En el marco de la Celebración del Nacimiento de Cristo, nuestro Salvador, dentro de la Octava de esta Solemnidad somos invitados a contemplar y a festejar hoy, en este domingo a la Sagrada Familia de Nazaret. Celebramos que Dios quiso nacer en una familia. María y José fueron medios esenciales para que el Hijo de Dios se encarnara y llevara a feliz término su plan de salvación. A ella somos invitados a dirigir nuestra mirada como cristianos para que nos empapemos de sus virtudes y para que sus ejemplos nos ayuden a la hora de vivir nuestra vida en familia.
Creo que las palabras del Papa Francisco en su reciente Exhortación “Amoris laetitia” nos ayudan a la hora de este Fiesta: << la alianza de amor y fidelidad, de cual vive la Sagrada Familia de Nazaret , ilumina el principio que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar mejor las vicisitudes de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo. “Lección de vida doméstica. Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología” (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 de enero 1964)>> (Amoris Laetitia n.66)
Estas palabras tan sugerentes nos hacen una llamada a cuidar la familia, como algo fundamental en la vida de nuestra sociedad y también en la vida de la Iglesia. El lema de la Celebración de este año dice: <<LA FAMILIA, HOGAR QUE ACOGE, ACOMPAÑA Y SANA”. A este propósito y con motivo de esta Celebración nos dicen los Obispos de la Comisión de Familia: “Los padres están llamados a acoger generosamente los hijos. Como afirma el Papa: <<la familia es el ámbito no solo de la generación, sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios>>. Tener un hijo es siempre un don, una fuente de gozosa alegría. Los matrimonios y las familias están invitados también a acogerse mutuamente. La hospitalidad es una virtud profundamente familiar. ¡Cuánto necesita el ser humano contemporáneo, dentro de un espacio social mutante, donde se siente tantas veces como un solitario interconectado, la experiencia cálida de ser querido y acogido por sí mismo!”.
Cristo vino a la tierra teniendo una familia a la que amó, con la que convivió y en cuyo hogar estuvo durante largos años para enseñarnos a seguir su ejemplo, a valorar la institución familiar, y a entender las características de la familia cristiana. A este propósito hemos de recordar aquí las palabras pronunciadas por Benedicto XVI en el rezo del Ángelus después de la Consagración de la Sagrada Familia en Barcelona: “en el silencio del hogar de Nazaret, Jesucristo nos ha enseñado, sin palabras, la dignidad y el valor primordial del matrimonio y la familia, esperanza de la humanidad, en la que la vida encuentra acogida, desde su concepción a su declive natural”.
La sagrada Familia nos muestra, en primer lugar, que el centro de todo es seguir la voluntad de Dios. María vive en el “Sí” a Dios, José muestra una pronta obediencia a las indicaciones del Ángel de Dios, y Jesús tiene como alimento cumplir la voluntad del Padre. Nosotros hemos de imitar a la Sagrada Familia en esta primera gran lección que nos dan, y es que Dios ha de ser el centro de la vida de cada persona y el centro de la vida de cada familia. Nuestro mundo materializado y secularizado rechaza que Dios tenga que estar en el centro de la persona, de la familia y de la sociedad. Se siente tan maduro y capacitado que cree no necesitar de Dios. Es más, lo considera como un contrincante y usurpador de su autonomía y, por ello, o lo quiere arrojar fuera de su ámbito, o se olvida y prescinde de Él. Nosotros creyentes no podemos caer en esta tentación.
En el Evangelio nos muestra también otras virtudes domesticas que estamos llamados a tener presentes en nuestras familias como son la confianza mutua, el perdón, la ayuda de unos para con otros, el amor sincero, la misericordia, la bondad, la humildad, la comprensión, la escucha y vivencia de la Palabra de Dios, la participación en la Acción de Gracias, la Eucaristía. Todas estas virtudes ayudan a los miembros de la familia a permanecer unidos en el amor.
En la Familia de Nazaret hubo dificultades, hubo momentos de angustia, pero hubo mucho amor y hubo mucha confianza plena en Dios, una fe total en Dios, que les fue mostrando el camino y les dio fuerzas y alegría para andarlo. En nuestras familias hoy hace falta recuperar, si se ha perdido, y fortalecer la fe en Dios para salir adelante, para permanecer en el amor.
La familia cristiana, tiene hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo muerto y resucitado y la inserción en la comunidad eclesial, nos lo recordaba Benedicto XVI y nos lo recuerda el Papa Francisco.
A toda la Iglesia, a cada uno de nosotros, a cada una de nuestras familias, nos alienta en este día la Sagrada Familia de Nazaret a ser testigos del amor de Dios, a descubrir la gracia de ser cristianos y a mostrar el tesoro de la familia cristiana como sacramento del amor que la humanidad espera ver hecho carne en personas concretas que viven y testimonian la alegría del Evangelio, alegría vivida en el amor y en el amor en la familia.
Oremos este día por la Familia, oremos por todas y cada una de las familias del mundo entero y hagámoslo hoy con esta Oración:
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del amor verdadero,
a vosotros nos dirigimos con confianza.
Sagrada Familia de Nazaret
haz que también nuestras familias
sean lugares de comunión y cenáculos de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Sagrada Familia de Nazaret,
que nunca más en las familias se vivan experiencias
de violencia, cerrazón y división:
que todo el que haya sido herido o escandalizado
conozca pronto el consuelo y la sanación.
Jesús, María y José,
escuchad y atended nuestra súplica, Amén
El Señor bendiga a todas las Familias. ¡Feliz día de la Sagrada Familia!
Adolfo Álvarez. Sacerdote