Cuando pensamos en los Ángeles nos invaden sentimientos hermosos y nobles porque ellos son servidores y mensajeros de Dios ; son criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad, son seres personales e inmortales y superan en perfección a todas las criaturas visibles, su existencia es dogma de Fe, es decir son seres reales, existen .
Desde la creación y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos siempre formando parte de esa salvación y sirviendo al designio de Dios para su realización.
Pero el Padre Celestial que es todo Amor no solo ha creado los Ángeles sino que a cada ser humano que nace le asigna uno específico que lo acompañe durante todo su peregrinar por este mundo y es por esto que cada uno de nosotros tenemos un Ángel Guardián o Ángel de la Guarda que es un príncipe celeste que no nos abandona nunca , que presenta ante Dios nuestras buenas obras y al que hacemos entristecer cuando hacemos algo malo .
El Ángel de Dios está siempre con nosotros, el Papa Juan XXIII decía que nuestra fe nos enseña que ninguno de nosotros está solo , siempre se encuentra a nuestro lado aunque no nos demos cuenta nuestro propio Ángel Guardián, un ser celestial que trata personalmente con Dios y teniendo en cuenta que nos cuida y nos acompaña siempre con un especial amor y cariño , que vela por nosotros con perfección, sería adecuado hablarle y rezarle y tenerle presente al empezar el día y al acabarlo.
La mayoría de nosotros recordamos esa preciosa oración que nuestros padres con gran sabiduría nos enseñaron de pequeños “Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día, no me desampares que me moriría. Si me desamparas qué será de mí, Ángel de la Guarda, ruega a Dios por mí.”
En la Biblia aparecen casi 400 veces; tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En la vida de Jesús , se encuentran desde el momento en el cual el Arcángel Gabriel le anuncia a María que será madre de Dios, aparecen en el momento de su nacimiento en el portal de Belén, le recuerdan a San José en sueños que huya a Egipto, reconfortan al Señor durante su estancia en el desierto al sufrir las tentaciones, reconfortan a Jesús nuevamente en el Jardín de Getsemaní tras el terrible sufrimiento que allí padeció, aparecen en la tumba vacía en el momento de su triunfante resurrección en Jerusalén para decirle a las mujeres que Aquel a quien buscan no está allí sino que ha resucitado y en el instante de la Ascensión del Señor a los Cielos también aparecen los Ángeles diciendo a los discípulos y a los que allí estaban “hombres, qué hacéis ahí mirando al Cielo” ; se puede afirmar que acompañan a Jesús durante toda su vida terrena , desde su concepción hasta su muerte y lógicamente en el Cielo ya están por toda la eternidad junto a Él.
San Mateo nos dice que su apariencia puede ser como un relámpago y sus vestiduras blancas como la nieve, también nos dice que siempre están en la presencia del Padre Eterno y que ellos forman su Ejército Celestial (Salmo 148.2). Las Escrituras nos hablan de su número y los cuentan por millones de millones.