En el Evangelio de hoy , San Marcos nos cuenta cómo los fariseos discutían con Jesús y para ponerlo a prueba le pedían un signo del cielo; verdaderamente parece una broma, Jesús (Dios-Hijo), el Verbo encarnado en una mujer por obra y gracia del Espíritu Santo, el Mesías , el Redentor , viene a la tierra a hacerse uno de nosotros con total humildad y los sacerdotes de su tiempo le piden un signo del Cielo.
Cristo vive una vida ejemplar, va creciendo y haciéndose un hombre ejemplar, llegado el momento de empezar la predicación del reino sale de su casa y pasa el día sin descanso de aquí para allá, entregado por completo , dando ejemplo , curando enfermos, haciendo milagros, dominando las leyes naturales y haciendo solo el bien y los fariseos le piden un signo del Cielo para creer.
Esto que era común en tiempos de Jesús, es todavía más común ahora; hablando de Dios es normal que la gente te diga que si viera un signo creería, que si existen los milagros que por qué ellos no ven uno, esto es común.
En la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro , el rico desde el infierno pide a Abrahán que avise a sus hermanos para que no vayan a ese lugar de tormento y dice Abrahán: “ Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan! El dijo: No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán. Y les dijo: Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite»(Lc).
Verdaderamente es muy curiosa la fe, para el que no la tiene da igual los milagros y los signos y los hechos asombrosos que puedan darse, seguirá sin creer, en el fondo de su corazón no habrá cambios, un hecho asombroso o extraordinario puede remover un poco sus estructuras internas pero tras el leve terremoto todo queda igual, incluso peor.
Es por ello que debemos pedir a Dios la gracia de que nos aumente la Fe, que sepamos saborear las cosas de Dios, que intentemos comprender el punto de vista de Dios, que confiemos desde lo más profundo de nuestro corazón en sus designios, por muy extraños que nos parezcan y nos pongamos en sus manos como bebés confiando plenamente en que Él , sin duda , quiere lo mejor para cada uno de nosotros.