Invitados a escuchar al Señor.
En el primer Domingo de Cuaresma contemplábamos a Jesús en el desierto, siendo tentado. En este segundo domingo de Cuaresma lo contemplamos en la Transfiguración en el monte Tabor.
¡Toda una pedagogía de nuestra Madre Iglesia!.
En la contemplación de Cristo en el desierto, siendo tentado , vimos cómo vencía al tentador y nos enseñaba a nosotros con su ejemplo para vencer las tentaciones, se nos recordaba que somos frágiles y que no debemos de dormirnos en la lucha contra el pecado. Él nos da la fuerza para vencer al pecado. Hoy en el monte Tabor contemplamos a Cristo Transfigurado, donde nos anticipa el misterio de la gloria: su Resurrección, en una escena que dando cumplimiento y continuidad, será la culminación al proyecto de salvación trazado por Dios desde la elección de Abrahán.
La Transfiguración del Señor tiene como objetivo fortalecer la fe de los discípulos muy desarmados por el anuncio que les hizo de la Pasión, pues la cruz es un escándalo. Nosotros también hoy necesitamos vivir esta experiencia para fortalecer nuestra fe en Cristo para vencer nuestras cobardías, nuestras ambigüedades, para saber dar razón de nuestra esperanza en medio de un mundo descreído pero muy necesitado de verdaderos testigos de Cristo. Necesitamos vivir esta experiencia para poder sobrellevar las cruces que unos y otros tenemos muchas veces que cargar. Hemos de adentrarnos en el Misterio de Cristo para crecer como creyentes y así, capaces de caminar con la propia cruz, ser cirineos de las cruces de los demás, con la seguridad de que éste es el camino que lleva a la vida en plenitud, a la gloria de la Resurrección.
El Tabor es Gracia, Don, pero tiene sus exigencias. Se puede resumir en los símbolos de la subida, la montaña, del salir de la tierra y de la casa ; significa capacidad de despojo, de deseo de superarse, de búsqueda confiada y paciente de Dios ; y supone necesariamente una fe total y entregada. En este marco hemos de sentir cada uno de nosotros que el Señor nos llama, nos elige, como llamó a Abrahán: “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostrare”. ( Génesis 12,1) Se nos está dando a cada uno de nosotros una invitación a salir de la propia tierra, del propio mundo, de las propias seguridades, de nuestro egoísmo, y caminar decididos por las sendas del Evangelio.
Para Abrahán y para nosotros la meta es Cristo, el Hijo de Dios en quien el Padre se complace y a quien nosotros hemos de escuchar, pues a nosotros, a cada uno nos dice hoy Dios Padre: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo” (Mateo 17, 5) Escuchar a Jesús ha de ser para nosotros una necesidad, pero es un Don, una gracia. Y ¿dónde nos habla Jesús hoy?:
Nos habla En la Sagrada Escritura, Su Palabra. A este propósito se nos dice en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica: “La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la Iglesia. Para sus hijos, es firmeza de la fe, alimento y manantial de vida espiritual…. Por eso, la Iglesia exhorta a la lectura frecuente de la Sagrada Escritura, pues ·desconocer la Escritura es desconocer a Cristo·” (n.24).
Nos habla por la Iglesia, a través de su Tradición y su Magisterio. En el Compendio se nos dice: “Escritura, Tradición y Magisterio están tan estrechamente unidos entre sí, que ninguno de ellos existe sin los otros. Juntos, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente, cada uno a su modo, a la salvación de los hombres” (n.17).
Nos habla a través de la conciencia. En el número 372 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica se nos dice: “La conciencia moral, presente en lo íntimo de la persona, es un juicio de la razón, que en el momento oportuno, impulsa al hombre a hacer el bien y evitar el mal. Gracias a ella, la persona humana percibe la cualidad moral de un acto a realizar o ya realizado, permitiéndole asumir la responsabilidad del mismo. Cuando escucha la conciencia moral, el hombre prudente puede sentir la voz de Dios que le habla”.
Amigos y hermanos en este tiempo de Cuaresma se nos invita, de una manera especial, a escuchar, a escuchar a Cristo, a dejarnos iluminar por Él. La transfiguración es una invitación a descubrir el rostro del Señor resplandeciente en la vida de cada día, con gozos y sus sufrimientos, con la certeza de que Cristo es verdaderamente nuestra luz y nuestra salvación.
Que esta Cuaresma sea para cada uno de nosotros un camino de renovación bautismal, un tiempo de gracia para transformarnos en Cristo resucitado, dejándonos interpelar por su Palabra y participando de los Sacramentos especialmente la Penitencia y la Eucaristía.
Adolfo Álvarez. Sacerdote.