Parte fija para todos los días:
1º En el nombre del Padre…
2º Nuestra esperanza es María, a Ella acudimos pidiendo auxilio para vernos libres de nuestros males; Ella nos socorre. (Si se hace en grupo se puede cantar «Bendita la reina» que sustituirá la antífona anterior) Se puede ir rezado las cincuenta avemarías.
3º Reflexión para cada día de la novena.
4º Preces:
A cada petición digamos: Intercede por nosotros Madre del Señor.
* Ruega ¡oh María! por el Pueblo de Dios
* Protege al Papa
* Ayuda a nuestro Obispo
* Haz que haya paz entre los pueblos
* Conserva en el amor a los esposos
* Cuida de los que no tienen trabajo
* Que los jóvenes y los niños crezcan en sabiduría
* Protege a los pobres
* Consuela a los enfermos
* Haz que desterrados y emigrantes puedan volver a la Patria
* Sé alivio de los moribundos
* Intercede por los que han muerto
Pídase La gracia a alcanzar en esta novena
Se rezan tres avemarías con el:
V/. Madre mía de Covadonga
R/. Sálvanos y salva a España
Oración final
Ayúdanos, Señora y Madre nuestra, a vivir en comunión sincera, sabiéndonos Iglesia de Dios, hermanos de Cristo e hijos tuyos para dar testimonio de unidad y reavivar en nuestro pueblo la fe. Amén
DIA OCTAVO
Estrella de la evangelización
De los Hechos de los Apóstoles 1, 8
Jesús les dijo: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo».
El Señor encargó a sus discípulos una tarea: dar a conocer el evangelio. La evangelización es esencial en el hacer de la Iglesia, y ésta aparece ante el mundo como el recinto donde se vive la oración que brota del amor.
El evangelio que se proclama se hace realidad en todo aquel que lo recibe con fe.
María creyó en la encarnación del Hijo de Dios en su seno por obra del Espíritu Santo, tal como fue anunciado por el ángel; lo celebró con su canto; lo llevó en su seno a su prima Isabel, cuyo hijo saltó de gozo en sus entrañas al captar la presencia del Salvador.
Creer, celebrar, anunciar a Jesucristo resucitado de entre los muertos, es el camino que la Virgen Madre ofrece a la Iglesia, y a cada uno de los que de ella formamos parte, a fin de que los hombres vengan a la fe.