EL CAMINO DEL SEGUIMIENTO DEL SEÑOR, CRUZ Y GLORIA
Para el cristiano, para cada uno de nosotros la vida es una celebración continua, la vida como culto, como ofrenda al Señor. Esto es lo que nos quiere ayudar a vivir el Tiempo Ordinario que estamos celebrando: el tiempo es el Señor. Cristo, Alfa y Omega, Principio y Fin, llena todo nuestro tiempo y nos vamos adentrando en su Misterio, para conocerlo más profundamente y así más amarlo y mejor seguirle y ello haciéndole al Señor la ofrenda de nuestra vida.
En esta coordenada del tiempo en que vivimos celebrar el Domingo, celebrar la Eucaristía, Fuente y culmen de la vida cristiana, ha de ser siempre un encuentro gozoso con el Señor y con los hermanos, y también vivir en unos compromisos de correspondencia al amor del Señor para con nosotros. No podemos contentarnos con “cumplir” sino hemos de dar al Señor un culto “en espíritu y verdad” presentando, como nos recuerda San Pablo en este domingo, “vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12,1)y dejándonos transformar por la renovación de la mente y no ajustándonos a este mundo. Es decir dejándonos que el Señor nos vaya modelando según su Corazón, según sus sentimientos y actitudes y así no vivamos en los criterios mundanos.
En este marco continuamos avanzando en la Escuela del Señor través del Evangelista San Mateo.
Las lecturas de hoy nos invitan a ser valientes en el seguimiento de Jesucristo. Todos sabemos que ser cristianos es, sobre todo, aceptar con alegría la invitación de Jesús a seguirle viviendo el Evangelio, y que haciéndolo así encontraremos el único camino que lleva a la felicidad. Pero también es cierto, y la Palabra de Dios de hoy nos recuerda que este camino no siempre es fácil, que a veces comporta quebraderos de cabeza, que hay que aceptar la cruz, las incomprensiones y que nuestros planes no se cumplan como nosotros quisiéramos…
Escuchamos y contemplamos en la primera lectura de este domingo el lamento del profeta Jeremías que dice: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste; yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí”. El profeta se lamenta porque tiene una misión de parte de Dios que le complica la vida. Él quisiera vivir tranquilo, le sería más fácil poder vivir como todos, poder ir tirando, no tener que decir aquello que Dios quiere que diga. Está cansado de los quebraderos de cabeza que esa fidelidad le implica. Y sólo porque se siente muy unido, seducido por Dios, porque ha quedado atrapado por Él, ya no puede vivir sino siendo fiel, a pesar de todas las dificultades.
En este domingo el mensaje central del Evangelio se refiere a la esencia misma del ser cristiano: el Misterio Pascual. La cruz y la resurrección no se pueden separar. No se puede entender a Cristo crucificado sin entenderlo resucitado, ni tampoco podemos considerarlo únicamente resucitado sin el paso por la pasión y muerte en la Cruz. Estos aspectos son esenciales e inseparables tanto en Cristo como en nuestra vida cristiana y entenderlo de otra manera es “pensar como los hombres, no como Dios”, que le dice Jesús a Pedro.
Después que Pedro ha confesado a Cristo, “Tu eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo” (Mt 16,16) Cristo comienza hoy a explicarles a los Discípulos, y no lo explica a nosotros hoy, quién es Él realmente porque ha comprendido que sus mismos discípulos, como nos ocurre hoy a nosotros, han entendido mal y lo que entienden, y nosotros entendemos en muchas ocasiones, está muy lejos de la verdadera imagen de Cristo.
Y es que Cristo hoy anuncia su Pasión, “comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí… ser ejecutado y resucitar al tercer día”(Mt 16,21) Pedro ante esto se rebela, no entra en su cabeza el sufrimiento, ni la cruz y por ello afirma: <<Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte>> (Mt 16,22) Pedro no asume el anuncio de Cristo, como no lo asumimos de primeras nosotros porque estamos guiados por unos criterios del mundo, que se lo juega todo a un nivel puramente material, superficial, sin pararnos a darnos cuenta que los criterios de Dios no son los nuestros.
Pedro se deja llevar por la lógica humana, nosotros tenemos que darnos cuenta que en muchas ocasiones también. Pedro participa de la misma esperanza que la gente de su tiempo, espera a un Mesías triunfador, espectacular, signo del Dios fuerte y omnipotente, y no admite que Dios se quiera manifestar en Cristo desde la debilidad, en el sufrimiento de la cruz. No comprende que el camino de Cristo, y el nuestro, tenga que pasar por la renuncia, por la cruz.
