Testigos de la Presencia de Jesús Resucitado
La Resurrección de Jesucristo es el fundamento de la fe de los Apóstoles. Es el fundamento de nuestra fe. La experiencia personal de encuentro con Jesucristo es igualmente el fundamento de la fe de todo creyente. No podemos olvidar, tenemos que tener muy presentes unas palabras del Papa Benedicto XVI, en la encíclica “Deus caritas est”: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.”
El Evangelio de este III Domingo de Pascua centra la primera parte en la incredulidad de los Apóstoles ante la Resurrección de Cristo. San Lucas nos insiste en el “realismo” de la Resurrección, nos habla de mirar, tocar, comer con Jesús.
Jesús reprocha a sus Discípulos especialmente el temor, la tristeza. Nosotros hemos de preguntarnos si esta actitud no es también la nuestra, si en nosotros no domina muchas veces el temor, el miedo, la tristeza. Y que muchas veces nuestra relación con Dios está construida desde la desconfianza, desde el miedo a no sé qué castigo y en la tristeza y distanciamiento.
Experimentar la resurrección de Cristo ha de hacer desaparecer el miedo, la tristeza, sintiendo a Cristo junto a nosotros que nos llena de una inmensa alegría, que nos inunda de paz y de confianza.Creer en Jesucristo Resucitado es nuestra alegría y esta alegría es la medida de nuestra unión con Dios, de nuestra confianza en Él. Dios ocupa en nuestras vidas el mismo lugar que la alegría, pues esta alegría tiene su raíz en Dios.
Creer en Jesucristo Resucitado es creer que Dios es capaz de hacernos plenamente felices. Es creer que Él puede hacernos descubrir y vivir una vida que deseamos prolongar por toda la eternidad. Y para poder experimentar esta vida nueva tenemos que morir enseguida con Cristo a nuestros miedos, a nuestras tristezas, a todo aquello que nos distancia del Señor. Y ello para con Cristo resucitar a la paz, a la fe, a la esperanza, al amor, a la alegría.
Por ello creer en Jesucristo Resucitado es permitirle que entre en nuestra vida, que nos quite los miedos que nos enervan y paralizan, y que nos lance al mundo para ser sus testigos.
En la segunda parte del Evangelio San Lucas nos pone de relieve el poder salvífico de la Pascua de resurrección a la luz de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios nos da luz para comprender el Misterio de Cristo. Cristo nos explica las Escrituras y así nos dice a nosotros como dijo a los Apóstoles: “Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí “(Lc 24,44)
De aquí que necesitamos sentarnos a la Mesa con Cristo para dejarnos explicar las Escrituras, conociendo más así al Señor, dejándonos empapar de sus sentimientos y actitudes y para que Él nos parta el Pan, Pan que nos da alimento, Pan que es Él mismo, que con su Cuerpo y Sangre se nos da en Alimento en la Eucaristía.
Y todo ello para ser testigos, testigos del Resucitado en medio de nuestro mundo, pues el Señor nos envía hoy a cada uno de nosotros, como envió a los Apóstoles: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.(Mc 16,15)
Si alguien nos pregunta por qué somos creyentes ¿podemos decirle que lo somos no por lo que nos dicho sino porque “hemos visto al Señor”, porque nos hemos encontrado con Él? ¿Podemos decirle que este encuentro ha cambiado mi vida dándole un horizonte nuevo? Ojalá podamos decirlo y testimoniar con mucha alegría: “El Señor ha resucitado y vive con nosotros”. Éste es el testimonio a dar hoy y siempre.
Irradiemos a nuestro alrededor la gran noticia de la Resurrección viviendo en la alegría de la fe y mostrando nuestra confianza plena en Dios que nos ama apasionadamente y cumple sus promesas, a través de nuestras obras y palabras.
El centro para alimentar nuestra fe, nuestra experiencia del Resucitado sea la Eucaristía, Sacramento Pascual, Alimento de Vida Eterna.
Adolfo Álvarez. Sacerdote