¡Cantemos a Dios por María!
La Solemnidad de la Inmaculada es una de las Fiestas marianas de más profunda raigambre en la fe del pueblo cristiano y muy especialmente en nuestra nación española de la que es Patrona, donde quedó muy grabado en la piedad de los fieles el saludo: “Ave María purísima, sin pecado concebida”. Estamos ante una Solemnidad que fue celebrada con gran devoción y piedad ya muchos siglos antes de que se proclamara el Dogma en el año 1854. Para nosotros esta Solemnidad ha de ser vivida con mucho gozo y como momento de fortalecerse nuestra fe y nuestra esperanza de la mano de María y de su mano prepararnos a recibir a Cristo en la próxima Navidad, darle lugar en nuestra vida, darle posada en nuestra casa.
Celebramos la Solemnidad del Sí de Dios al hombre, del comienzo de su plan de Salvación. En María, la Madre, comienza a realizarse el misterio de la Encarnación del Hijo. Por ello en el marco del Adviento en que estamos y celebramos esta Solemnidad, María sale a nuestro encuentro como modelo de espera y de esperanza y como figura de lo que toda la Iglesia es y está llamada a ser, así lo canta la Liturgia de este día en el Prefacio de la Misa: “porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna Madre de tu Hijo, y comienzo e imagen de la Iglesia, Esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura”.
Celebramos la Solemnidad en que festejamos y contemplamos la Nueva Eva, María Inmaculada, donde se pone de manifiesto que Dios es más fuerte que el pecado y que donde abunda el pecado sobreabunda la gracia. María es la señal y la garantía de esta victoria. Se nos hace ver que existe solo una cosa que contamina de verdad al hombre: el pecado. María nos ayuda a luchar contra el pecado, su plena disponibilidad a Dios: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” es para nosotros un estímulo. San Bernardo nos decía, ante las tentaciones, los peligros, las dificultades, “Mira a la estrella, invoca a María”. A Ella hemos de acudir, en Ella nos hemos mirar.
Amigos, por todo lo dicho somos invitados en esta gran Solemnidad a cantar. El Salmo responsorial en la Liturgia de este día nos invita a cantar proclamando: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” y es que María es la maravilla que Dios ha hecho porque la ha elegido para ser su Madre y Madre de todos los creyentes. La Solemnidad de la Inmaculada es un canto de admiración a la belleza y a la perfección humana, es un canto agradecido al inmenso amor misericordioso de Dios. Por esto la actitud cristiana, la actitud de cada uno de nosotros, en esta Gran Fiesta ha de ser la de la alabanza a Dios por la obra maravillosa realizada en María, a la que con gozo le seguimos diciendo: “Bendita tú entre las mujeres” porque si Eva es llamada “madre de los que viven”, María es reconocida como Madre y Modelo de todos los creyentes, “dichosa tu que has creído”
Acudamos a María, como decíamos antes, tengámosla siempre presente. Ella siempre nos conduce a Cristo. Ella nos manifiesta la ternura divina. Es nuestro modelo de fe, de amor, de humildad, de generosidad, de oración, de servicio.
Y en este día, con el poeta andaluz Fray Pedro de Padilla, piropeamos a María, en su Inmaculada Concepción:
Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver;
que a otros los dejan caer
y después les dan la mano.
Mas vos, Virgen, no caíste,
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.
Yo, cien mil veces caído,
os suplico que me deis
la vuestra, y me levantéis
porque no quede perdido.
Y por vuestra concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,
para que, de esta manera,
suba con vos a gozar
del que solo puede dar
vida y gloria verdadera.
Y a Ella nos consagramos, para de su mano acoger a Cristo en nuestra vida en la próxima Navidad
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan grandiosa belleza.
A Ti, Celestial princesa,
Virgen Sagrada María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón
mírame con compasión, no me dejes, Madre mía
¡ Feliz día de la Inmaculada!
Adolfo Álvarez. Sacerdote