SAN JUAN, EL BAUTISTA, EL PRECURSOR DEL SEÑOR ,
NOS ENSEÑA A ABRIR CAMINO AL SEÑOR
Celebramos hoy la Solemnidad del Nacimiento de San Juan el Bautista, un santo a quien la Iglesia venera de modo extraordinario, ya que su nacimiento fue preparado por el mismo Dios a fin de que fuera el Precursor de su Hijo Jesús y preparase los corazones de los Israelitas a la venida de Cristo. San Juan Bautista es el único santo del cual se celebra no sólo el día de su muerte, como hacemos con los demás santos, sino también el día de su nacimiento. Esta Solemnidad está en relación con el nacimiento de Cristo según las palabras del ángel en el momento de la Encarnación del Hijo de Dios: <<Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril>> (Lc 1,36)
Toda la grandeza de Juan no procede de su valía personal sino que es prestada. Dios le escogió para que fuera el profeta que anunciara y preparara la venida de su Hijo, Jesucristo, a la tierra.
Tengamos también en cuenta que ambos nacimientos coinciden con el solsticio: el Nacimiento de Jesús con el de invierno, cuando empiezan a aumentar las horas de luz, y el de San Juan con el de verano, cuando comienzan a disminuir las horas de luz. Así se hacen realidad, de modo simbólico, las palabras del Bautista: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30)
A Juan, el Bautista lo veneramos los cristianos como al último de los profetas del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo Testamento. Juan, el Bautista, nos hace caer en la cuenta de la misión profética que los discípulos de Jesús tenemos en la vida: hemos sido ungidos y el Espíritu del Señor se ha posado sobre nosotros para que anunciemos el Evangelio de la salvación a todos y en todas las circunstancias.
La Solemnidad de la Natividad de Juan Bautista nos invita a valorar los pequeños acontecimientos de la vida, como el nacimiento de un niño. Con el nacimiento de Juan nos lleva a contemplar el Dios que, además de hacerse uno de nosotros en Jesús, nos prepara para recibirle como nuestro Salvador. Este es el modo de actuar de Dios en la historia: como un agricultor prepara la tierra para sembrar, Dios fue preparando la humanidad a lo largo de la historia hasta que se manifestó en su Hijo. De igual modo, también prepara nuestro corazón, a través de personas y acontecimientos, para que vayamos poco a poco descubriendo sus huellas en nuestra historia.
San Juan Bautista prepara la venida inminente del Hijo de Dios. Aun en el vientre de su madre anuncia, con un salto de alegría, la presencia de Dios hecho niño. Juan intuyó que su quehacer en la vida era preparar la venida del que venía detrás de él. Y para ello vivió y por ello murió. Así fue toda su vida, en estrecha relación con Jesús, señalando a Cristo, diciendo a los hombres dónde, cómo y cuándo podrían encontrarse con el Mesías esperado. Ésta fue la gran misión que tuvo y la razón por la que Jesús pudo decir de él: “no ha nacido de mujer otro mayor que Juan”.
Hermanos y Amigos, todos nosotros llevamos, por el bautismo, la misión de Juan: señalar a los demás donde encontrar a Jesús, no solo con palabras, sino con nuestro estilo de vida, con nuestras opciones, con la radicalidad de nuestra fe y la fidelidad al Evangelio. Si queremos que haya fe en el mundo, que las personas de nuestro tiempo vivan la fe, necesariamente tenemos que hablar, tenemos que anunciar y testimoniar nuestra fe en Jesús, el Hijo de Dios. Tenemos que mostrar hoy a los hombres de nuestro tiempo al Cordero de Dios que sigue quitando los pecados del mundo y que es quien da sentido pleno a nuestra vida.
Nosotros vivimos en un momento de la historia donde en el que se necesitan profetas que den a conocer y preparen el camino del Salvador anunciado por Isaías y por Juan Bautista y hoy presente y vivo entre nosotros. Estos profetas somos los bautizados, cada uno desde su vocación está llamado a anunciar a preparar camino al Señor. Debemos preparar el camino del Señor en muchos corazones, debemos ser también como esa Voz que grita en el desierto de tanta indiferencia.
Hermanos y Amigos, la fe en los otros se suscitará y crecerá por el anuncio de la Palabra de Dios y por el testimonio de que hemos encontrado al Mesías, al Salvador. Todos los bautizados, sacerdotes, consagrados y laicos con sus diversas profesiones, estamos llamados a anunciar y a testimoniar al Señor, llevando adelante el encargo del Señor: “vosotros sois la luz del mundo…vosotros sois la sal de la tierra…” y en Juan, el Bautista tenemos un ejemplo.
Desde lo dicho anteriormente San Juan, el Bautista nos enseña a los creyentes de hoy:
- A ser cristianos auténticos y tomarnos la vida en serio
- A vivir sin ser esclavos del consumismo
- A ser cristianos orantes y a frecuentar los Sacramentos
- A no tener vergüenza en dar testimonio de la verdad de Dios
- A vivir la caridad fraterna mediante la práctica de las obras de misericordia
- A no tener ningún miedo ante las dificultades que se nos puedan presentar por el testimonio de la Verdad del Evangelio.
Hermanos y Amigos, el testimonio de San Juan Bautista, celebrado solemnemente por la Iglesia, celebrado en este día por nosotros, llega a los creyentes de todas las épocas, también de la nuestra. Él es, para nuestro tiempo, un signo de esperanza: Dios es fiel a sus promesas y no nos abandonará. Es también, en los tiempos que vivimos, un modelo para la transmisión de la fe, como hemos dicho. El verdadero evangelizador obra como él. Dar a conocer a Jesús: he aquí la tarea evangelizadora más decisiva. Porque es imposible conocer a Jesús y no amarlo, y aún menos, amarlo y no seguirlo…
La Solemnidad de hoy nos brinda también una ocasión privilegiada para agradecer de todo corazón el papel decisivo de aquellas personas que fueron nuestros precursores en la fe porque no centraron sobre sí mismas nuestra atención, sino que la orientaron decididamente hacia el Cristo. Que, tanto ellas como nosotros, en el cielo y en la tierra, por el gozo del Espíritu Santo, vivamos con una inmensa alegría la gracia de haber sido encontrados por Jesucristo y de haberle entregado confiadamente nuestras vidas y de seguir entregándole nuestras vidas pues San Juan Bautista nos anima, y seguirá animando, para que la gran pasión de cada uno de nosotros, creyentes, y de todos los creyentes, sea mostrar a Jesús, llevar a los demás a Jesús.
Que San Juan Bautista interceda por nosotros y nos ayude a tomar conciencia de nuestra vocación de creyentes. Que nos ayude a confiar siempre en el Señor y a mantenernos siempre fieles a la verdad del Evangelio a pesar de las dificultades.
Que nuestro corazón en este día se renueve, llene de alegría y seamos cada uno pueblo bien dispuesto para recibir el Evangelio y demos siempre testimonio de Jesucristo, “Camino, Verdad y Vida”.
Adolfo Álvarez. Sacerdote