EL CORAZON DE JESUS, FUENTE DEL AMOR DE DIOS,
EL BUEN PASTOR QUE SIEMPRE NOS CUIDA
La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos invita a contemplar el misterio inefable del amor divino manifestado en Cristo, cuyo corazón abierto en la cruz por la lanza del soldado romano es la máxima expresión de su entrega por nosotros y la fuente de donde manaron los sacramentos de la Iglesia. Somos invitados a contemplar y a celebrar el amor infinito de Jesús, un amor que se dirige a cada uno de nosotros, que nos ofrece el perdón y nos llama a la santidad.
La devoción al Corazón de Cristo es la quintaesencia del Evangelio. Hablar del Corazón de Jesús es hablar de su Humanidad, de quien nos “ama con corazón de hombre”, es ver hechas realidad las palabras del Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único…”(Jn3)
La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la Celebración del amor, pues el Corazón de Jesús es misericordioso, es la ternura de Dios. El Señor quiso mostrarnos su corazón como un corazón amante, un corazón que tanto nos ama. La prueba de que Dios nos ama es que <<siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros>> (Rm 5, 8).
Contemplar el Corazón de Cristo es contemplar el Misterio del amor de Dios manifestado en Cristo, cuyo corazón abierto en la cruz por la lanza fue la prueba máxima de su amor y generosidad y la fuente de donde manaron los sacramentos de la Iglesia.
El Corazón de Cristo es “una fuente divina de la que brota una inagotable abundancia de Gracia para nosotros”
En el Corazón de Cristo se nos revela la humanidad de Dios y se nos hace sentir todo el amor de Dios para con nosotros. En el Corazón de Cristo podemos descubrir un Dios que es capaz de llegar a nosotros con sentimientos humanos para que nosotros como respuesta entremos en este Misterio de Amor y le entreguemos todo el amor que seamos capaces con gratitud y confianza.
En la Sagrada Escritura el “corazón” es el centro mismo de la persona. “Corazón” significa intimidad, afectividad, sentimientos más profundos. Hablar del “corazón” es hablar del manantial del que brota la vida y los sentimientos más íntimos de la persona. En el Corazón de Jesús podemos decir que Dios expresa sus sentimientos, su intimidad, Dios nos dice quién es y nos habla de corazón a corazón.
Con la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús la Iglesia tributa a Cristo el culto de adoración que corresponde al Hijo unigénito de Dios, en quien Dios Padre misericordioso ha salido al encuentro de la humanidad pecadora, para recuperarla de la perdición que la alejaría definitivamente de la felicidad para la cual el hombre fue creado. Jesús clavado en la cruz nos muestra el amor extremo de Dios hacia nosotros, que a su vez, nos atrae hacia su amor infinito. Como señalo Benedicto XVI: “Desde la alta cima de la cruz, él no ha traído nuevas leyes, tablas de piedra, sino que se trajo a sí mismo, trajo su cuerpo y sangre, como nueva alianza. Así nos hace consanguíneos con él, un cuerpo con él, identificados con él. Nos invita a entrar en esta identificación, a estar unidos a él en nuestro deseo de ser un cuerpo, un espíritu con él”.
El costado abierto del Señor es la puerta por donde puedo entrar en el misterio del Amor del Verbo Encarnado; y sólo el Amor, el Amor del Hijo, nos conduce al santuario de Dios mismo. “Quien me ve a Mi ha visto al Padre”, le dijo el Señor a Felipe. Por eso, a través del Corazón de Jesús podemos ver y contemplar la esencia de nuestro Dios, un “Dios rico en misericordia y perdón”. El Corazón de Jesús nos muestra a un Dios que nos ama siempre; y de forma gratuita; no es Él el que necesita de nuestro amor, sino que somos nosotros los necesitados. Por eso nos ama incondicionalmente y no por nuestros méritos. Él nos ama siempre, como lo vemos reflejado en el Padre de la parábola del Hijo Pródigo, que no deja de salir a la puerta para ver si volvemos a su regazo; como el Buen pastor que se alegra de encontrar a la oveja perdida. En definitiva, en el costado de Cristo podemos escuchar la llamada de nuestro Dios para acudir a Él y dejarnos curar las heridas de los pecados con el bálsamo de su perdón
En Cristo es Dios misericordioso quien nos revela el movimiento amoroso de su corazón sin angosturas, abarcador de la humanidad creada y salvada en él mediante por la pasión y la muerte en cruz. La misericordia divina salva la vida del pecador y como canta el salmista es el Dios misericordioso quien “rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura” (Sal 102,4). La misericordia de Dios se revela en los latidos del corazón exánime de Cristo, pendiendo de la cruz y herido por la lanza del soldado que abrió su costado hasta alcanzar el corazón, del cual “al punto salió sangre y agua” (Jn 19,34).
