En este Lunes Santo somos invitados a adentrarnos en el Misterio del Siervo de Yahavé, mientras nos preparamos a vivir intensamente el Triduo Pascual. Y hoy lo hacemos a través del Primer Cántico que nos narra Isaías (Is 42,1-7). Presenta al Siervo como el elegido de Dios, lleno de su Espíritu, enviado a llevar el derecho a las naciones y abrir los ojos a los ciegos y liberar a los cautivos. Y esta misión la llevará a cabo sin vocear ni gritar pero se mantendrá firme, sin vacilar.
En Cristo la figura del Siervo se hace realidad. Cristo es a la vez el verdadero Siervo doliente y el verdadero Libertador del pecado, elegido y enviado para la Salvación. Toda su vida fue para iluminar, liberar, sanar, devolver a los hombres su dignidad.
Y en el Evangelio de este día (Jn 12,1-11) encontramos en María de Betania un gesto de amor frente a la mezquindad de Judas Iscariote. El detalle de María de Betania nos pone de relieve la imagen de la Iglesia-Esposa unida amorosamente al Sacrificio de Cristo-Esposo. A la donación total sin límites de María de Betania se contrapone la tacañería de Judas Iscariote.
Pero hemos caer en la cuenta que si María de Betania derrocho amor es porque primero ella acogió al Amor, a Cristo en su corazón, en su vida. El Amor acogido es lo qua hacia en María de Betania que su corazón se dilate para derrochar amor.
Dejémonos amar totalmente por el Señor para ser fragancia de Cristo para los demás con nuestras obras de amor y misericordia.
Adolfo
Sacerdote