Este es el gran acontecimiento de la Navidad: ¡Dios cercano a todos los hombres, para que nosotros nos acerquemos a Dios!. Dios humanizado, para que el hombre se divinice. Dios abraza la condición humana y ello para que el hombre participe de la vida divina. La primera parte ya está conseguida; ¡importa que cumplamos nosotros la segunda!, que de verdad empecemos a vivir la vida de Jesús.
Siguen resonando en nosotros hoy las palabras de Isaías de la Misa de Medianoche: “El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló”. ¡Celebramos la Navidad, celebramos el Nacimiento del Hijo de Dios!.
Hoy, día de Navidad, con el Niño recién nacido y acostado en el pesebre, la Palabra de Dios nos enriquece y nos anuncia un gran acontecimiento: “en Belén de Judá os ha nacido el Salvador”; “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Navidad quiere decir que nuestro Dios no es un Dios lejano, sino que está junto a nosotros, con nosotros. En Jesús Dios se ha encarnado. Jesús es el Emmanuel: “Dios-con-nosotros”.
El Papa Benedicto nos ha dicho: “Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto” (Spe Salvi 31). El nacimiento de Jesús alcanza una cima señera: la alianza de Dios con la humanidad. La Navidad es la cota hasta ahora más alta de lo que da de sí la entrega y el compromiso de Dios con los hombres. Por eso el Papa Francisco ante esta Navidad nos dice “Si quitamos a Jesús ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía. Jesús es el centro”.
Jesús, Palabra del Padre, es hombre verdadero que se ha metido en la historia de los hombres, en nuestra historia, codo a codo con nosotros. Él ama, cura, perdona… En Jesús se han hecho realidad para nosotros la misericordia, la fidelidad, el amor inmenso de Dios. Debemos, por tanto, entrar en este misterio de la Navidad de Dios con gratitud y alegría. Acerquémonos A Dios que ha venido a nosotros. ¡Miremos la gruta de Belén porque la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva es un hecho que podemos constatar! ¡Saboreemos el Mensaje de Belén, Mensaje de Paz, de Amor! Dios nos trae un amor inmenso, alegre, universal, contagioso, eterno.
¡Vivamos y celebremos cristianamente la Navidad! Belén nos invita a una vida nueva. No perdamos la oportunidad que esta Navidad nos ofrece. Abracemos a Cristo que viene a salvarnos, alimentemos nuestro espíritu con la Palabra de Dios hecha carne, recibamos la gracia de Dios en los Sacramentos, particularmente los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía y caminemos hacia la santidad que es nuestra meta.
Que el Señor Jesús, Niño, nos envuelva en su ternura y nos haga testigos de su salvación. Anunciemos a todos, como el ángel a los pastores, la Buena Noticia de la Salvación.
¡Feliz y Santa Natividad del Señor!
Adolfo Álvarez. Sacerdote.