En un mundo en el que no abundan las noticias positivas, ni los modelos de vida coherente, vale la pena subrayar lo que significan y representan los Santos: un regalo de Dios a la humanidad, el mejor don del Espíritu a su Iglesia. Papas y niños, mártires y religiosos, fundadores y laicos, reyes y sencillas madres de familia, doctores de la Iglesia y legos de un monasterio desconocido, jóvenes y mayores, todos ellos han asumido el Proyecto de Jesús y lo han realizado con fidelidad.
Y nos preguntaremos ¿ cuál es el Proyecto de Jesús, que han asumido estos hombres y mujeres? Ellos testimoniaron a Jesucristo y asumieron como valores fundamentales para vivir el seguimiento de Jesucristo, los valores de la Bienaventuranzas.
Los Santos son ejemplo para nosotros de vidas entregadas a Dios y a los demás. Ellos forman parte de nuestra historia, de nuestra humanidad, ellos de carne y hueso como nosotros, con limitaciones y tentaciones supieron acoger a Dios en sus vidas desde los valores de las Bienaventuranzas. Con el testimonio y coherencia de su vida, nos están demostrando que sí es posible superar las tendencias del mundo y programar nuestra vida según Dios, apoyados, eso sí, en la fuerza de su Espíritu, pues es el Espíritu Santo quien modela los Santos.
Los Santos, amigos, con su ejemplo nos están diciendo que con la ayuda del Espíritu las Bienaventuranzas son camino de felicidad y que siguen teniendo valor: la humildad, la apertura a Dios, la pureza de corazón, la actitud de misericordia, el trabajo por la paz… merece la pena.
Celebremos con gozo esta gran fiesta de nuestros hermanos, como rezamos en el prefacio de la Misa, “los mejores hijos de la Iglesia” y vale la pena que nos dejemos iluminar y llenar de ánimos por su ejemplo. Ellos nos señalan la meta, nos ayudan en nuestro camino con su intercesión, nos demuestran que es posible seguir el Evangelio de Cristo y nos dan ánimos en nuestra debilidad.
Que los Santos nos ayuden a todos a ser cada día mas auténticos y coherentes en nuestro caminar cristiano.
Animémonos unos a otros. ¡Merece la pena! ¡No desfallezcamos! ¡El Espíritu Santo nos da su fuerza!
Adolfo Álvarez. Sacerdote