Ayer la Iglesia volvió a celebrar una gran fiesta, la plaza del Vaticano se llenó de 70.000 fieles congregados para dar gracias a Dios por siete nuevos santos, en Religión en Libertad dicen que algunos les llaman ya “los 7 magníficos” a pesar de que entre ellos no se conocieron.
Las balconeras del Vaticano en Roma portaban las fotos de gran tamaño de todos ellos:
El obispo español Manuel González García ; Jose Gabriel del Rosario Brochero, el cura gaucho, argentino ; el niño Jose Luis Sánchez del Río , de 14 años , asesinado en Mexíco durante la guerra cristera ; un sacerdote italiano Ludovico Pavoni , fundador de la Congregación de los Hijos de María Inmaculada ; Alfonso María Fusco, otro sacerdote italiano, fundador de la Congregación de las religiosas de San Juan Bautista; Salomón Leclerq, francés, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinado en 1792 en la Revolución Francesa y la hermana Sor Isabel de la Santísima Trinidad Catez, francesa, carmelita descalza y mística, muerta en 1906 con 26 años.
Las obras de los Santos se extienden por el mundo como una lluvia de gracia y alegría que llega a todas partes, la prueba más evidente es que en nuestro grupo de oración de Arriondas, Principado de Asturias, una vez al mes viene a orar con nosotros la hermana Ana María, Misionera Eucarística de Nazaret, ella nos presentó a D. Manuel González y nos habló por primera vez de él, no hace mucho nos regaló a cada uno, en una de las reuniones, una reliquia del entonces beato , desde ayer Santo.
Es por ello que nos toca el corazón especialmente el obispo español Manuel González García, sevillano, nació el 25 de Febrero de 1877 y murió el 4 de Enero de 1940, vivió tiempos difíciles en España, fue obispo de Málaga y de Palencia , se le conoció como el obispo de los Sagrarios Abandonados , el gran amor que le unía a Jesús y la creencia total y absoluta de su presencia en la Eucaristía le hacía sentirse profundamente triste de saber que Jesús estaba solo en tantos Sagrarios, es por ello que fundó la Unión Eucarística Reparadora y la congregación religiosa de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, a raíz de estas congregaciones han nacido otras muchas con la misma vocación.
Antes de su muerte dictó su inscripción sepulcral que decía :
«Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!».
Estas bellas palabras siguen retumbando hoy en día en nuestros corazones tan actuales como entonces.