SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA:
VIVIR LA MISION DE PREPARAR LOS CAMINOS DEL SEÑOR
La Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista es una de las grandes fiestas cristianas. Es el único Santo del que celebramos su Nacimiento. La Iglesia celebra tres Nacimientos: el de Cristo, el de María y el del Precursor, San Juan Bautista. De San Juan Bautista celebramos también su “diez natalis”, su martirio, el 29 de agosto.
En San Juan Bautista podemos ver cumplidas las palabras del Profeta Isaías: “estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas y pronunció mi nombre…” (Isaías 49,1ss).
Para situarnos ante la figura de San Juan Bautista recordamos las palabras de San Agustín en un Sermón ante esta Solemnidad: “Juan nace de una anciana estéril, Cristo de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe… Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La Ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre”
Juan significa: “Dios es misericordioso”. Por medio de este niño, Dios se manifiesta realmente misericordioso. Misericordioso con sus padres, ya ancianos. Y más misericordioso, si cabe, con el mundo, porque le regala el Precursor de su propio Hijo.
En toda la tradición Bíblica la imposición del nombre por parte de Dios significa la elección para una misión extraordinaria. Juan así aparece como un elegido que tiene una misión. Ser el Precursor del Hijo de Dios, anunciar y preparar su Venida.
Toda la grandeza de Juan no procede de su valía personal sino que es prestada. Dios le escogió para que fuera el profeta que anunciara y preparara la venida de su Hijo, Jesucristo, a la tierra.
Tengamos también en cuenta que ambos nacimientos coinciden con el solsticio: el Nacimiento de Jesús con el de invierno, cuando empiezan a aumentar las horas de luz, y el de San Juan con el de verano, cuando comienzan a disminuir las horas de luz. Así se hacen realidad, de modo simbólico, las palabras del Bautista: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30)
Su misión fue preparar a los hombres para recibir la venida del Hijo de Dios hecho hombre, moviendo al arrepentimiento de sus pecados y atrayendo los corazones para creer en el Mesías esperado. Pudo realizar esta misión porque Dios le concedió la gracia, pues fue ya lleno del Espíritu Santo en el seno de su madre, Isabel.
San Juan Bautista llega al culmen se su misión cuando dirige la mirada de dos de sus discípulos hacia Jesús, de quien les dice “ahí va el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29)
Tres rasgos a destacar en San Juan Bautista que nos pueden, sin duda ayudar a vivir nuestro ser cristiano y que recordamos al celebrar esta Solemnidad:
-Un primer rasgo es la conciencia de su identidad y vocación:
Contemplamos en el Evangelio, en el Evangelio de San Lucas todas las circunstancias misteriosas que rodearon su nacimiento, su concepción milagrosa de una mujer anciana y estéril, su padre Zacarías que se queda mudo por no creer en el anuncio del ángel, y ese primer encuentro con Jesús en el vientre de su Madre, cuando María visita a su prima Isabel.
Y nos preguntamos ¿qué será este niño?” Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él, desde el vientre materno, “estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno”, le dirá el ángel a Zacarías. Y Zacarías dice cuando proclama el cántico, después de soltársele la lengua: “A ti niño te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar su camino…” Será el Precursor… <<Voz que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos>> (Lucas 3, 4)
Como Juan Bautista también cada uno de nosotros tiene una identidad y misión… Somos en cuanto personas, seres únicos e irrepetibles. Cada uno de nosotros viene a este mundo a cumplir una tarea y hemos sido ungidos en el Bautismo y en la Confirmación, para ser apóstoles y profetas… Debemos preparar el camino del Señor en muchos corazones, debemos ser también como esa Voz que grita en el desierto de tanta indiferencia, “preparad el camino al Señor”.
-Un segundo rasgo es su humildad y confianza en Dios
San Juan Bautista fue un gran profeta, Jesús lo llamó el más grande de los nacidos de mujer (Mateo 11, 11) , y llegó a tal punto su fama que muchos pensaban que era el Mesías esperado. Pero Juan nunca se la creyó, nunca se buscó a sí mismo, ni cedió a la búsqueda de reconocimiento o aplausos. Él decía: <<Yo os bautizo con agua; pero viene detrás de mi Detrás de mí viene Él que es más grande que yo, y no soy digno de desatarle la correa de las sandalias. Confesó y no negó, señaló: Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, seguidle.
