CRISTO EL SEÑOR,
EL BUEN PASTOR,PUERTA DE LA VIDA
Seguimos celebrando la Pascua, el Misterio central de nuestra fe, la Resurrección de Cristo.
En este Tiempo Pascual, se nos invita a la alegría y la esperanza, con la certeza de la Resurrección de Jesús. En Cristo Resucitado Dios cumple la promesa de cuidar de su pueblo, es el Buen Pastor que da la vida por su rebaño. Jesucristo da su vida por nosotros y así nos muestra el amor que Dios nos tiene. Y en este día le pedimos: “Condúcenos a la asamblea gozosa del cielo”
La Resurrección de Cristo, el Buen Pastor, es el Gran Acontecimiento que transforma nuestra vida, Él ha entregado su vida por cada uno de nosotros, nos ha reconciliado y hace posible que vivamos la vida nueva de hijos de Dios. Es Cristo la Puerta para vivir esta novedad de hijos de Dios y ello viviendo unos al Buen Pastor que nos dice:<<Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante>>
Y en este cuarto domingo de Pascua, llamado del Buen Pastor, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de las Vocaciones Nativas. Este año esta Jornada lleva por lema: “Ponte en camino, no esperes más”
Dios elige y llama para ser presencia de Jesús, el Buen Pastor. Es el regalo que por amor nos hace Dios de la vocación a la vida consagrada y al ministerio sacerdotal; un regalo para toda la Iglesia, que sigue necesitando del cuidado del Buen Pastor. La vocación no es solo un don individual, sino, y sobre todo, un don para toda la Iglesia. Muchas veces nos preguntamos: ¿qué quiero ser? Pero la pregunta debería ser más bien: ¿qué quiere Dios de mí? Y ante la sorpresa que nos pueda producir la respuesta a esa pregunta, y el para qué consiguiente, más bien deberíamos responder a esta otra: ¿para quién soy yo? El secreto de la vida es ser para los demás. Eso es lo que nos configura y hace aflorar quiénes somos en verdad.
Hermanos y Amigos la Palabra de Dios, especialmente el Evangelio, de este cuarto domingo de Pascua centra la mirada en Jesús, Buen Pastor. Los textos de este domingo nos refieren a Él: en la Oración inicial de la celebración pedimos: “el rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor”. En el Salmo Responsorial proclamamos: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. En la Carta de San Pedro se nos recuerda: “Andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas”. En el Evangelio San Juan nos refiere a Cristo como el Buen Pastor y la Puerta por donde entrar y nos muestra a Jesús, buen pastor, que ha venido a darnos vida, vida abundante.
La Pascua es el estallido de la vida, la vida nueva de Jesús resucitado, vida abundante que nos llena de paz y de gozo. De esta vida, de Cristo Resucitado, da testimonio hoy con fuerza el Apóstol San Pedro en la primera lectura del Libro de los Hechos, y este Cristo que ha resucitado es quien nosotros hemos de experimentar y después proclamar y testimoniar como el Buen Pastor.
El “Buen Pastor” (Jn 10) es una imagen literaria que emplea el propio Jesucristo para referirse a sí mismo; es una imagen muy conocida desde el cristianismo primitivo. Ya la encontramos en las Catacumbas. Pero también hoy en día todos conocemos estas imágenes del Buen Pastor en medio de su rebaño o con la oveja sobre sus hombros. Es una imagen recogida de la tradición bíblica, que quiere expresar la solicitud, la preocupación amorosa que tiene Dios por el hombre, por cada uno de nosotros; la misma preocupación que tiene el pastor por sus ovejas. Dios nos cuida a todos, de un modo especial a los más débiles – nos lleva sobre sus hombros -, nos conduce hacia buenos pastos, repara nuestras fuerzas, nos conoce, nos da vida eterna. Todos los cuidados de Dios Padre se concretan y se hacen realidad en el Hijo, Jesucristo, el Buen Pastor.
Descubrir al Señor Resucitado en el camino de nuestra vida como el Buen Pastor que apacienta nuestra vida y que nos guía hacia la Salvación eterna supone el mejor camino de esta Pascua, en el momento presente que estamos viviendo.
Jesús, el Buen Pastor, hoy nos dice algo también sorprendente: “Yo soy la Puerta”, y es que a través de Él tenemos vida en abundancia. No hay atajos, no hay otras “puertas”, quizás más espaciosas, guapas y cómodas, para gustar y saborear la vida rebosante y llena de sentido que nos regala el Buen Pastor. Seguir al Señor implica caminar por dónde Él camina y atravesar las sendas en las que Él ha dejado su vida, tener sus sentimientos y actitudes.
