Hoy en el Evangelio, San Mateo nos cuenta cómo Jesús nos explica la manera de hablar con el Padre con la Oración por excelencia, la oración que Cristo nos enseñó para dirigirnos al Padre Eterno, “el Padre Nuestro” , la Oración Perfecta, con más de dos mil años de antigüedad, hecha por Dios-Hijo, para pedir al Padre todo lo que necesitamos de alma y cuerpo. Hemos ido analizando párrafo por párrafo en seis escritos y ahora con este séptimo vamos a meditar ya la última frase:
“No nos dejes caer en la tentación , más líbranos del maligno «
En el Poema del Hombre Dios, María Valtorta nos relata cómo Judas no entendía que Jesús pidiese al Padre que lo librase de la tentación y lo expresa de esta manera en palabras del mismo Jesús:
“El hombre que no ha sentido la necesidad de compartir con nosotros la cena de Pascua me preguntó hace menos de un año: «¿Cómo? ¿Tú pediste no ser tentado?, ¿en la tentación pediste ayuda contra ella?». Estábamos nosotros dos solos. Le respondí. Luego – esta vez éramos cuatro – en una solitaria región, repetí la respuesta; pero todavía no fue suficiente, porque en un espíritu inamovible es necesario demoler la funesta fortaleza de su obcecación para abrirse paso; por tanto, lo seguiré diciendo, una, diez, cien veces, hasta que todo se cumpla.
Vosotros, sin embargo, que no estáis acorazados dentro de infaustas doctrinas y aún más infaustas pasiones, orad así.
Orad con humildad para que Dios impida las tentaciones. ¡Ah, la humildad! ¡Conocerse como uno es! Sin deprimirse, pero conocerse. Decir: «Soy juez imperfecto de mí mismo y, aunque no me lo parezca, podría ceder. Por tanto, Padre mío, tenme, si es posible, libre de las tentaciones; tan cerca de Ti que no permitas al Maligno que me dañe». Debéis recordar, en efecto, que no es Dios quien tienta al Mal, sino que es el Mal el que tienta. Rogad al Padre para que sostenga vuestra debilidad, de forma que no pueda el Maligno introducirla en la tentación.
He terminado, queridos míos. Ésta es la segunda Pascua que paso con vosotros. El año pasado sólo partimos el pan y compartimos el cordero. Este año os doy esta oración. Os otorgaré otros dones en las otras Pascuas que pasaré con vosotros, para que, una vez que me haya ido a donde el Padre quiere, os quede de mí, que soy el Cordero, un recuerdo en las celebraciones del cordero mosaico.”
Pidamos pues con toda humildad , » Padre Eterno , no nos dejes caer en la tentación y líbranos del maligno, Amén”.