San Juan Bautista es el hombre que confía y su confianza es tal que incluso se siente confundido cuando Jesús obra y habla de un modo desconcertante, cuando come con prostitutas y publicanos y habla de un Reino que no es de este mundo… y entonces envía a sus discípulos a preguntarle si Él es en verdad el Mesías, o hay que esperar a otro… Y Jesús les responde: <<Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí>>.Y San Juan Bautista , aunque no comprende, confía.
Este segundo rasgo de San Juan Bautista nos ha de llevar a preguntarnos cada uno de nosotros. ¿Tenemos la humildad de San Juan Bautista?, para no ponernos a nosotros mismos en el centro, para no ser auto referenciales como dice el Papa Francisco, para comprender que es necesario que Jesús crezca y nosotros disminuyamos, porque lo importante es que las personas se encuentren, tenga experiencia de encuentro con Jesucristo, y para ello nosotros somos instrumentos, no los protagonistas.
Y una segunda pregunta que hemos de hacernos ¿Cuál es nuestra actitud ante las situaciones de desolación que nos desconciertan? ¿Seguimos confiando en el Señor? Ante la pedagogía de Dios, que muchas veces nos confunde y no comprendemos ¿tenemos la confianza que tuvo San Juan Bautista para discernir y confiar que Dios escribe muy derecho en renglones que nosotros vemos o nos parecen muy torcidos? San Juan Bautista con su ejemplo y testimonio nos ayuda y estimula a confiar siempre en el Señor y a aprovechar esos momentos de situaciones complicadas a purificar nuestra fe en el Señor.
-Un tercer rasgo es la integridad y el coraje para ser testigo de la Verdad
San Juan Bautista es un mártir de la verdad, de los valores morales que no se relativizan ni se acomodan y así nos lo muestra el Evangelio. Él es consciente perfectamente que el rey Herodes lo admira y quiere favorecerlo. Pero sabe también que está actuando de manera inmoral al tomar como esposa a Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Y denuncia ese comportamiento inmoral, y se mantiene fiel a su conciencia, no cambia de parecer para bailar el agua a nadie. Es una persona totalmente integra, en él no hay doblez ni hipocresía. No se deja llevar por cálculos políticos o conveniencias. Como luego lo hiciera Santo Tomás Moro, cuya memoria celebrábamos ayer, con el rey Enrique VIII, se mantiene fiel a sus principios cuesto lo que cueste. Y a Juan Bautista le costó la cabeza.
Este rasgo ¿cómo nos cuestiona a cada uno de nosotros? En una época en que los valores se han vuelto relativos y se traiciona la conciencia -que es la voz de Dios que me dice cuál es el bien que debo obrar y el mal que debo evitar- por cualquier interés o temor, por vergüenza, por miedo a que nos señalen, porque muchas veces nos movemos en el “todo el mundo lo piensa”, “todo el mundo lo dice”.
Hermanos y Amigos, como San Juan Bautista es preciso que todos los creyentes tomemos conciencia de la grandeza de nuestra vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Cada uno de nosotros ha sido, también, amado, llamado y elegido desde el seno materno para vivir como hijo de Dios y como testigo de la misericordia de Dios a favor de toda la humanidad. El Señor nos llama a todos y a cada uno a trabajar en su viña – la Iglesia, el mundo, la familia- con el don y carisma que el Espíritu Santo le haya dado. No nos avergoncemos nunca de Jesucristo delante de los hombres. Seamos sus testigos fieles y animosos. Él nos ha hecho partícipes de su luz para que iluminemos el mundo: “Vosotros sois la luz del mundo.”.
Hermanos y Amigos, estamos llamados a ser evangelizadores, a preparar los caminos al Señor, a ser sus testigos, como Juan Bautista. Hemos de dar a conocer al Señor, porque es imposible conocer al Señor y no amarlo, y aún más imposible amarlo y no seguirlo. Por ello hemos de ser altavoces de Jesucristo, señalándole en medio de nosotros con gozo y con valentía. El Señor está en medio de nosotros dejemos que nos empape de su misericordia y de su amor y testimoniemos por el mundo con nuestras obras y palabras la Salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús
San Juan Bautista nos siga animando y ayudando a transmitir la antorcha de la fe. Su ejemplo y valentía nos estimulen a nosotros en continuar esta misión: preparar los caminos al Señor. Y que lo hagamos con humildad, con confianza en todo momento en el Señor, especialmente en los momentos de prueba y sobre todo teniendo el coraje de mantenernos fieles a la verdad y de nunca obrar -respondiendo a las presiones o intereses- en contra de nuestra conciencia de hombres y mujeres que quieren ser testigos del Señor.
Adolfo Álvarez. Sacerdote