Este fin de semana hemos conocido a Santa Teresa de Jesús, también la ciudad en la que nació, Ávila, ambas forman un todo y se necesitan la una a la otra para comprender lo que fue la vida y la vocación de Santa Teresa.
La ciudad de Ávila es preciosísima, se encuentra como perdida por tierras de Castilla-León en medio de llanuras eternas, parece que a medida que nos acercamos vamos retrocediendo en el tiempo.
Cuando por fin vemos la ciudad amurallada lo comprendemos, es cierto que habíamos retrocedido en el tiempo, entendemos perfectamente que Ávila sea Patrimonio de la Humanidad, es algo único en el mundo …… y solo estamos empezando.
Recorremos sus calles empedradas y vamos viendo sus casas y sus palacios, visitamos sus plazas y sus Iglesias y nos encontramos irremediablemente con la figura única e inimitable de Santa Teresa de Jesús.
En la casa en la que nació , hoy convertida en museo , en Iglesia y convento, vemos conservado el jardín en que jugaba cuando era niña con su hermano construyendo pequeñas ermitas con diminutas piedras , dos esculturas rememoran el momento y podemos leer de puño y letra de la Santa cómo ambos examinaban las vidas de los santos y se planteaban ir a tierra de moros para convertirse ellos mismos en Santos al ser degollados en nombre de Jesús.
A medida que pasamos en el Museo de sala en sala, viendo lugares, objetos, conociendo personajes relacionados con ella, sus vestimentas, observando los retratos, sus objetos personales, la réplica de su habitación, las cartas de su puño y letra, sus proyectos,¡¡ tantos conventos fundados!!, sus amigos, leyendo en cada una de las salas frases significativas de la Santa “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”, nos damos cuenta de que en nuestro interior se está forjando una imagen de la auténtica Santa Teresa de Jesús, la estamos conociendo, su personalidad se dibuja en nuestras mentes y comenzamos a sentir su fuerza.
Seguimos la visita por la ciudad , salimos esta vez de sus murallas y así encontramos el Monasterio de la Encarnación donde estuvo interna más de treinta años y donde se gestó toda la difícil y maravillosa reforma del Carmelo, allí se rememora el momento especial en que Santa Teresa de Jesús siente su corazón traspasado por una flecha de amor ardiente que le es clavada por un Ángel, momento conocido como la Transverberación.
Continuamos visitando el primer convento fundado por ella misma y dedicado a San José, tan olvidado hasta entonces, y vemos la simplicidad de la primitiva Iglesia y comprendemos el Espíritu de la Santa ; seguimos por el Monasterio de Santo Tomás , un poco más alejado , y allí encontramos el lugar en que ella iba a confesarse con los padres dominicos, de hecho allí se encuentra el confesionario conservado, el Monasterio de Santo Tomás y su Iglesia son espectaculares y no podemos evitar imaginar a la Santa con sus hábitos caminando por entre aquellos pilares de piedra .
Nuestra visita nos deja un sabor agridulce, olor a madera antigua y libros viejos, vemos que nos queda mucho por conocer pero a la vez sentimos una pasión por Santa Teresa de Jesús que nunca imaginamos sentir.