El Corazón de Cristo coronado de espinas y sangrante es el símbolo de la entrega de Cristo por amor, un corazón que pide respuesta de amor, invitando al acto de fe en el Hijo de Dios, en quien “están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento del misterio de Dios” (Col 2,3). La fe abre la entrada al corazón de Cristo, para que en unión de todos los santos, podamos “abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento” (Ef3,18-19).
Por tanto, amigos y hermanos, la contemplación del Corazón de Jesús nos llama y nos invita a coger la mano de Cristo, a beber de su costado para poder así caminar por los caminos de la donación y de la entrega. Su Corazón es fuente de fortaleza para superar las dificultades de la vida y poder caminar en la verdad, en el amor y en la esperanza. Del costado abierto de Cristo abierto brota un aliento que disipa los egoísmos, las mentiras y todo aquello que nos impide salir al encuentro de Dios y del hermano. El Corazón de Cristo es la respuesta a los anhelos de todos y cada uno de los hombres, de todos y cada uno de nosotros. En Él se nos hace presente ese amor infinito que buscamos ansiosamente y en Él bebemos el amor auténtico para vivir el mandamiento del amor al prójimo. La experiencia de la cercanía y de la ternura de Dios que se nos manifiesta en el Corazón de Cristo nos impulsa a poner toda nuestra vida en juego en el amor al prójimo.
Cuando rezamos aquello de “Corazón de Jesús haz mi corazón semejante al tuyo” no estamos pretendiendo otra cosa sino conseguir que, nuestro vivir, sea un existir como Dios quiere, un vivir en el amor. Cuando invocamos “Corazón de Jesús en Vos confío” rezamos públicamente, o privadamente, que sólo el Señor puede derramar sobre nuestro mundo soluciones que hagan de nuestra tierra un reino de justicia y de paz, de desprendimiento y de unidad, de bienestar y de verdad.
Acudiendo al Corazón del Señor, adentrándonos en Él, experimentamos que la esperanza en Cristo Jesús no defrauda. Por ello hoy renovamos, al Celebrar esta Solemnidad nuestra esperanza, nuestra confianza, en Él. A este propósito recordamos unas palabras del Papa Francisco:“¡Cuántas veces hemos dicho la jaculatoria: Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío! Sabemos bien de quien nos fiamos. Tenemos la seguridad, la certeza que jamás quedaremos defraudados. Jesús permanece siempre fiel, no traiciona jamás. Aun cuando nos equivocamos, Él nos espera siempre para perdonarnos: es el rostro del Padre misericordioso. Esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón: Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad (Papa Francisco).
A través del Evangelio de hoy somos invitados a acercarnos al Señor como la oveja perdida, la enferma, la descarriada, la cansada. Él nos pone sobre sus hombros y nos llena de su amor, de su misericordia, nos cura, nos renueva, nos acompaña siempre. Experimentemos hoy, en esta día del Sagrado Corazón , en lo más profundo de nuestro ser que Cristo es el Buen Pastor que jamás nos deja, que siempre va con cada uno de nosotros.
Y en esta Solemnidad del Corazón de Jesús se celebra la Jornada de Oración por la Santificación de todos los Sacerdotes. Oremos hoy por esta intención. El ministerio sacerdotal tiene por misión llevar a los hombres los bienes espirituales que manan del corazón abierto de Cristo crucificado, origen de la Iglesia y de los sacramentos de salvación. Hemos de suplicar a Cristo que allegue a su corazón hasta que pueda latir al unísono con Él el corazón de todos los sacerdotes, para que, mediante una vida santa, atraigan a Cristo a los hombres necesitados de la misericordia de Dios, amor redentor que restaura las heridas que en todos deja la vida sin Dios.
Consagrémonos de nuevo al Corazón de Cristo. El Padre Juan Croisset, Jesuita señalaba que la devoción al Corazón de Jesús <<no consiste propiamente hablando, más que en amar ardientemente a Jesús, a quien tenemos incesantemente con nosotros en la adorable Eucaristía>> y en reparar la indiferencia o desprecio con que se responde a su amor
Hermanos y Amigos, en esta Solemnidad tan entrañable, con Cristo, cargados sobre sus hombros, mostremos, a quienes no la conocen, la inmensa misericordia de Dios. Y desde lo hondo del corazón digamos hoy especialmente: “Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío”. “Haz mi corazón semejante al tuyo”
Adolfo Álvarez. Sacerdote.