El Santuario del Lithóstrotos o de la Condenación se encuentra en Jerusalén, en plena vía dolorosa, la memoria cristiana recuerda en ese lugar dos momentos de la Pasión del Señor , la Flagelación y la Condena a muerte . Es otra de las paradas obligatorias en el itinerario penitencial en Tierra Santa, en este lugar también diremos “Aquí el Señor nos amó”.
La tradición nos dice que aquí Jesús, tras sufrir los estragos de los azotes, escuchó su propia condenación; la imposición de la cruz sobre los hombros de Jesús se recuerda en los muros exteriores del Lithóstrotos que es donde comienza la segunda estación del Viacrucis.
Según palabras del padre Artemio Vítores, ofm de la Custodia de Tierra Santa :
“En este lugar se camina con Jesús y se repite una palabra fundamental: Aquí. Aquí Jesús pasó y aquí Jesús nos amó. Esta es la manifestación del amor total que lo llevó hasta el Calvario. ‘Dios ha amado tanto el mundo que dio a su mismo hijo’. Me ha amado y se ha dado a sí mismo por mí.”
El santuario del Lithóstrotos o de la Condenación fue contruido en el año 1904 por Fr. Wendelin Hinterkreuser sobre las ruinas de una iglesia medieval descubierta algunos años antes. No se conoce el nombre de la Iglesia anterior sin embargo la nueva recibió el nombre de Lithóstrotos como consecuencia de las grandes losas estriadas que se prolongan también en el contiguo Santuario del Ecce Homo, considerado como parte del Lithóstrotos en el cual Pilato tenía su sede cuando juzgó a Jesús y desde donde salió camino del Calvario.
San Juan nos narra los hechos aquí ocurridos en su Evangelio:
Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Luego los soldados le pusieron en la cabeza una corona que habían entretejido de espinas y lo vistieron con un manto de púrpura; y acercándose a él le decían: “¡Salve rey de los judíos!” Y le daban bofetadas. Pilato salió de nuevo fuera y dice a los judíos: “Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro en él ningún delito.” Salió, pues, Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura y les dice Pilato: “¡Aquí tenéis al hombre!“ Cuando le vieron los pontífices y los guardias comenzaron a gritar: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” .
La Palabra con toda su fuerza toma vida en Tierra Santa.