Hoy recordamos la memoria del martirio de San Juan el Bautista, que murió en el día del cumpleaños del Rey Herodes, el cual le tuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte por recordarle que no le era lícito estar casado con la mujer de su hermano de nombre Herodías.
San Marcos en el Evangelio de hoy nos lo relata :
“Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo pero no podía porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía.”
Sin embargo San Marcos nos cuenta que un día se presentó la ocasión favorable ; como consecuencia del cumpleaños del rey, la hija de Herodías , Salomé, salió a bailar y agradó tanto a Herodes y a sus comensales que Herodes le dijo : “Pídeme lo que quieras y te lo daré. Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.”
Salomé preguntó a su madre y el mal que acechaba en el corazón de Herodías aprovechó la oportunidad perfecta para que el Rey Herodes no pudiese negarse y entonces Salomé pidió : “ Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista “.
San Marcos nos cuenta que el rey se entristeció mucho pero que al dar su palabra delante de los convidados no pudo quedar en evidencia desdiciéndose de su promesa, con lo que dictó la Sentencia de muerte de San Juan Bautista.
Así fue que San Juan murió decapitado y su cabeza fue entregada como un trofeo para saciar la sed de venganza de una malvada mujer.
San Juan Bautista vivió paralelamente con Jesús, se conocieron ambos ya en el vientre de sus respectivas madres, y llevándose pocos meses de diferencia San Juan tuvo una vida totalmente acorde con la voluntad de Dios, él fue el Precursor, el Anunciador, la Voz que clamaba en el desierto, el que gritó “Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, y no solo dio testimonio con toda su vida día a día, sino que en el momento final entregó su propia sangre heroicamente en defensa de la verdad.
¡¡Cuánto podemos aprender de San Juan Bautista!!, en este mundo en el que los intereses nos mueven como velas al viento, en el que los criterios cambian según nos resulten útiles o no, el testimonio íntegro y firme de San Juan nos muestra una fortaleza digna de admiración.