En la Cuaresma uno de los tres medios que la Iglesia nos recuerda para vivir la llamada a la conversión que el Señor nos hace , fortalecer nuestra fe y llegar así renovados a la Montaña Santa de la Pascua, es la Oración; y hoy, el Evangelio de este martes de la primera semana de Cuaresma, pone ante nuestros ojos la Oración que Jesús enseña a sus Discípulos: el Padrenuestro.
La Oración es una constante en la vida de Jesucristo, su quehacer diario se desarrolla envuelto en un diálogo permanente con el Padre que le ama y le envía. En el Evangelio vemos a Jesús en numerosas ocasiones en Oración: pasa noches orando, ora al llevar a cabo los milagros, alaba al Padre que ha revelado su sabiduría a los sencillos, intercede por sus discípulos en la Oración sacerdotal, ora en Getsemaní y en la Cruz.
Santa Teresa definió la Oración muy bellamente: “Tratar de amistad con aquel sabemos nos ama” .
Orar es ante todo ponerse a la escucha del Dios que se revela a través de su Palabra, que nos invita a hablar con Él como un amigo. La fe encuentra en la Oración la expresión más fundamental. Nos dice San Juan Pablo II: “La necesidad de orar y adorar nace en el hombre como una respuesta de la fe a la palabra del Dios vivo, como expresión de su encuentro con este Dios que se dirige a él, que le manifestó su amor precisamente entrando en la Historia”.
Afirma el Papa Benedicto XVI: “La oración es la fe en acto: la oración sin fe se queda ciega, la fe sin oración se diluye”. Y escribe Romano Guardini a este respecto: “La oración sólo puede brotar de una fe viva. Pero la fe únicamente puede ser viva si se ora. La oración no es una actividad que pueda ejercitarse o abandonarse sin que la fe sea por ello afectada. La oración es la expresión más elemental de la fe, el contacto personal con Dios, al que fundamentalmente está orientada la fe”.
La Oración es un momento privilegiado para acoger la Revelación y personalizar la propia vida de fe como respuesta individual a Dios. Carlos de Foucauld dice que “Orar es pensar en Dios amándolo”. La Oración consiste en gran medida en mirar a Dios y, sobre todo, dejarnos mirar por Él. Se trata de dejarnos amar por Él.
La Oración del Padrenuestro que hoy nos presenta el Evangelio es una síntesis muy hermosa de todo el Evangelio. Son siete peticiones en las cuales Jesús nos enseña a suplicar al Padre para vivir nuestra condición de hijos de Dios en la construcción de su Reino en nuestra vida de cada día. Siete peticiones para vivir en cristiano con la ayuda de la gracia de Dios porque solos, por nuestras solas fuerzas, no podemos. Jesús nos traza en esta Oración del Padrenuestro actitudes muy importantes, yo diría que fundamentales, que purifican nuestra fe y la hacen más auténtica. Estas actitudes son:
Santificar el nombre de Dios. Dejar que Dios sea Dios. Acudir a Él con confianza y con humildad. Santificar su nombre significa para nosotros que le queremos amar con todo nuestro ser, y acogemos su plan de Salvación para con nosotros.
Buscar el Reino de Dios. Queremos que el amor, la justicia, la paz, la verdad, la santidad, la gracia vengan a cada uno de nuestros corazones y al mundo entero, que es desear y pedir que crezca en medio de todo el reinado de Dios.
Hacer la voluntad de Dios. Ello conlleva discernirla con la ayuda del Espíritu Santo. Y por eso pedimos descubrirla y también la fuerza para ponerla en práctica, la fuerza para vivirla.
Si falta la oración en nuestra vida quedamos vacios, sin Dios.
Sin la Oración y sin la Palabra de Dios nuestra vida espiritual se muere y corremos rápidamente el peligro de asfixiarnos en medio de los mil avatares de cada día. A este propósito en Catecismo de la Iglesia Católica nos habla sobre el combate de la Oración y en el n. 2725 nos dice: “La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la oración es un combate.. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración. De la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración”.
Que en este Camino cuaresmal en que estamos la Oración que Jesús nos enseña del Padrenuestro nos ayude y estimule a avanzar por las sendas de nuestra conversión a Dios, a un Dios que nos muestra un inmenso amor entregando a su Hijo por nosotros, por nuestra Salvación.
Adolfo Álvarez. Sacerdote