II Domingo del Tiempo Ordinario.
El pasado domingo con la Fiesta del Bautismo del Señor culminábamos las Celebraciones de Navidad-Epifanía y comenzamos el Tiempo Ordinario, tiempo para adentrarnos en el Misterio de Cristo siguiendo el desarrollo de su Misión, a través de sus gestos, hechos y palabras.
Los Santos Padres han considerado tres manifestaciones o Epifanías de Cristo formando una unidad:
-La manifestación de Cristo a los Magos, como estrella, Luz para todo el mundo. Dios se da a conocer a todas las naciones.
-La manifestación de Cristo en el Jordán, como Siervo de Dios, Hijo Predilecto del Padre y Del Espíritu Santo.
-La manifestación en las Bodas de Caná , donde manifestó la gloria de Dios.
Cuando Jesús se manifestó en el Jordán anticipa otro bautismo más importante: el bautismo en su sangre. Es como un adelanto de su Pascua, cuando baja al agua anticipa su propia muerte y cuando sale del río anticipa la vida nueva con el cielo abierto, la voz del Padre y la unción del Espíritu.
Hoy el texto Evangélico de San Juan nos une aquel momento del Jordán con manifestar, señalar, a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pone de relieve la Misión de Aquel que es el Predilecto a quien hemos de escuchar: Reconciliar al hombre con Dios. Llevar adelante la Nueva Alianza.
Juan Bautista da testimonio y nos presenta a Cristo: Como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. (Jn 1,29) Y aquí revela la Gran Misión de Cristo. Cristo es el Cordero Pascual que se sacrificará por su Pueblo. Es el Salvador de los hombres. Sólo Cristo es el verdadero Salvador de todos y cada uno de nosotros.
-Como Aquel sobre quien vio bajar el Espíritu de Dios. “He contemplado el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él”.(Jn 1,32) Cristo es el Ungido por el Espíritu Santo para llevar adelante la misión que Dios le encomienda y que encontramos descrita por San Lucas en el comienzo de la misión cuando Jesús va a la sinagoga “ <<El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista, a poner en libertad a los oprimidos…>>”(Lc 4, 18 ss)
-Como el Hijo de Dios, pues escucho al Padre decir: “este es mi hijo amado, mi predilecto”. Cristo vive en obediencia al Padre. Se pone incondicionalmente a disposición de la voluntad del Padre. Hace suyas las palabras del Salmo que hoy rezamos: “Aquí estoy, para hacer tu voluntad”. Es fiel a su Padre hasta la muerte en la Cruz.
A nosotros contemplar y meditar este testimonio de Juan Bautista nos ha de ayudar a experimentar a Cristo como Luz de nuestras vidas de la que nos habla Isaías: “Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra” (Isaías 49,6) y a experimentar la Salvación en el perdón de nuestros pecados, descubriendo en lo más profundo de nuestro corazón a Cristo como el Cordero de Dios y dejándonos hoy que Cristo nos bautice en el Espíritu.
Y que Cristo nos bautice en el Espíritu ha de significar en nuestra vida:
– Acoger su Espíritu como fuente de vida nueva. Ello nos ha de llevar a una relación más fuerte y estrecha, más auténtica y viva, con Él.
-Recuperar y vivir nuestra identidad de cristianos fundada en Jesucristo, “Camino, Verdad y Vida”.
-Abrirnos al amor verdadero vivido fraternalmente y misericordiosamente.
-Dejarnos transformar por Cristo, ir teniendo poco a poco sus mismos sentimientos y actitudes. Aquello que pedimos en la jaculatoria: “Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”.
Y esto tiene que notarse en nuestra vida pues este Bautismo en el Espíritu nos urge y ayuda a vivir la misma misión de Cristo, y ello dando testimonio de que somos hijos de Dios, de que somos discípulos de Cristo y de que hemos sido ungidos por el Espíritu Santo para anunciar la Buena Nueva a los demás.
Amigos, cada uno de nosotros dejándonos llenar de Cristo, La Luz y el Cordero de Dios, nos convertimos en evangelizadores de nuestros hermanos y en medio de nuestro mundo estamos llamados a señalar hoy dónde esta Cristo y llevarlos a Él . Esta es la misión, por eso con San Pablo tenemos que decir “Ay de mí si no Evangelizare” . Invoquemos al Espíritu para que de nuevo nos inunde y adelante en la misión
Adolfo Álvarez. Sacerdote