San Marcos en el Evangelio de hoy nos narra como Jesús dice “ Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo , no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. Jesús dijo esto porque ellos decían : “Está poseído por un espíritu impuro”.
Y es que el Espíritu Santo es el poder activo de Dios, es Dios en acción, dice Jesús que el Espíritu Santo nos inspira, nos enseña y nos guía, San Pablo dice que es dador de la vida, que nos santifica e intercede por nosotros.
El Espíritu Santo habitaba en Jesús formando parte de El, lo manifestó claramente en el momento del Bautismo bajando hacia Él en forma de paloma, Jesús era Templo del Espíritu Santo; cuando vivimos en gracia de Dios tenemos la gracia santificante que permite que el Espíritu Santo también habite en nosotros, puesto que ya nos fue dado en el Bautismo.
Aunque la Santísima Trinidad es un misterio, tres personas distintas solo un Dios verdadero, podemos llegar a desentrañarlo un poco al ver que aunque las Tres Personas son un único Dios tienen personalidades distintas, y así vemos al Padre Eterno como Creador, al Hijo como Redentor y al Espíritu Santo como el Santificador.
Es por tanto el Espíritu el que santifica y da pureza, despertando en nosotros ,a medida que renacemos a El , los preciosos dones de Sabiduría , Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia , Piedad y Temor de Dios y entonces vemos cómo nacen los frutos de sus dones que son el Amor , la Alegría, la Bondad, en definitiva todo lo bueno.
En el Poema del Hombre Dios, en la redacción referente al Bautismo , donde Juan lleno de Espíritu Santo reconoce al Cordero y ve la Paloma, se nos explica la acción del Espíritu con estas palabras:
Si el hombre hubiera permanecido en gracia, en inocencia, en fidelidad para con su Creador, habría visto a Dios a través de las apariencias externas.
En el Génesis se lee que el Señor Dios hablaba familiarmente con el hombre inocente y que éste no desfallecía ante aquella voz y no se equivocaba al discernirla.
Era destino del hombre ver y entender a Dios, justamente como un hijo con su padre. Después vino la culpa, y el hombre ya no se ha atrevido a mirar a Dios, ya no ha sabido ni ver ni comprender a Dios.
Y cada vez lo sabe menos.
Necesitamos al Espíritu Santo para reconocer y discernir la voz de Dios en nuestros corazones, no seamos tozudos y sordos a su llamada , al contrario , acudamos cada día a Él diciéndole :
“Ven a mí , Espíritu Santo, ayúdame”.