Fr. Artemio Vítores González , ofm
Jesús recitaba, por la mañana y por la tarde, la confesión en el Dios único, el “Shemá Israel”, “Escucha, Israel…” (Dt 6,4-9), que es como el “credo fundamental” de la fe judía; rezaba dos veces al día la oración por excelencia, la tefillá, que era, y es, la obligación religiosa del piadoso israelita, llamada también “Shemoné esré” (las 18 bendiciones).
En la sinagoga, al concluir el culto, se recitaba la oración aramea breve que se llama el “qad-dish”, “santificación”, para santificar el Nombre de Dios. Había también una oración que el pío israelita – y Jesús lo era – rezaba hacia las tres de la tarde, llamada “Minha”.
Los Evangelios hablan de la oración frecuente de Jesús: Oraba por la mañana (Mc 1,35), por la noche (Mt 14,23), pasaba toda la noche en oración (Lc 6,12), oraba continuamente (Lc 5,16). No importaba el lugar: Durante su bautismo (cf. Lc 3,21.22), en el desierto (cf Mc 6,46.48), en el silencio de la noche, en la serenidad del monte, en la sinagoga –acostumbraba a ir los sábados a la sinagoga (cf. Lc 4,16) -, en el Templo.
Jesús reza en los momentos decisivos de su vida y de su misión: Da gracias al Padre porque ha revelado su Reino a los pequeños (Mt 11,25-27) y porque ha resucitado a Lázaro (Jn 11,41-43); ora en la elección de los Apóstoles (cf Lc 6,12.13), en la confesión de Pedro en Cesarea (Lc 9,18-21), en la Transfiguración (Lc 9,28.29), en el Cenáculo, la oración sacerdotal de Jesús (Jn 17,1-27).
Conocemos su oración dolorosa en la Cruz, en “la hora nona”, las tres de la tarde, en el Calvario: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).
Leer completo en:http://esluzyvida.es/?page_id=307