LA FE NOS LLEVA A SER AGRADECIDOS
Seguimos en la Escuela del Señor a través del Evangelista San Lucas. Esta Escuela nos ayuda a ir discerniendo en nuestra vida de fe y a que vayamos creciendo en identificarnos con Cristo, ayudándonos en el camino de nuestra conversión para que no quedemos instalados en la mediocridad y también para que cambiemos aquellas actitudes que tenemos y no son según el Corazón de Cristo. La Palabra de Dios nos anima, a veces nos corrige y a veces, como se dice en el lenguaje del árbitro de futbol, nos enseña “tarjeta amarilla” e incluso “tarjeta roja” cuando nuestra manera de actuar se distancia demasiado de la del Señor.
Si el domingo pasado se nos enseñaba sobre la fe, sobre nuestra confianza en Dios y se nos invitaba a poner nuestro corazón en el Señor, a fiarnos plenamente de Él, hoy se nos dice que si nos fiamos totalmente de Él, obra maravillas en nosotros, dándonos la Salvación. Y esta experiencia de la Salvación ha de llevarnos a ser agradecidos con Dios.
En las Lecturas de este Domingo en primer lugar a través de Naamán, el Sirio, se nos muestra que Dios quiere la salvación de todos, de todos. Pero también se nos muestra que para que la salvación obre en nosotros hemos de confiar plenamente en Dios. Y es que lo que Dios nos pide a través de sus mediaciones a veces nos hace dudar o nos parece ilógico. Y así aparecen las preguntas que se hace Naamán ¿para qué he venido yo hasta aquí? ¿Solo para bañarme en un río y ya está? Pero se fía de Dios, confiando en las palabras de Eliseo y pudo Naamán experimentar la salvación de Dios.
Hermanos y Amigos en segundo lugar, Dios obra en nosotros la Salvación, Él nos ha llamado a experimentar las maravillas de su amor ya en nuestro Bautismo, el Agua del Bautismo es el Nuevo Agua de la Salvación prefigurada en el Jordán. Y de esta Salvación estamos llamados ser testigos ante los demás. Él sana todas nuestras lepras, la lepra del pecado, cuando como los diez leprosos del Evangelio de hoy confiamos en Él y le decimos. “Ten compasión de nosotros” (Lc 17, 11ss).
¡Que grande es Dios! ¡Que desbordante es su compasión y misericordia!, Dios quiere que pongamos algo de nuestra parte, como a los leprosos que les dice el Señor: “poneos en camino…”. Pongámonos cada uno de nosotros en camino, fiémonos totalmente del Señor para que su Salvación alcance todo nuestro ser, toda nuestra vida.
Y en tercer lugar la experiencia de la Salvación nos ha de llevar a vivir la gratitud para con Dios. El refranero popular nos dice: <<Es de bien nacidos el ser agradecidos>>. Por ello hoy desde el Evangelio donde nueve leprosos curados no se acordaron de dar gracias, sólo uno se acordó de dar gracias, se nos invita a preguntarnos si somos personas agradecidas con Dios y con los demás.
La gratitud es reconocer a Dios en la vida, la gratitud nos lleva a reconocer que Dios sale a nuestro encuentro a través de cada acontecimiento, a través de cada persona que va poniendo en nuestro camino, haciéndonos participes de su Salvación, de su inmenso amor por nosotros. Aquel leproso que vuelve a dar gracias nos ayuda a comprender que los favores que recibimos de Dios nos han de llevar a Él.
En la Eucaristía precisamente damos gracias, celebramos el Memorial agradecido (Acontecimiento de salvación que sucede aquí y ahora) del gran amor que Cristo nos tiene y seguimos abriéndonos a la acción de la gracia, a la Salvación que cura todas nuestras lepras. Revivimos la gran Obra de Salvación de Dios para con nosotros en Cristo Jesús. Y este revivir, este Memorial nos mueve a que prolonguemos nuestra acción de gracias acudiendo en socorro de los que nos necesitan. Y es que el agradecimiento nos tiene que llevar a caer en la cuenta de que todo nuestro bien está en Cristo y entonces queremos que los otros, los demás, experimenten la salvación que se nos ha dado, la salvación que nosotros experimentamos.
Hermanos y Amigos el bien tiene que difundirse, el amor con el que Dios transforma nuestras vidas, cuando somos agradecidos, proclama su gloria, nuestro corazón canta como María en el Magníficat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”
Hoy nuestra cultura parece en muchas ocasiones olvidarse de la gratitud, estamos en muchas ocasiones en la cultura de la “exigencia”. A nivel religioso es más frecuente pedir que dar gracias. Desde la enseñanza evangélica de este domingo recuperemos la gratitud. Cada domingo nuestra Celebración, el hacer “Memorial de Jesús Resucitado” tiene que ser agradecimiento a Dios por el don de la fe, por el don de la Salvación,como dice San Agustín: “A Él le debemos la existencia, la vida y la inteligencia; a Él le debemos ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos. Pues ¡ qué tienes que no hayas recibido?”
Hermanos y Amigos, estamos Celebrando este mes misionero extraordinario y se nos recuerda que hemos de ser misioneros allí donde nos encontramos, misioneros de la Salvación de Dios, de las maravillas que Dios obra en nuestros corazones. ¡Seamos misioneros de la fe! Seguro que nuestro alrededor existen personas que como Naamán buscan y quieren algún Eliseo que les ayude a llegar a la fe en Dios. Agradezcamos hoy a Dios el don de la fe y tantas maravillas que hace en nosotros y demos con nuestra vida gloria a Dios llevando allí donde vayamos la Buena Noticia de Jesucristo: Dios nos ama inmensamente, está con nosotros y nos salva.
¡Feliz Domingo!
Adolfo Álvarez. Sacerdote