Estoy en otro monte, más poblado aún de bosques, no lejos de Nazaret (a la que lleva un camino que bordea la base del monte). Jesús los invita a sentarse en círculo: más cerca, los apóstoles; detrás de éstos, los discípulos (los que, de los setenta y dos, no se habían desperdigado yendo a distintos lugares)……..
Jesús, en cuanto se sientan y se callan y están todos atentos a sus palabras, empieza a hablar.Dice:
-Prestadme toda vuestra atención porque os voy a decir cosas de suma importancia. Todavía no las comprenderéis todas, ni todas bien. Pero Aquel que vendrá después de mí os las hará comprender. Escuchadme, pues. Nadie está más convencido que vosotros de que sin la ayuda de Dios el hombre peca fácilmente, pues es debilísima su constitución, debilitada por el Pecado. Sería, entonces, un Redentor imprudente si, después de haberos dado tanto para redimiros, no diera también los medios para conservaros en los frutos de mi Sacrificio.
Sabéis que toda la facilidad para pecar viene de la Culpa, que, privando de la Gracia a los hombres, los despoja de su fortaleza, que está en la unión con la Gracia. Habéis dicho: «Pero Tú has devuelto la Gracia». No. Ha sido devuelta a los justos hasta mi Muerte. Para devolvérsela a los próximos se requiere un medio. Un medio que no será solamente una figura ritual, sino que imprimirá verdaderamente en quien lo reciba el carácter real de hijo de Dios, cuales eran Adán y Eva, cuya alma, vivificada por la Gracia, poseía dones excelsos que Dios había dado a su amada criatura.
Vosotros sabéis lo que tenía el Hombre y lo que perdió el hombre. Ahora, por mi Sacrificio, las puertas de la Gracia están de nuevo abiertas, y el río de la Gracia puede descender hacia todos los que la piden por amor a mí. Por eso, los hombres tendrán el carácter de hijos de Dios por los méritos del primogénito de los hombres, por los méritos de quien os habla, vuestro Redentor, vuestro Pontífice eterno, vuestro Hermano en el Padre, vuestro Maestro.
Desde Jesucristo y por Jesucristo, los hombres presentes y futuros podrán poseer el Cielo y gozar de Dios, fin último del hombre.
Hasta ahora, ni los justos más justos, aunque estuvieran circuncidados como hijos del pueblo elegido, podían alcanzar este fin. Dios consideraba sus virtudes, sus lugares estaban preparados en el Cielo, pero éste les estaba vedado y negado les era el gozar de Dios porque en sus almas, jardines benditos florecidos con toda suerte de virtudes, estaba también el árbol maldito de la Culpa original, y ninguna obra, por santa que fuera, podía destruirlo, y no es posible entrar en el Cielo con raíces y frondas de tan maléfico árbol.
Poema del Hombre Dios, María Valtorta.