VIVIR HOY EL DON DE LA FE
Continuamos en la Escuela del Señor de la mano del Evangelista San Lucas.
Después de redescubrir de nuevo que no podemos poner la confianza en el tener, de que no podemos encerrarnos en nosotros mismos siendo indiferentes a lo que les ocurre a los demás que están en nuestro alrededor, hoy, en este domingo se nos invita a redescubrir la fe, como don de Dios que al mismo tiempo nos mueve a poner al Señor en el centro de nuestro vivir. Que toda nuestra confianza esté en Dios y al mismo tiempo vivamos en la humildad para reconocer que Él es la fuente ce todo don, que sin Él nada podemos.
Fe es fiarnos, es confiar plenamente en Él, en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida. Necesitamos recordar que no somos cristianos, creyentes, por una razón meramente subjetiva, porque simplemente nos guste y que tampoco el ser cristiano son unas normas, o unos ritos. Así nos lo decía Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por un encuentro con un Acontecimiento, con una Persona que da un horizonte nuevo a toda nuestra vida”. Así decía Carlos de Foucauld: “Desde que me encontré verdaderamente con Dios, he descubierto que ya no puedo vivir sin Él”.
La fe consiste en reconocer a Cristo como <>, y reconociéndole apoyarnos plenamente en Él, abandonarnos totalmente en Él, deseando cumplir siempre la voluntad de Dios como correspondencia a su inmenso amor para con nosotros.
La fe no es para un momento ni para algunos trozos o partes de nuestra vida, no , la fe en el Señor invade todo el ser de la persona, nuestra fe en Dios abarca toda nuestra persona. Es una adhesión a Cristo total e incondicional. Y la fe es en todo momento y circunstancia, pase lo que pase sabemos que Dios está siempre a nuestro lado y nos ama con un amor incondicional.
Lo dicho no quiere decir que no haya momentos en que podemos dudar, en que parece que las dificultades por las que podamos a travesar nos hagan dudar o se ponga cuesta arriba nuestra confianza en el Señor. Por ello tenemos siempre que hacer nuestra la suplica que hoy le hacen los Apóstoles al Señor: “Auméntanos la fe”.
Hermanos y Amigos la fe es un don gratuito de Dios que cada día debemos pedir.
Necesitamos pedirla todos, como los Apóstoles hoy “Señor, auméntanos la fe” (Lc 175) o como el padre del muchacho epiléptico que le dice a Jesús: <> (Lc 9,24). Y la fe tenemos que alimentarla, y alimentarla por medio de la Oración, de la escucha de la Palabra de Dios, de los Sacramentos (sobre todo de la Penitencia y de la Eucaristía).
Pedir a Dios que aumente y fortalezca nuestra fe es especialmente importante hoy, cuando vemos en la Iglesia y en el mundo diferentes hechos que nos pueden perturbar y provocarnos inseguridad si no nos preguntamos qué es lo que Dios nos está queriendo decir y qué respuesta espera de nosotros.
Necesitamos pedir a Dios que nos conceda todo lo que nos hace falta para vivir la vida cristiana con calidad evangélica. Necesitamos más paz interior, más conocer a Jesucristo con profundidad, más caridad, y vivir la vida cristiana como verdaderos discípulos que queremos seguir al Señor poniendo nuestros pies en sus huellas.
Y la fe tiene que ser vivida en nuestra vida de cada día, pues no puede quedar reducida a un ámbito de la vida, ni es para determinados momentos, para esto tengo fe, para aquello no tengo fe. La fe cristiana tiene que notarse en nuestra manera de ser y de obrar, en nuestras obras y palabras, y así damos testimonio del Señor. Mostrar con humildad la fe en nuestra vida cotidiana nos ofrece la posibilidad de manifestar el amor por nuestro mundo y ser testigos de un mensaje de confianza que no es manifestación de un buenismo superficial sino del compromiso que nace del amor de Dios que llena de esperanza.
Vivir en los valores del Evangelio, aunque ello nos complique la vida es a lo que tiene que movernos la fe, pues en esto se juega nuestra verdadera identidad de creyentes (nos lo recordaba el Evangelio del domingo pasado que para el creyente ningún sufrimiento humano le puede resultar indiferente).
Hermanos y Amigos que el tesoro de la fe en el Señor nos lleve a lo que nos invita San Pablo, a un compromiso decido y generoso por el Evangelio. Es decir, a ser hombres y mujeres apasionados por ser hoy testigos gozosos de Jesucristo, de ayudar a otros a que descubran al Señor presente en sus vidas y ayudarles a que confíen plenamente en Él. Que éste sea el fruto de este mes misionero extraordinario que por deseo del Papa estamos celebrando y que tiene como finalidad que recuperemos y avivemos el ardor de la fe y el entusiasmo por anunciar hoy a Jesucristo en medio de nuestro mundo.
¡Ánimo y adelante!
Señor, auméntanos la fe y ayúdanos a comunicarla a los demás.
Adolfo Álvarez. Sacerdote