ADVIENTO: VIGILANCIA Y ESPERANZA
Comenzamos un nuevo Año Litúrgico. Comenzamos el Tiempo de Adviento
Comenzar algo nuevo siempre esponja el corazón, siempre es algo que llena de ilusión.
¡Despierta! Se nos dice, ¡ponte en pie, ponte en camino! ¡Vive el Adviento!
Iniciamos el Tiempo de Adviento, un tiempo donde la virtud de la esperanza ha de brillar con fuerza. Cuatro semanas en las que nosotros, creyentes, tomamos conciencia de que el sentido de nuestra vida está en el encuentro con el Señor. El Adviento nos invita a reflexionar el Señor vino, el Señor viene, el Señor vendrá y hemos de prepararnos para recibir al Señor, para encontrarnos con Él.
El comienzo del Año litúrgico, en el Adviento, nos recuerda una vez más que los cristianos tenemos una manera particular de entender el tiempo, no como un continuo retorno marcado por la naturaleza sino como un espacio donde Dios actúa y donde se realiza la salvación de los hombres. Por ello, celebramos y participamos en todos los acontecimientos que conforman la Historia de la Salvación.
En este Nuevo Año Litúrgico iremos de la mano del Evangelista San Mateo, en este ciclo A y a través de este Evangelista nos adentraremos en el Misterio de Cristo para conocerlo más, para amarlo más, para seguirle mejor.
Por medio de la liturgia, el año civil, regido por el ciclo solar, está traspasado por el año cristiano, que en cierto sentido reproduce todo el misterio de la Encarnación y de la Redención: comenzamos con el primer domingo de Adviento y concluimos en la solemnidad de Cristo, Rey y Señor del universo y de la Historia. Pero no hay que olvidar que cada domingo conmemoramos el día de la Resurrección del Señor y celebra todo el Misterio de Cristo; así comenzamos ahora la celebración del Adviento del Señor, que vendrá glorioso al final de los tiempos como vino un día en la humildad de nuestra carne desde el seno de la Virgen María. Comenzamos un tiempo de gozosa expectación.
Recordemos, Adviento es una contracción de la palabra advenimiento o venida. Y tres son las venidas del Hijo de Dios que se evocan con esta palabra: la venida histórica a este mundo como persona humana (La Encarnación); la venida que se producirá al final de los tiempos (como nos recuerda el Evangelio de hoy); y la venida en cada momento y acontecimiento, la presencia diaria en la Iglesia, en medio de cada uno de nosotros.
Este primer domingo de Adviento nos anuncia la venida última y definitiva del Señor. San Pablo nos anima a esperar despiertos, a no dejar que nada nos impida acoger al Señor, vivir el encuentro con Él, “ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros” (Rm 13,11) El Adviento aviva en nosotros la actitud de la esperanza, hecha de vigilancia activa. El Evangelio hoy nos dice:“Estad en vela porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Estad preparados”. Y nos lanza, por eso, a la espera de El Salvador, que vendrá al final de los tiempos para completar la obra que comenzó con su Nacimiento en Belén. Nos devuelve así la certeza de que nuestro mundo, nuestro historia, nuestra propia vida tiene sentido. Este no se encuentra en los bienes de esta tierra, se encuentra más allá de nosotros, y es regalo del Dios que se nos manifiesta en Jesucristo. Si nos abrimos a esta esperanza, nuestra vida se desarrollará intensa y comprometidamente en este mundo, pero sin perder de vista ese más allá, en que nos encontraremos para siempre con el Dios Salvador.
Cristo nos espera, hermanos. Y nos espera con los brazos abiertos y llegará un día de presentarnos al examen final de la vida donde la pregunta será ¿has amado?. Lo decía San Juan de la Cruz: “en la tarde de la vida seremos examinados del amor”
Hermanos y Amigos, el Adviento es tiempo de esperanza, tiempo en el que celebramos todo lo bueno que está por venir a nuestra vida para sacarnos de todas las situaciones negativas que vivimos. Vemos en la primera lectura una visión de Isaías que dice: “Al final de los días… confluirán hacia Jerusalén de todos los pueblos… Dios nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas… De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas”. Así ve Isaías ese futuro esperanzador y pacificador que nos aguarda.
Puede que aparezca en ocasiones en nuestra vida la tentación del desaliento, del cansancio e incluso la desesperanza ante los problemas de la vida. Sin embargo el creyente ha de ser un hombre de esperanza, que sabe no todo está en nuestras manos, sino en las de Dios y que nuestro Dios es un Dios cercano que tiene una palabra de verdad para cada uno de nosotros, que es capaz de hacer brotar un renuevo de un leño seco.
Nuestra actitud ha de ser de confianza plena en el Señor que viene a nuestro encuentro.
Hermanos y Amigos, en estas cuatro semanas del Adviento nos acompañarán también tres importantísimas figuras que nos van a decir cómo prepararon ellas la venida del Hijo de Dios y nos enseñarán a prepararla nosotros. Sin duda que las conocemos: el profeta Isaías, Juan el Bautista y la Santísima Virgen María. El profeta lo anunció a pueblo judío allá por el año 740 antes de Cristo y hoy hemos escuchado su palabra: Caminemos a la luz del Señor (Is 2,5). El Bautista nos dirá más adelante: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos (Mt 3, 2). La Santísima Virgen María es la Madre del Mesías esperado que dijo “Aquí está la esclava del Señor”
Hermanos y Amigos, la venida del Señor es un anuncio de alegría. Alegría porque el Señor quiere venir a nuestra vida, quiere venir para darnos la mano y rescatarnos de la maldad en que nos hundimos. El Señor quiere hacernos felices. Sí felices. Dios quiere venir a poner su casa en nuestra casa, quiere el Señor hacernos libres, recatarnos de la oscuridad del pecado.
Hermanos y Amigos, vivamos con intensidad este Adviento, preparemos en nuestra vida camino al Señor. ¡Merece la pena! No perdamos tiempo dejándonos invadir de añoranzas que nos entristecen ante la proximidad de la Navidad, ¡no! Preparemos el corazón al Señor y dejémosle nacer para que sea Él quien ilumine y guie nuestra vida.
Que este Tiempo de Adviento, y todo el Nuevo Año Litúrgico, sea una oportunidad para profundizar más en el Misterio de Cristo, en el Misterio del Señor que vino a este mundo para abrirnos las puertas de la Salvación; en el Misterio del Señor que viene, alentando la vida de los hombres, descubriendo su presencia “en cada hombre y en cada acontecimiento” (Prefacio III de Adviento); en el Misterio del Señor que vendrá revestido de gloria y poder, para establecer definitivamente la justicia y la paz. ¡Estemos despiertos!¡estemos vigilantes!
Hermanos y Amigos, vivamos este tiempo con especial intensidad, sea este Tiempo para nosotros un tiempo de gracia y dispongamos el corazón al Señor. Que la venida del Señor reavive nuestra fe, nuestra esperanza y manifieste en nuestra caridad. ¡Deseemos ardientemente su Venida!
¡Feliz Adviento!
Adolfo Álvarez. Sacerdote