El padre Slavko Barbaric en su libro “Dame tu corazón herido” hace un recuento de su propia experiencia sobre la Confesión y expresa en un inicio sus dudas del ¿Por qué existe la confesión?, ¡podéis imaginaros! un sacerdote dudar y preguntarse a sí mismo ¿Por qué confesarse con un sacerdote?.
Resultó que un dia de manera increíble y confesando, una joven le preguntó ¿Por qué he de confesarme con un sacerdote que es un ser humano igual que yo?, en su lugar, yo puedo hablar directamente con Dios; el padre Slavko se sintió caer en una trampa, la misma pregunta que él se hacía se la estaba haciendo un feligrés, no sabía siquiera cómo responderle, y le contestó “También yo tengo el mismo dilema ¿por qué confesarse con un sacerdote que no es más que un hombre? ¡pudiera ser porque los sacerdotes somos muy curiosos y queremos descubrir tus faltas! Creo, sin embargo, que nadie confiesa algo nuevo. El sacerdote conoce todos los pecados, todas las faltas del hombre. Si quieres saber mi punto de vista ¡esa es mi misma duda!”.
En ese momento aquella joven comprendió junto con el padre Slavko que el sacramento de la penitencia era algo más, la pregunta no era ¿por qué confesarse? , el sacramento era el encuentro con Cristo, el encuentro del enfermo con el Médico, de aquel que vaga en las tinieblas con la Luz, el encuentro del que ha perdido la ruta y Aquel que es el Camino.
El acto de confesión resulta un acto de otra dimensión, en el que sientes que tu espíritu se abraza con el Padre y que dentro de ti nace como un rayo de luz y sensaciones y emociones que eres capaz de distinguir , y en un momento sientes la voz que perdona tus pecados y que, además te abre las puertas de la vida para que con fe y alegría puedas continuar en ella hasta que Dios quiera.
En San Lucas 15,11-32, enuncia en la parábola del Padre misericordioso que el Padre siempre respeta la libertad de sus hijos, que siempre se queda esperando preocupado el regreso y que siempre serás recibido con todo su Amor.
Jesús nos ha dado a través del sacramento de la penitencia la posibilidad de acudir a El para consolarte, sanarte y ayudarte, “Dios dejó constancia del amor que nos tiene y siendo todavía pecadores nos perdonó.”
Jesús te invita también a que te perdones y perdones al prójimo, por tanto, revisando las heridas que llevamos dentro, puedes ponerlas con toda confianza en las manos de Dios y olvidarlas, porque Dios las olvida.
Jesús te invita a perdonar a los que nos ofenden, “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, Juan 4,19 “Entonces amémonos ya que Él nos amó primero”.
En Medjugorje el 25 de febrero de 1987 la Santísima Virgen María expresó:
“Queridos hijos, os ruego, entregad al Señor todo vuestro pasado; todo el mal que se ha acumulado en vuestros corazones. Deseo que cada uno de vosotros sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, orad y en la oración conoceréis nuevamente el gozo. El gozo se manifestará en vuestros corazones y así podréis ser testigos gozosos de lo que Mi Hijo y Yo deseamos de cada uno de vosotros. Yo os bendigo.
¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”.