Esto mismo nos ocurre hoy a nosotros, no entendemos y rechazamos el sufrimiento, la cruz, la entrega… Como a Pedro, al mundo de hoy, a nosotros, no le seduce el sufrimiento y lo que suena a sacrificio, a entrega y preferimos una fe blandengue, que no me complique la vida, a una fe probada. Preferimos una fe sentimentalista a una e de conversión, una fe reducida a momentos a aquella que se vive en todo momento y también atraviesa por caminos empedrados y duros.
Y, así el Señor reprocha a Pedro, y, hemos de sentir que hoy también nos reprocha a cada uno de nosotros, “¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”( Mt16,23). Pensar como los hombres nos lleva a entrar en lo que se lleva, en lo que está de moda, a entrar por unos túneles sin salida hacia la felicidad autentica, mientras que pensar como Dios exige optar por lo que el mundo nos oculta, por unos valores que hoy no cotizan, a navegar contra corriente, pero que nos descubren el camino de la felicidad verdadera.
Hermanos y Amigos, Cristo propone a los Discípulos, nos propone a nosotros hoy, su estilo de vida plena y este estilo significa vivir desde la clave del Misterio Pascual, desde la entrega a los demás. Los demás nos exigen esfuerzos, trabajos, sufrimientos y cruces, pero así ganaremos la vida. En definitiva se nos está llamando, invitando, a vivir las exigencias de la fe, pues nuestra tentación, no lo olvidemos, como la que vemos en Pedro, radica en confesar a Jesús como el Hijo de Dios vivo y no seguirle en su camino hacia la cruz.
Seguir a Jesús, vivir en los criterios del Evangelio y construir el Reino sin Cruz, sin sufrimiento no es posible, el Señor no nos deja vivir encerrados en nosotros si queremos vivir realmente siendo sus discípulos, Él nos invita, nos llama, a seguirle siguiendo sus criterios y sentimientos y éstos son de entrega, de asumir la cruz y el sufrimiento.
Cristo nos enseña a asumir lo que de sufrimiento y cruz pueda haber en nuestra vida, Cristo nos enseña a vivir desde la entrega a los demás superando todo egoísmo, ”Si alguno quiere venir en pos de mí , que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” Cristo nos muestra el valor de de la entrega, del sufrimiento y de la prueba, como camino de Resurrección y de Vida.
Hermanos y Amigos, ser cristiano es entrar en comunión con la vida de Jesús y sus valores, entrar en comunión con su causa, entrar en comunión con su Misterio Pascual, que es Cruz y Resurrección. Tenemos que asimilar en nuestro camino cristiano los aspectos de cruz, de prueba, de sufrimiento, de incomprensión, como camino para la Vida, para la Resurrección, para la Felicidad Eterna. Y no se trata de aguantar por aguantar, de sufrir por sufrir, sino de querer vivir en el seguimiento de Cristo, de no renunciar a nuestro vivir cristiano. Es que caigamos en la cuenta en nuestra mente y en nuestro corazón que la gracia de Dios, la amistad con Cristo vale más que todo en el mundo, aunque ello nos cueste sufrimiento y sacrificio. El sufrimiento y la cruz, o dicho de otra manera, las contrariedades, zancadillas, oposición, sinsabores incomprensiones que en nuestro camino cristiano podemos encontrarnos hemos de aprender a valorarlas y encajarlas desde ese apostar por Jesús de Nazaret en un contexto social donde, a veces, se oyen más las voces de los enemigos de Dios que la labor transformadora de aquellos que creemos en Él.
Hermanos y Amigos, para vivir todo esto no lo podemos hacer desde nuestras solas fuerzas, no se trata de un esfuerzo meramente humano. Necesitamos de la Fuerza y la Gracia del Señor y Él nos la dará siempre. Ahora bien, también tenemos que poner de nuestra parte y ahí que necesitamos vivir en estrecha amistad con el Señor por medio de la Oración, por medio de la participación de los Sacramentos, muy especialmente la Reconciliación y la Eucaristía (La Misa es fundamental para poder vivir en cristiano, alimentarnos del Pan de la Vida ha de ser una necesidad vital para quien quiere seguir al Señor). Y hemos también de vivir en el amor y la preocupación por los demás.
El Espíritu Santo nos inunde con sus Dones a fin de avanzar en los caminos de la conversión y que nuestro seguimiento de Cristo sea cada día más auténtico. Que la participación en la Eucaristía del Domingo, escuchando la Palabra de Dios y alimentándonos del Pan de Vida nos ayude a vivir más unidos al Señor, a ser fieles a lo que Dios quiere de nosotros.
Adolfo Álvarez. Sacerdote