PONER NUESTRA FE EN CRISTO:
JESUS, HIJO DE DAVID TEN COMPASION DE MI. QUE RECOBRE LA VISTA.
Seguimos en la Escuela del Señor y lo seguimos haciendo a través del Evangelista San Marcos. Hace dos domingos se nos recordaba que nuestro corazón no puede estar centrado en el tener. El domingo pasado nos hacía gustar que nuestro corazón no puede estar centrado en el poder. Y se nos recordaba que las actitudes auténticamente cristianas que estamos llamados a vivir son el desprendimiento y el servicio.
Sabemos por otros textos de los Evangelios que la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Para cada uno de nosotros, también hoy, es esencial reconocernos necesitados de luz, de lo contrario seremos ciegos para siempre. Esta escena que el Evangelio nos pone hoy ante nosotros, en sus aspectos fundamentales, evoca el itinerario del catecúmeno hacia el Sacramento del Bautismo, que en la Iglesia antigua se llamaba también <<iluminación>>
Hoy, en este domingo, se nos invita a darnos cuenta que estar dominados por el tener y el poder hace que estemos ciegos y que lo que hay que decidirse es ante el mismo Jesucristo. Y Bartimeo nos enseña la actitud que hemos de tener de tener: dar el salto, actitud de plena confianza en el Señor que nos lleva a suplicarle: “Señor, que yo vea”,actitud de dejarnos iluminar por Él.
Necesitamos que nuestro corazón esté centrado en el Señor, que toda nuestra confianza esté puesta en Dios. No debemos conformarnos con “pedir limosna”, con ir tirando… Tenemos que “dar el salto” y “soltar el manto”, es decir soltar todo aquello nos ata, para acercarnos a Jesús. Él es el que auténticamente nos libera.
Por ello lo primero necesario para que hagamos la súplica “Señor que recobre la vista”es reconocer que en muchas ocasiones somos ciegos, ciegos por el tener, ciegos por el poder, ciegos porque en nuestro corazón reinan otros dioses que nos hacen vivir en una guerra porque todos quieren reinar y sin embargo ninguno de ellos nos da la felicidad autentica.
También nos ocurre como al ciego Bartimeo que a nuestro alrededor tratan de impedirnos darnos cuenta que estamos ciegos, tratan de alejarnos del Único que puede darnos la Luz verdadera y así los medios de comunicación, el secularismo, el ser esclavos de modas, etc. tratan de alejarnos del Señor.
Hermanos y Amigos, pongamos nuestra fe en Jesús, confiemos en Él, porque la fe es eso, confianza, confianza plena en el Señor. Él es la Luz que nos hace ver, pero tenemos que con la ayuda de la Gracia a través del Don del Espíritu Santo experimentar lo que expresa el salmista: “El Señor es mi Luz y mi Salvación” (Salmo 26)
Por ello hoy, en este domingo, cada uno de nosotros hemos de, venciendo dificultades, gritar y acercarnos al Señor que pasa y sentir que el Señor nos dice: <<¿Qué quieres que te haga?>>.Amigos y hermanos cada uno hemos de pararnos y gustar interiormente esta pregunta. Preguntarme ¿Qué tiene el Señor que yo necesito y que sólo Él puede darme?
Y cada uno de nosotros sintiendo en nuestras vida, en nuestros corazones está pregunta y reavivando nuestra confianza plena en el Señor le responda: << “Rabbuni, que recobre la vista>>.Ésta ha de ser nuestra oración: Señor, que pueda ver .
Amigos, Bartimeo por la fe plena ha abierto las puertas al poder liberador y sanador de Jesús, quien al devolverle la vista le dice: <<Anda, tu fe te ha salvado>>. Tengamos cada uno de nosotros esta experiencia. Que podamos sentir cada uno de nosotros, cada uno en su vida concreta, al Señor que hoy te dice <<Anda tu fe te ha salvado>>
Cuando el ciego Bartimeo recobra la vista no duda en seguir a Jesús, en seguirlo por el camino. El camino de Jesús a Jerusalén: camino de la entrega por amor y para salvar a la humanidad. En el Evangelio, el hecho de seguir a Jesús significa ser su discípulo. Y es que, quien ha recibido de Jesús la gracia de la luz de la fe, como signo de amor y gratitud, se ha empujado al seguimiento de Cristo con fidelidad y sin condiciones.
Hermanos y Amigos, permitidme que insista Dios necesita de cada uno de nosotros para gritar a nuestro mundo: “Ánimo, levántate, que te llama” como aparece en el Evangelio de hoy. Porque es el Señor quien llama; quien sale a nuestro encuentro, quien nos cura, el que consuela; quien tiene una palabra de alivio para cada uno en la situación concreta en la que nos encontremos cada uno. Dios sigue obrando maravillas en los corazones cuando nos abrimos a su Amor inmenso.
No lo olvidemos, experimentando nosotros primero esta Luz de Cristo en nosotros, que estamos llamados a evangelizar curando, ayudando a abrir los ojos, acercando las personas a Jesús. Con la fuerza del Espíritu que viene en nuestra ayuda hemos de ser capaces de acercar a los demás, a los que encontremos a nuestro alrededor sentados en el borde del camino, a Dios con nuestras palabras de ánimo, de esperanza y con nuestra actitud atenta a las necesidades del mundo y a la voluntad de Dios.
Hermanos y Amigos, ojalá cada uno de nosotros, en este domingo, se sienta Bartimeo, y experimente a Cristo en lo profundo de su corazón, y le sienta como la Luz verdadera, como la Felicidad plena y sea Cristo el guía y conductor del camino de nuestra vida. Y esta experiencia nos lleve a hacer lo del refrán castellano “de lo que rebosa el corazón, habla la boca”.
Que la Eucaristía sea donde alimentemos nuestra fe, para que no nos falte la Luz que es Cristo y unidos Él seamos sus testigos en medio de este mundo que nos toca vivir, siguiéndole solo a Él.
Adolfo Álvarez. Sacerdote