Estar Junto a las Personas más Necesitadas y Vulnerables
Este Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario se celebra la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco. Tiene como objetivo por una parte estimular a los creyentes para que reaccionemos ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo nuestra la cultura del encuentro. Y al mismo tiempo, por otra parte, se invita a todos para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad.
Esta Jornada Mundial de los Pobres, por deseo expreso del Papa Francisco, está llamada a ser una de las grandes Jornadas de reflexión, oración y acción que la Iglesia Católica ha de celebrar cada año en su continuo afán por construir el Reino de Dios entre los hombres y manifestar su amor preferencial por los pobres. Se trata de redescubrir el valor de estar junto a las personas más pobres y vulnerables de nuestras Comunidades, de nuestra sociedad.
Este año el Papa nos propone como lema de la Jornada la preciosa frase del salmo 34, 7, «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó». Una frase que nos recuerda, en palabras del propio Francisco, que Dios siempre escucha y responde y que la respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a reemprender la vida con dignidad.
Esta Jornada Mundial de los Pobres no es una jornada para hacer una colecta más en favor de los pobres. No es tampoco una jornada para hacer algo «por» los pobres, sino «con» los pobres. Una jornada que debe ser vivida por toda la Iglesia —diócesis, parroquias, comunidades, movimientos, asociaciones, instituciones— como un momento privilegiado de nueva evangelización. Un momento en que nos abrimos a los pobres y nos dejamos evangelizar por ellos. Un momento en el que tendiéndonos recíprocamente las manos unos a otros, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, vuelve operativa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en su camino hacia el Señor que llega, “que sale a nuestro encuentro a través de cada hombre y cada acontecimiento”(Misal romano), que nos dice de nuevo: “Lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis” (Mt,25).
Con este motivo el Papa ha dirigido a todos un Mensaje, en el cual hay tres palabras claves para situarnos en esta Jornada:
Gritar. El grito o clamor del que sufre, necesita de nuestro silencio para acogerle y escucharle.
Responder: Dios responde e interviene en la Historia de la Humanidad curando heridas, restituyendo la justicia e impulsando a vivir con dignidad, y cada uno de nosotros, como Iglesia, estamos llamados a responder hoy de la misma manera, mostrando la ternura y misericordia de Dios.
Liberar. Para acoger, proteger, acompañar e integrar a las personas que más sufren, luchando contra la cultura del descarte y fomentando la cultura del encuentro.
Termino con una cita textual del Mensaje del Papa Francisco para esta Jornada: “ Invito a los hermanos obispos, a los sacerdotes y en particular a los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres (cf. Hch 6, 1-7), junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres, a que vivan esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización. Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que tendiendo recíprocamente las manos, uno hacia otro, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, hace activa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en el camino hacia el Señor que viene.”
Que la celebración de esta Jornada nos interpele a vivir como parte fundamental de nuestro ser cristiano, de nuestra fe en Jesucristo la dimensión de la caridad, especialmente con los más necesitados y vulnerables, para ir construyendo aquí el cielo que un día por la misericordia de Dios esperamos alcanzar.
Adolfo Álvarez ,Sacerdote.