Afianzar nuestra fe en la Resurrección
Al día siguiente de la Solemnidad de Todos los Santos, donde hemos contemplado y festejado a la Iglesia triunfante en el cielo, conmemoramos a Todos los Fieles Difuntos, teniendo presente la Iglesia del Purgatorio, rezando y ofreciendo por su Eterno Descanso la Santa Misa.
El acontecimiento central que se sitúa ante nosotros y que el que nos lleva a rezar por los difuntos, es el Misterio Pascual de Cristo, es que el Señor venció a la muerte con su Resurrección, y nos ha hecho partícipes de esa victoria. Así lo proclamamos en uno de los prefacios de Difuntos: “Él quiso entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna”
Esta Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos nos hace reflexionar sobre la muerte cristiana, sobre nuestra propia muerte. La muerte aparece como nuestro destino y nos llena de interrogantes, y es que aunque tenemos que pasar por la muerte nuestro destino no es la muerte, no es el sepulcro, nuestro destino es Dios misericordioso, nuestro destino es la Vida de la Gloria, que Cristo nos ha alcanzado con su Muerte y Resurrección. En su muerte murió nuestra muerte, en su resurrección nos dio vida verdadera, vida eterna, vida de resurrección.
Los cristianos creemos en la resurrección de la carne, en la vida eterna, así lo confesamos en el Credo.. Así nos lo recuerda el Apóstol San Pablo en la Carta a los Filipenses: “Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo” (Filp 3,20-21). Dios, a través de su Palabra, nos enseña no tener miedo a la muerte pero también a no banalizarla, ni a ocultarla o disfrazarla, pues la muerte es un hecho duro para el ser humano y que produce en nosotros tristeza, oscuridad, desconcierto y al mismo tiempo forma parte de nuestro ser. Dios nos enseña a afrontar la muerte desde Jesucristo, desde su Misterio Pascual, desde la esperanza que tiene que suscitar en nosotros el acontecimiento de su Resurrección, que abre en todos los hombres, en cada uno de nosotros un horizonte nuevo: la vida eterna y que nos lleva a afirmar lo que cantamos en la Liturgia de la Iglesia: “Si vivimos vivimos para Dios, si morimos morimos para Dios, en la vida y en la muerte somos de Dios…”
Hoy en esta Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos los cristianos no rendimos culto a los muertos, sino que rendimos culto al Dios de la Vida para invocar su Misericordia sobre todos nuestros Difuntos para que los acoja en la Vida para siempre. Nuestros Sufragios, unidos a la Intercesión de Jesucristo, nos hace crecer en la confianza de que todos los que han muerto encontraran la paz y eso nos consuela y nos anima.
Rezar por los difuntos es una de las Obras de Misericordia que el Papa nos invitó a ahondar en ellas en este Año Jubilar de la Misericordia y hemos de practicar esta obra de Misericordia, y es que la Oración por los difuntos pertenece a la más profunda tradición cristiana y se apoya en dos hechos fundamentales de nuestra fe que conviene nunca olvidemos:
- En primer lugar rezamos por los difuntos porque creemos en la Resurrección de Cristo.
- En segundo lugar rezamos por los difuntos porque creemos en la Comunión de los Santos
Recordemos en este día las palabras de Jesucristo que tanta paz nos dán y que tanta esperanza nos infunden:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mi aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en Mi no morirá jamás” (Jn 11,25-26)
“ El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,54)
Y en continuidad con las palabras de Cristo el Concilio Vaticano II nos dice: “ Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó, con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba, Padre! (Gaudium et Spes 22)
Ponemos ante el Señor nuestra Oración por todos los Difuntos y le pedimos al Señor que se afiance nuestra fe en la Resurrección.
Adolfo Álvarez. Sacerdote