Hace miles de años un diluvio lavó al mundo dando muerte a los pecadores, de ello hay pruebas de todo tipo, incluso arqueológicas; no es discutible, ocurrió así y la Palabra de Dios además nos lo explica en detalle.
Con Jesús llegó un nuevo diluvio de otro líquido que no es lluvia, (Yo soy el Agua Viva ) y gracias a Él, el mundo fue, es y será lavado y dará Vida y por un misterioso acto de gracia, la humanidad entera podrá formar parte de ese diluvio santificador uniendo nuestras voluntades a la de Cristo, nuestras fatigas a la Suya y nuestros sufrimientos al Suyo porque Jesús quiere que el mundo conozca la Verdad y la Vida y el que quiera participar podrá hacerlo y el que quiera beber de las Aguas de la Vida podrá hacerlo y aquel que no lo haga perecerá.
Jesús nos dijo : ¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo soy la Luz que ha venido a iluminar a quien yacía en las tinieblas! ¡Soy la Fuente de la que, impetuosa, brota Vida eterna! El que venga a mí no conocerá la Muerte. El que tenga sed de Vida venga y beba. Quien quiera poseer la Vida, o sea, a Dios, crea en mí, y de su interior brotarán no gotas, sino ríos de agua viva.
Porque llegará un día en que bajo un firmamento apagado donde ya no luzcan las estrellas, yacerá un mundo muerto y ese día las entrañas de la tierra arrojarán todos los huesos secos de los hombres desde Adán hasta el último (tal y como Ezequiel profetizó ) y resucitarán los muertos para el último juicio después del cual el mundo ya no será nada y terminará el firmamento con sus astros y todo llegará a su fin salvo dos cosas eternas, distantes entre sí por abismos tan lejanos que son insondables, totalmente opuestas en todo, actos, formas, aspectos , una es el Paraíso , luz , alegría , Amor y la otra el infierno, tinieblas, dolor y odio.
De cada uno de nosotros depende tomar esta decisión vital para toda la eternidad, la decisión más importante de nuestras vidas, gozar por siempre de la compañía de Dios o penar por siempre su ausencia.