Ayer día dieciocho, celebramos en la Iglesia de Peruyes, (Margolles ) la conmemoración por el ochenta aniversario del martirio del Beato Celestino José de Margolles, nuestro beato.
La celebración comenzaba a las seis de la tarde, cuando llegamos a Peruyes lucía un sol espectacular y cabrioleaba una brisa ideal que nos acompañaron en todo momento; Peruyes es un pueblo hermoso, delante de la Iglesia hay una arboleda que en estos días de verano hace las delicias de los que allí paran.
La Santa Misa la presidió el padre Amaro, concelebrando con el padre Adolfo y el padre Luis Marino, vestían todos de rojo, símbolo del martirio de nuestro beato.
La solemnidad fue cantada por el coro parroquial de Arriondas y contó con la inestimable ayuda de Belén tocando la gaita, yo nunca había escuchado un coro parroquial con gaita y verdaderamente ¡¡es precioso!!.
Toda la celebración fue una delicia, los cantos de entrada, “el Gloria” que sonaba a música celestial, se leyeron las lecturas, se cantó el salmo y se proclamó el Santo Evangelio, el padre Amaro nos habló en la homilía del beato Celestino José , se podía sentir que él estaba allí presente, celebraba y se alegraba con nosotros y nos animaba a ser mejores mientras nos miraba con esa mirada pícara tan peculiar , su imagen presidía el Templo desde el lado derecho rodeada de flores.
Fue una celebración emocionante de principio a fin, como en toda Misa Jesús vino y se hizo presente en medio de nosotros para compartir nuestra alegría , culminó con el beso a una reliquia del Santo, un hueso, y con la bendición final y el canto de despedida.
El padre Amaro nos hizo reflexionar sobre el hecho de que resulta curioso pensar en un beato que compartiendo ahora el gozo del Cielo, haya nacido tan cerca de nosotros, haya respirado durante su vida nuestro mismo aire, nuestra cultura, haya utilizado nuestras expresiones y forma de hablar, vivido nuestras mismas costumbres, se haya emocionado con el Asturias patria querida, como ayer nosotros en la Eucaristía , porque siempre pensamos en Santos de otras épocas y de otros lugares, pero Celestino José de Margolles nos queda tan cerca en todos los sentidos, que verdaderamente resulta una experiencia conmovedora pensar en ello.
Testimonió con su vida a Jesús hasta el último momento y es un orgullo para todos los cristianos, pero especialmente para nuestra Parroquia , para nosotros sus vecinos, contar con su mirada amorosa desde el Cielo y seguro que también con su intersección y con su ayuda ahora aquí en la tierra.