Amigos ¡Qué gracia tan singular es creer en Jesús, el Mesías, como el Hijo de Dios vivo! ¡Verdaderamente es una gracia, un Don!.
Creer en Jesús es creer en el Hijo de Dios, creador y redentor, que “me amó y se entregó a la muerte por mí”. Creer en Jesús es fiarnos de Él, es querer tener sus sentimientos y actitudes en nuestra vida de cada día.
El Evangelio de este Domingo nos invita a hacernos una parada, una parada en la que el Señor nos interpela y nos pregunta “¿Quién dice la gente?, ¿ Quién decís que soy yo?.
Ser cristiano puede no ser muy difícil, es un Don, es una Gracia del Señor. Y aquí conviene recordar las palabras de Benedicto XVI, en “Deus caritas est” “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.” Pero “vivir como cristiano” se hace más cuesta arriba, es más difícil. No olvidemos que tanto los Apóstoles como el pueblo de Israel, esperaban un Mesías liberador de tipo político, en el que sólo se concebía el triunfo y la gloria. Sin embargo, cuando Jesús es reconocido como Mesías por Pedro, Él anuncia sus padecimientos para expresar que no hay gloria sin cruz, ni vida sin muerte, ni salvación sin dolor. Y se hace difícil sobre todo si, vivir como cristianos, implica ir contracorriente. Decir al “pan, pan y al vino, vino”. Y cuando implica por ejemplo, no comulgar con ruedas de molino en temas o en problemas que, la sociedad, presenta como paradigma de progreso o bienestar social. Y es que, amigos y hermanos tenemos que hoy ir contracorriente y tenemos que implicarnos haciendo realidad el encargo de Jesús, “vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra” (Mt 5).
Como a Pedro, también a nosotros el corazón nos puede traicionar, pues queremos un Jesús amigo, confidente, compañero pero sin demasiadas exigencias. Queremos muchas ocasiones vivir la fe a nuestra manera, a veces hasta en línea paralela con nuestra vida real. Aquí podemos traer a la memoria el viejo adagio “serás mi amigo siempre y cuando no pongas piedras en mi camino”.
Hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros tres cosas: que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga y que pierda su vida por el evangelio.
“Que se niegue a sí mismo.” Para seguir a Jesús hay que negarse a uno mismo. ¡Qué difícil nos parece!¡ Qué difícil nos resulta! Pues estamos acostumbrados a vivir centrados en nosotros mismos: “Yo pienso… yo opino… a mí me parece”. Esta invitación de Jesús se comprende desde lo que vive una persona que vive enamorada: la persona de la que se ha enamorado pasa a ser el centro de su vida: piensa por ella, siente por ella, vive por ella.
“Que cargue con su cruz y me siga.” Otra condición es cargar con la cruz. No es una invitación a resignarse, como solemos entender. Hay cruces que son evitables y hay que evitarlas; pero hay otras que tenemos que asumir, aceptar y cargar con ellas. Todos huimos de la cruz. Nos espanta la cruz. Pero hay que asumirla. La cruz se nos puede presentar de innumerables formas: una soledad, una enfermedad, una muerte, una incomprensión, una difamación… Cargar con la cruz y seguir a Jesús para poder llevar la cruz con las mismas actitudes que la llevó Jesús: con confianza en Dios, con misericordia hacia el prójimo.
“Perder la vida por el Evangelio.” Puede parecer una cosa extraordinaria de personas excepcionales. Sin embargo todos tenemos, en nuestro estado y en nuestras profesiones, innumerables formas de perder la vida por el evangelio, de gastar la vida por los demás. Nuestra fe se tiene que traducir en obras, en actitudes que tenemos que manifestar en nuestra vida.
Amigos y hermanos seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno, pero hemos de responder al Señor tomando en serio su Persona, tomando en serio su seguimiento. Por esto creo que necesitamos enamorarnos de nuevo de Jesucristo, dejarnos enamorar por Él, queriendo tener sus sentimientos y sus actitudes en nuestra vida de cada día, cada uno en las circunstancias concretas en las que toca vivir.
Aceptar la persona de Jesús lleva consigo aceptar su destino y las paradojas que conlleva su Evangelio. Hoy se nos invita de una manera muy especial a vivir nuestro sufrimiento acompañados de Jesús.
Que cada uno de nosotros, en este domingo, renueve su adhesión al Señor, que abramos nuestro corazón al Señor, que con la fuerza del Espíritu vayamos teniendo sus sentimientos y actitudes, para vivir cada día con mayor autenticidad nuestra fe en Jesucristo y poder así anunciarlo a los demás. Que no nos ocurra como aquel alpinista necio, que después de ascender y descender de una gran montaña le preguntaron: ¿Qué horizonte se ve desde allá arriba? ¿Qué has visto cuando subías? Y, el montañero, les contestó: “la verdad es que como iba tan pendiente de subir no me he percatado de lo que había a mi alrededor”.
Ánimo y confesemos hoy delante de los hombres a Cristo como nuestro Salvador.
Adolfo Álvarez. Sacerdote