La primera lectura de hoy , Hebreos 3,7 -14 , nos narra cómo el pueblo de Dios a pesar de ver sus signos durante cuarenta años en el desierto, endureció su corazón y cómo eso disgustó a Dios, es por eso que nos dice “anímense mutuamente cada día mientras dura este hoy a fin de que nadie se endurezca , seducido por el pecado”.
Y es que el pecado nos seduce y nos aleja de Dios, y la consecuencia más clara de ello es que endurece nuestro corazón que se va volviendo insensible al Amor de nuestro Creador; el Catecismo nos dice “El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.”
Frente al desánimo y al desaliento de la realidad del pecado, que está profundamente arraigado dentro de nosotros, encontramos en las lecturas de hoy las recetas necesarias para la solución de este grave problema , por un lado la necesidad del amor del prójimo, “anímense mutuamente”, la lectura nos dice dense ánimo unos a otros, no se desesperen , no se hundan ni se depriman , ayúdense a levantarse unos a otros, “anímense”, y es que si lo pensamos verdaderamente vemos como los cristianos ante la caída de uno de nuestros hermanos no tenemos esa actitud de ánimo o de ayuda, más bien hablamos por detrás y criticamos y aprovechamos para hacer leña del árbol caído.
Por otro lado San Marcos en el Evangelio de hoy nos completa la receta para conseguir no separarnos jamás de Jesús , por muy pecadores y pequeños que seamos, nos dice “Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y cayendo de rodillas le dijo : Si quieres puedes purificarme, Jesús conmovido , extendió la mano y lo tocó , diciendo : “Lo quiero, queda purificado”.
Si a pesar de nuestra lepra y de nuestro pecado, nos acercamos a Jesús cayendo de rodillas y le pedimos ayuda , Él , a pesar de todo, se conmueve ante nosotros porque es todo misericordia y extendiendo la mano nos dice “Lo quiero, quedas purificado”.
El pecado es una realidad con la cual tenemos que convivir, es una realidad contra la que debemos luchar, pero Jesús y la Iglesia nos dan las respuestas para poder caminar , aún a pesar de nuestros constantes errores y caídas.