En este Domingo contemplamos a Cristo, Luz, que nos invita a seguirle llamándonos para ello a la conversión.
San Mateo comienza anunciándonos el cumplimiento de la profecía de Isaías: <<El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande>>. (Isaías 9,2) Esta Luz es Jesucristo que nos llama a la conversión como algo necesario para seguirle. Cristo vive al mundo para mostrarnos a Dios, para ser Luz de los hombres, de suerte que dondequiera que está Cristo está la Luz de Dios, la Verdad, la Paz, el Gozo, la Liberación.
Hoy se nos invita a acoger esta Luz, a dejarnos iluminar por esta Luz. En medio de toda nuestra vida, con sus alegrías y tristezas, con sus angustias y gozos , de nuestras esperanzas y desesperanzas, en medio muchas veces de nuestra falta de amor y de paz, el Señor se hace presente para iluminar nuestra vida y darle un sentido nuevo y pleno a nuestra existencia.
Y lo primero que sentimos resonar en nosotros cundo la Luz de Cristo nos inunda es la llamada a la conversión: “Convertíos porque está cerca el reino de los cielos”. (Mt 4,17) “Convertíos” es la primera palabra que cada uno de nosotros tenemos que escuchar. Es decirnos: recupera tu identidad cristiana, vuelve a tus raíces, vive con nueva conciencia de seguidor de Cristo.
La conversión es tarea de todos y de todos los días: nunca somos testigos de Cristo del todo, y siempre necesitamos mejorar y cambiar, incluso puede suceder que cuando más seguros nos encontremos, caigamos con más facilidad y tengamos más necesidad de conversión. Pero convertirse no es algo solo de nuestro esfuerzo, a base de puños, es sobre todo gracia de Dios pues no se trata sólo de hacer las cosas mejor sino de sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores, es volver a Aquel que es bueno con nosotros.
La conversión no es algo triste ni algo que nos entristece, es el descubrimiento de la verdadera alegría, es sentirnos más vivos que nunca, porque descubrimos desde donde hemos de vivir y hacia dónde hemos de vivir. Descubrir aquello de San Pablo: “Mi vivir es Cristo”. La conversión limpia nuestra mente de egoísmos e intereses que empequeñecen nuestra vida de cada día, libera nuestro corazón de angustias y complicaciones creadas por nosotros mismos y crece y fortalece nuestra confianza en el Señor. La conversión nos ayuda a no llegar a vivir sin Dios, como si no existiese, pero creyendo en Dios.
Y el Señor llama a seguirle, “Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19 ) La conversión va unida con el seguimiento de Cristo. Conversión y llamada son gracias que van estrechamente unidas. En esta llamada que el Señor hace aparecen tres elementos que hoy se repiten en la vida de cada uno nosotros, pues también hoy Jesús nos llama a seguirle.
- La llamada por Jesús. “Venid y seguidme…” Cristo llama a cada uno. La primera llamada fue en el Bautismo, y después el Señor en distintos momentos nos llama y vamos renovando nuestra vocación. Unos nos llama al sacerdocio, otros a la vida consagrada, otros laicos comprometidos…..Pero a cada uno nos llama a seguirle
- La respuesta de los llamados. “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” También de cada uno de nosotros el Señor espera una respuesta. Cada nuevo día tenemos que dar nuestra respuesta a la llamada de Dios. Si rehusamos nuestra respuesta a esta llamada personal que el Señor nos hace no se puede lograr nuestra vida cristiana.
- La misión para la que son llamados. “Os hare pescadores de hombres” Toda vocación es para la misión. La misión es ser testigos del Evangelio, ser portadores de la Buena Noticia del amor de Dios para todos los hombres. Y esta misión la llevaremos adelante cada uno desde nuestra vocación a la que fuimos llamados.
Amigos, dejémonos cada uno de nosotros inundar, de nuevo, por la Luz de Cristo. Esta Luz avive en nosotros de nuevo la llamada a la conversión y al seguimiento del Señor. Y renovemos nuestra adhesión al Señor y pidámosle: Señor conviérteme, y dame la fuerza de tu Espíritu para seguirte y ser tu testigo en este mundo que me toca vivir.
¡Mucho ánimo y adelante!
Adolfo Álvarez. Sacerdote