LA CUARESMA: UN CAMINO HACIA LA PASCUA
MIERCOLES DE CENIZA, COMIENZA UN TIEMPO DE GRACIA
Hoy, 22 de febrero, miércoles de ceniza, comienza la Cuaresma, “tiempo de Gracia y Salvación”. Comenzamos, toda la Iglesia, a prepararnos con intensidad y profundidad, superando toda rutina, para hacer nuestra, de nuevo, la experiencia de la Pasión-Muerte-Resurrección del Señor Jesús, cuyo momento culminante será la Vigilia Pascual, centro y culmen de todas las Celebraciones del Año Litúrgico.
Comenzamos un camino hacia la cumbre de la Pascua. Un “tiempo de Gracia” de 90 días, cuarenta de preparación para la Pascua, y después cincuenta días de celebración de la Resurrección del Señor y de la presencia salvadora de su Espíritu Santo. Tiempo central para el cristiano.
Iniciamos este camino hacia la Cumbre Pascual, con un gesto cargado de significado, la imposición de la ceniza. Este sacramental recibido en nuestra cabeza es punto de partida sincero y personal, libre y deseado que, reconociendo nuestra pequeñez y nuestra fragilidad, nos pone en camino hasta la cruz salvadora de Cristo en el Gólgota, por el camino del mandamiento del amor cristiano del Jueves Santo y nos hace llegar a la cumbre de la vida nueva en la Resurrección.
La Cuaresma nos invita a volvernos conscientes de lo que es la fe cristiana. El centro es Jesucristo, su Persona y su Mensaje, el Misterio de su Muerte y Resurrección. La razón de la Cuaresma radica en ayudarnos a vivir el acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección del Señor.
La Cuaresma es un momento favorable, el tiempo favorable que nos dice San Pablo, para verificar, para mirar en nuestro interior a la luz del Evangelio y confrontar nuestra vida con Jesucristo.
La Cuaresma hemos de comenzarla con un deseo de conversión para nuestra vida. A la conversión se nos llama, como escuchamos hoy en las palabras insistentes del Profeta Joel: <<Convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso>> Necesitamos volver a Dios, a través la conversión caemos en la cuenta de que nuestra vida sin Él se desvanece, que solo Él nos da lo que nuestro corazón verdaderamente desea. Redescubrimos, de nuevo que Dios, desde siempre, tiene su mirada amorosa puesta en nosotros, nunca deja de amarnos. El camino cuaresmal nos conduce a descubrir y experimentar que Dios es amor. La conversión no es tanto fruto de nuestros propósitos como de lo que el Espíritu debe hacer en nosotros. Por eso dejar a Dios actuar en nuestra vida, poner de nuestra parte abriéndole el corazón.
Hermanos y Amigos, la Cuaresma es un tiempo de renovación interior, un tiempo de cambio, un tiempo de análisis de nuestra vivencia cristiana, descubrir nuestros fallos, descubrir nuestros grandes y pequeños defectos, asumirlos como tales, y proponernos el cambio necesario para mejorar. Cada uno se conoce muy bien y sabe donde están sus carencias en relación a lo que Dios nos pide, una vez conocidas hay que intentar cambiarlas, y aquí está lo difícil porque la mayoría de las veces no nos atrevemos a dar ese paso que nos falta para lograr la verdadera conversión de la que hablamos. Siempre nos suele quedar un trozo de nuestro corazón que no nos atrevemos a entregar a Dios. Por eso esta no es una cuaresma más sino que es la cuaresma, porque es en la que voy a tratar de convertirme de verdad. Cuando nos imponen la ceniza, se nos dice: “conviértete y cree en el evangelio”, es decir “eso que hay de malo en ti cámbialo, decídete de una vez, no tengas la cara de decirle al Señor que no tienes ningún pecado porque ni robas ni matas”, la cuaresma es el tiempo oportuno para hacerlo, por ello hemos de dejar resonar en nuestro corazón la invitación que nos hace el Apóstol: <<dejaos reconciliar con Dios>>
Con estas palabras se nos está diciendo que el camino cuaresmal no es un camino triste ni ñoño, que es una llamada gozosa a conocer más y mejor a Jesucristo para vivir nuestra vida con Él y como Él y ser así hombres y mujeres más auténticos.
Somos llamados a dejarnos interpelar por la Palabra de Dios, meditándola y saboreándola en la oración, para corregir y purificar lo que descubrimos que no concuerda con nuestra dignidad de hijos de Dios.
La ceniza que recibimos en este día en la frente es signo de reconciliación y de cambio. Hemos de recibirla intentando que no sea un signo meramente externo, sino una invitación a aumentar en nosotros la bondad y la justicia y el recuerdo de nuestra fragilidad sea al mismo tiempo recuerdo de la semilla de amor que Dios ha plantado en nosotros, una semilla que no es frágil ni caduca cuando da frutos.
La ceniza tiene varios simbolismos:
- La condición frágil y caduca del hombre y la mujer
- La situación pecadora en que nos encontramos todos los hombres y mujeres
- La súplica confiada al Señor para que venga en nuestra ayuda
- La resurrección del hombre cuyo destino final es resucitar con Cristo
Con el gesto penitencial de la ceniza confesamos nuestra incapacidad para salir de nuestra fragilidad por nosotros mismos y también nuestra disposición a dejar que Dios obre en nosotros dándonos vida nueva.
