Un Corazón que Ama y nos enseña a Amar
Celebramos hoy la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Corazón de Jesús se fundamenta en la Sagrada Escritura, en la Tradición viva de la Iglesia, en la Liturgia y en el Magisterio de los Papas, sobre todo en los últimos tiempos.
La devoción al Corazón de Cristo es la quintaesencia del Evangelio. Hablar del Corazón de Jesús es hablar de su Humanidad, de quien nos “ama con corazón de hombre”, es ver hechas realidad las palabras del Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único…”.
Contemplar el Corazón de Cristo es contemplar el Misterio del amor de Dios manifestado en Cristo, cuyo corazón abierto en la cruz por la lanza fue la prueba máxima de su amor y generosidad y la fuente de donde manaron los Sacramentos de la Iglesia.
El Corazón de Cristo es “una fuente divina de la que brota una inagotable abundancia de Gracia para nosotros”.
En el Corazón de Cristo se nos revela la humanidad de Dios y se nos hace sentir todo el amor de Dios para con nosotros. En el Corazón de Cristo podemos descubrir un Dios que es capaz de llegar a nosotros con sentimientos humanos para que nosotros como respuesta entremos en este Misterio de Amor y le entreguemos todo el amor que seamos capaces con gratitud y confianza.
En la Sagrada Escritura el “corazón” es el centro mismo de la persona. “Corazón” significa intimidad, afectividad, sentimientos más profundos. Hablar del “corazón” es hablar del manantial del que brota la vida y los sentimientos más íntimos de la persona. En el Corazón de Jesús podemos decir que Dios expresa sus sentimientos, su intimidad, Dios nos dice quién es y nos habla de corazón a corazón.
El Corazón de Cristo nos muestra el rostro de Dios misericordioso y compasivo que sale al encuentro del hombre y nos dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.
El Corazón de Cristo es un corazón apasionado por los hombres, por nosotros, y que nos llama a ser portadores de ese amor para con todos. Nos eligió para ser sus testigos ante el mundo.
Dios nos ama y nosotros debemos amar, pues somos imagen suya; por eso el hombre no deja de existir cuando muere, sino cuando deja de amar. Vivir y celebrar esta Solemnidad nos ha de ayudar a comprender y ahondar un poco más en la riqueza de amor que brota de Jesús y ello nos ha de llevar a vivir siempre de ese amor para convertirnos cada uno de nosotros en amor para los demás. El hombre de este tercer milenio tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y también para conocerse a sí mismo, tiene necesidad de Él para construir la Civilización del Amor y el Evangelio de la Misericordia.
Vivamos y celebremos este día con mucha devoción y hoy, con más intensidad y con mucha fe, le digamos al Señor: “Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”. “Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío”.
Adolfo Álvarez. Sacerdote