan para que lleguen finalmente a ti…”).
Hermanos y Amigos, que al celebrar la Solemnidad de Santiago redescubramos que ser apóstol quiere decir dar testimonio de Cristo con nuestra propia vida y ponernos al servicio de nuestros hermanos. Que no hemos de avergonzarnos nunca del gozo de ser cristianos, que queremos ser cada día con mayor autenticidad Luz de Cristo resucitado en medio de este mundo que nos toca vivir, sabiendo que la fuerza para ello no está en nosotros mismos sino que nos la da el mismo Cristo que por notros murió y resucitó. Y nunca nos dejará de dar esa fuerza a no ser que le cerremos nuestro corazón. No nos dejemos llevar nunca del lamento estéril, ni del pesimismo, sino que nos apoyemos en la fuerza de Cristo Resucitado, en la fuerza del Espíritu Santo, para anunciar de nuevo que Él es el Señor al que hemos de abrirle nuestro corazón para ser plenamente felices.
Para dar testimonio de Jesús, el cristiano, cada uno de nosotros, ha de alimentar su fe en la Palabra de Dios que se proclama en la misa de cada domingo, y participando en la comunión eucarística, verdadero alimento de vida eterna, medio privilegiado para vivir en la presencia de Dios. Ninguno de nosotros podemos perder la conciencia del pecado, que tanto daño causa en las personas y en el cuerpo social como tal, manteniéndonos conscientes de que el sacramento de la Penitencia nos devuelve, una y otra vez, a la pureza de vida que genera el bautismo. La conciencia del pecado nos defiende de una vida sin Dios, que ha puesto la fe en Cristo y las enseñanzas evangélicas entre paréntesis; nos defiende de la falta de principios morales y del materialismo del ambiente, porque la fe en Cristo Jesús nos enraíza en el amor de Dios y del prójimo, fuente de inspiración de la vida. El Apóstol Santiago hizo suya la enseñanza, y dio su vida por Jesús y así nos la transmitió a nosotros. Hoy invocamos su patrocinio e intercesión y le suplicamos: Santiago Apóstol, llévanos a Jesús. Ayúdanos a ser auténticos apóstoles de Cristo en este siglo XXI. Que sea fortalecida la Iglesia y “España se mantenga fiel a Cristo hasta final de los tiempos”.
Que Santiago Apóstol sea para todos nosotros un motor que nos impulse a seguir trabajando por esta nueva, segunda, evangelización, incluso para algunos, yo diría bastantes, la primera, a la que estamos ya asistiendo. España es país de misión y necesitado de muchos, pero que de muchos “Santiagos” que hoy nos anuncien a Jesucristo.
Y que para ello venga en nuestra ayuda la intercesión de María nuestra Madre. Ella, que alentó al Apóstol Santiago, nos aliente siempre en el caminar de la fe y del testimonio de Jesucristo, “Camino, Verdad y Vida”
¡FELIZ DIA DEL APOSTOL!
Adolfo Álvarez. Sacerdote