Este es el reto de la Cuaresma para cada uno de nosotros: seguir a Jesucristo. Él nos guía en este camino hacia la Pascua, (camino que nos conduce a de pasar de la esclavitud del pecado a la libertad de hijos de Dios, camino paso de la muerte que produce en nosotros el distanciamiento de Dios a la vida nueva de la Resurrección), haciéndonos descubrir de qué nos tenemos que liberar para ser más nosotros mismos y dejarnos renovar por la gracia de Dios que nos regenera del pecado haciéndonos experimentar hasta lo más profundo de nuestro ser que “donde abundó el pecado, ha sobreabundado la gracia”.
Y en este reto de seguir a Jesucristo nos encontramos con tres escollos a los que tenemos que enfrentarnos cada uno de nosotros para vivir la Cuaresma y seguir a Cristo más auténticamente:
- Necesito pedir a Dios conciencia de pecador.
En la Oración de Bendición de la ceniza decimos que somos polvo…y queremos emprender una nueva vida a imagen de tu Hijo. Somos invitados a reconocer nuestros propios pecados, que muchas veces vemos en los demás y en nosotros ignoramos, para poder experimentar el perdón y la misericordia de Dios y para pedir la gracia de la conversión
- Necesito seguir un camino penitencial. Poner de nuestra parte para vivir un camino penitencial, un camino de renovación en nuestra vida, por eso vivir la penitencia realmente, renunciar a aquello que nos aleja de Dios y de los demás
- Necesito pedir la gracia de la conversión. Desde la humildad y sencillez de corazón pedirle a Dios la gracia de mejorar, de cambiar, de convertirnos a Él.
Hermanos y Amigos, la recepción de la ceniza debe ir acompañada de propósitos sinceros que manifiesten la voluntad explícita de vivir la Cuaresma como camino de gracia donde avancemos en el conocimiento experiencial del Misterio de Cristo y cada día lo vivamos con más plenitud. Identificarnos cada día más con Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo, en este camino de conversión, hacer ceniza, quemar, todo aquello que nos repugna y nos excita. Se debe reducir a cenizas el egoísmo, el boato, el lujo tonto, la codicia, la mentira, la mediocridad, la superficialidad con que en muchas ocasiones vivimos nuestra vida. Hay que destruir, hasta convertirlo en polvo, el materialismo que nos envuelve, la búsqueda del éxito por encima de todas las cosas y de cualquier persona. La ceniza de este miércoles es compromiso de querer llegar limpios, a través de las prácticas cuaresmales, a la celebración de la Resurrección.
Y para ello en el Evangelio de este día se nos ofrecen tres armas, tres medios:
- La oración. Diálogo con Dios, trato de amistad con el Señor, que nos sale al encuentro con su Palabra, los Sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía. Escucha más frecuente de la Palabra de Dios que nos libera y salva. La Cuaresma es un tiempo para orar más para que sea el Señor quien mueva nuestra vida.
- La limosna. Es un signo de compartir. Ayudar al que lo necesita compartiendo con él de lo nuestro desde la generosidad. La limosna del hombre imita la misericordia de Dios.
- El ayuno, que significa poner un poco de orden en nuestro interior. Ayunar de aquello que engorda nuestro orgullo, de aquello que nos ata, que nos impide amar auténticamente. Ayunar para ser más libres de todo aquello que empequeñece nuestra vida.
Hermanos y Amigos, en este miércoles comenzamos un camino, ¡pongámonos en camino! El Mensaje del Papa Francisco para esta Cuaresma nos ayuda recordándonos el sentido de este camino, hacia dónde caminamos, y nos dice: “en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis. La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz… Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades”
El gesto de la ceniza, que hoy recibimos, nos ha de ayudar a caminar y a llegar con un corazón renovado, sanado, por el perdón del Señor a la Noche Santa de Pascua, momento culminante de todo el camino Cuaresmal y que renovemos con sinceridad las Promesas de nuestro Bautismo diciéndole con alegría y verdad, Señor cuenta conmigo pues yo te digo de todo corazón: creo en Tí. Sí, Señor, quiero contar contigo.
¡Ánimo! ¡Adelante! Iniciemos y vivamos con entusiasmo y profundidad este Camino Cuaresmal animados y ayudados por el ejemplo y la intercesión de María, nuestra Madre y de los Santos. Y en este día considerándonos mendigos ante Dios hacemos nuestra esta Oración de Santo Tomás de Aquino: “Dios Todopoderoso y eterno, he aquí que vengo al sacramento de tu Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo. Vengo como un enfermo al médico de la vida, como un impuro a la fuente de la misericordia, como un ciego a la luz de la claridad eterna, como un pobre y desposeído al Dueño del cielo y de la tierra. Imploro pues la abundancia de tu inmensa liberalidad a fin de que te dignes curar mi enfermedad, purificar mi suciedad, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez”.
Feliz y fructuoso Camino Cuaresmal.
Adolfo Álvarez. Sacerdote