En este último domingo del tiempo ordinario se nos presenta a Jesús como rey, celebramos la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Nos decía el Papa Pio XI, Papa que instituyó esta Solemnidad con la encíclica “Quas Primas”:<<Si los hombres reconocieran la autoridad de Cristo en sus vidas privadas y en la vida pública, se extenderían indefectiblemente sobre la sociedad entera unos beneficios increíbles, una libertad justa, el orden y la tranquilidad, la concordia y la paz>>.
Celebramos esta Solemnidad como broche de oro que culmina el Año Litúrgico. Durante todo este Año Litúrgico hemos profesado la fe de la Iglesia (el credo), hemos celebrado el misterio cristiano (los sacramentos, hemos intentado vivir la vida cristiana (la moral) y hemos rezado con la Oración del Señor y de la Iglesia. Hemos hecho camino con Jesucristo, con María, nuestra Madre, Madre del Señor y de la Iglesia, con todos los Santos, y ello unidos a toda la Iglesia. Y hoy culminamos todo este camino celebrando y confesando que Jesús es el Señor de nuestras vidas y de todo el universo creado. Mediante esta celebración se nos quiere ayudar a comprender cómo todo el plan de salvación de Dios para con nosotros, para con toda la humanidad, tiene su consumación en la cruz, en la resurrección y ascensión de Cristo a los cielos, en definitiva que el reinado preparado por Dios desde siempre es un reino ganado por la sangre de Cristo.
Es una manera peculiar de reinar. Su «trono» es la cruz. Y su «vara de mando» es una toalla ceñida y una jofaina llena de agua. Cristo reina desde la cruz porque en ella entrego su vida por todos los hombres, una vida que vivió desde una profunda actitud de servicio. Si durante el año litúrgico vamos recordando los momentos más significativos de la vida de Jesús, en este último queremos resumir esa vida diciendo que Jesús fue «servidor», y que si queremos ser seguidores suyos, hemos de imitar su ejemplo y ponernos al servicio de nuestros hermanos, aunque eso muchas veces nos cueste esfuerzos, sufrimientos, cruces, compromisos, entregas, etc. Esa manera de vivir y de morir de Jesús nos «ganó» la salvación.
Este Cristo que reina desde la Cruz, que es el “Servidor”, es nuestro Buen Pastor que cuida amorosamente de cada uno de nosotros, sus ovejas. Nos conduce por los senderos de la vida, nos da su fuerza para vivir sus mandatos, nos ha ungido como profetas, sacerdotes y reyes, y con llena continuamente de su misericordia. Y El quiere que nosotros hagamos con los demás lo que hace con nosotros, que vivamos la preocupación por los demás como Él se preocupa de nosotros, que amemos y sirvamos a los demás como El nos ama y sirve a nosotros.
Por ello el mayor bien y el mejor servicio que podemos prestar al mundo, en el que vivimos, es desear que el Reino de Cristo llegue hasta nosotros y trabajar infatigablemente para implantarlo en nuestro corazón y en nuestra sociedad tan alejada de Dios, pues por nuestro bautismo estamos llamados a ser signo del Reino.
Y podemos preguntarnos ¿Cómo serlo? Y a través del Evangelio descubrimos en el ejemplo de Cristo la manera:
– cada vez que siembras perdón y misericordia…
– cada vez que tiendes tu manos al hermano pobre y abandonado…
– cada vez que defiendes la vida humana…
– cada vez que sirves a la verdad… –
– cada vez que promueves la paz y la concordia…
– cada vez que suscitas esperanza y confianza…
– cada vez que trabajas por la civilización del amor…
– cada vez que defiendes la dignidad de todo ser humano…
En definitiva somos testigos del Reino de Dios siendo sembradores del amor, de la bondad, de la misericordia de Dios en el servicio a los demás, muy especialmente a los más necesitados, practicando las obras de misericordia.
Hoy hemos de decirle al Señor que queremos que reine en nuestras vidas y pedirle con todo el corazón a nuestro Padre Dios: “Venga a nosotros tu Reino” , y también nos ayude a anunciarlo con el testimonio de nuestra vida.
¡Feliz día de Cristo Rey!
Adolfo Álvarez. Sacerdote