Hermanos y Amigos, el Señor Resucitado nos sigue diciendo hoy. “Yo soy la Puerta”, sigue llamándonos por nuestro nombre, nos llama a cada uno por nuestro nombre. ¡Qué experiencia tan impresionante! ¡Vivámosla en este domingo! ¡Qué gozo mas inmenso nos da gustar, saber que el Señor nos llama, que nos conoce personalmente: con nuestras dificultades y alegrías, con nuestros logros y fracasos…! ¡Nos conoce y nos ama con pasión, con tanta pasión que a este Buen Pastor le hemos costado la vida! Pero este Buen Pastor vive, ¡ha resucitado! y ahora sabemos que pase lo que pase Él va con nosotros no nos deja nunca y nos conduce hacia la Gloria.
Hermanos y Amigos, Jesús, el Buen Pastor, sigue llamando a seguirle más de cerca, sigue llamando a tener, podemos decir ,vocación de puerta: a ser paso y acceso al pasto de la vida. Ser puerta es abrir camino hacia Jesús y la vida que Él ofrece, con sencillez, con entrega con servicio. Y esto es lo que pedimos en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de las Vocaciones Nativas.
Con la Jornada de Oración por las Vocaciones se quiere sensibilizar a los jóvenes a plantearse su vocación, a responder al Señor, Buen Pastor y rezar para que el Espíritu Santo ayude a los que el Señor sigue llamando a responderle con generosidad. Cada uno de nosotros somos llamados a vivir nuestro ser bautizados, nuestra vocación-misión de ser puerta en una vocación concreta: vocación sacerdotal, vida consagrada con sus variados carismas, vida misionera, vida matrimonial. Y esta vocación tiene como tarea ser portadores de la Buena Noticia de Jesucristo para nuestro mundo, ser puerta, como antes decíamos, para vivir la vida nueva del Resucitado. Por ello en esta Jornada tomamos conciencia y rezamos a Dios para que ayude a todo hombre y mujer a descubrir su vocación y para que, una vez descubierta, sepa vivirla con entrega y generosidad. ¡Oremos con insistencia por las Vocaciones en nuestras Parroquias, Comunidades,, diócesis!
Y la Jornada de las Vocaciones Nativas, para rezar y ayudar a aquellas vocaciones que surgen en los Territorios de Misión y que muchas veces tienen serias dificultades económicas para seguir adelante. Han recibido el Evangelio de los misioneros, y son el signo de que éste ha arraigado en la cultura, y se convierten en el futuro de las Iglesias locales. ¡Que surjan muchas vocaciones y se mantengan!
No podemos decir que Dios no nos llama, nos dice el Papa en la exhortación Apostólica sobre los Jóvenes en el n.276, unas palabras que no debemos olvidar y tenerlas presentes siempre: “En el discernimiento de una vocación no hay que descartar la posibilidad de consagrarse a Dios en el sacerdocio, en la vida religiosa o en otras formas de consagración. ¿Por qué excluirlo?” Él es quien nos llama. Nos elige, nos invita a seguirlo. Hoy hemos de ayudar a los jóvenes de nuestro tiempo a hacer este discernimiento y si el Señor llama, que no tengan miedo a responder.
Y otro texto de la misma Exhortación a no olvidar: En Christus vivit (n. 287): «Para discernir la propia vocación, hay que reconocer que esa vocación es el llamado de un amigo: Jesús. A los amigos, si se les regala algo, se les regala lo mejor. Y eso mejor no necesariamente es lo más caro o difícil de conseguir, sino lo que uno sabe que al otro lo alegrará. Un amigo percibe esto con tanta claridad que puede visualizar en su imaginación la sonrisa de su amigo cuando abra su regalo. Este discernimiento de amistad es el que propongo a los jóvenes como modelo si buscan encontrar cuál es la voluntad de Dios para sus vidas».
La Pascua de Cristo que estamos celebrando transforma la existencia de cuantos creemos en Él, nuestro Buen Pastor. Que nos transforme a nosotros y el Espíritu Santo nos ayude a escuchar la voz del Buen Pastor y a seguirle identificándonos cada día más con Él. Que sigamos respondiendo, cada uno de desde la vocación a la que fuimos llamados Sí al Señor y ayudemos a otros a decir Si al Señor también .
La experiencia Pascual nos llena de alegría y de la experiencia de su amor. Y esta alegría y este amor hemos de comunicarlos a los demás para que ellos también descubran y se encuentren con el Buen Pastor, Cristo, que nos conduce siempre a los mejores pastos.
El ejemplo de María nos anime siempre a ello y Ella le encomendamos surjan nuevas vocaciones y cuide de ellas.
Adolfo Álvarez. Sacerdote