SERVIR AL ESTILO DE CRISTO
Seguimos en la Escuela del Señor de la mano del Evangelista San Marcos y tenemos que seguir pidiéndole al Espíritu Santo nos ayude a tener “conocimiento interno de Cristo para más amarle y mejor seguirle”.
En el domingo el Señor nos convoca para celebrar su Muerte y Resurrección y revestirnos, inundarnos de nuevo, de su Gracia pascual. Él nos reúne y se hace presente en la Comunidad reunida, en la proclamación de la Palabra y en la Fracción del Pan.
Cada domingo el Señor por medio de su Palabra trata de iluminar un aspecto de nuestra vida afín de que vayamos avanzando en el camino de nuestra conversión y avancemos en vivir con sus sentimientos y actitudes.
Hoy somos invitados a contemplar a Cristo-servidor, que “no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”
Si el domingo pasado Jesús nos invitaba a no poner nuestro corazón en el tener, hoy nos invita y hace una llamada a no poner nuestro corazón en el poder. Y por ello hoy contemplamos a Cristo en su entrega por amor.
Jesús dará un ejemplo decisivo como Siervo sufriente, que hace justos a los demás, cargado con los crímenes de ellos, tal como nos lo recuerda la profecía de Isaías, y -de este modo- se ha constituido como Sumo Sacerdote que ha atravesado el Cielo, tal como hemos leído en la carta a los Hebreos. Jesús, al hacerse hombre como nosotros y servidor nuestro, se compadece de todos y nos acoge y nos da el auxilio que necesitamos.
Cristo hoy nos dice: “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar la vida en rescate por todos”. Con estas palabras Jesús se presenta a sí mismo como ejemplo de vida sobre todo para todos los que queremos seguirle, aquí nos encontramos con el criterio fundamental para entender la naturaleza verdadera de la vocación cristiana.
Hermanos y Amigos, algo que hoy en la contemplación de la Palabra de Dios de este domingo queda claro es que para seguir a Jesús hay que acompañarlo por el camino que lleva al Calvario. Seguir a Jesús conlleva una dosis de sufrimiento. El Evangelista San Marcos pone de relieve el desfase y la incomprensión de este camino doloroso por parte de los apóstoles, y curiosamente enmarca el caminar del Señor hacia Jerusalén entre las curaciones de dos ciegos: la del ciego de Betsaida al principio (8,22-26) y la de Bartimeo en Jericó al final (10,46-52), haciéndonos ver lo lejos que se encontraban los apóstoles del Maestro. Ambos ciegos al encontrar a Jesús por el camino, son mucho más sensatos que los Apóstoles y le piden lo que necesitan realmente, lo que está al alcance de Jesús: que les devuelva la vista. Santiago y Juan, que caminan con Jesús hacia Jerusalén, buscan puestos de relevancia, no saben lo que realmente necesitan y por consiguiente se equivocan a la hora de pedir.Y Jesús lo que hace entonces es enseñarles, mostrarles que la identidad de ser sus discípulos será el servicio, <<el que quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos>> (Mc 10,42)
La grandeza del cristiano consiste en hacerse siervo, siguiendo el ejemplo de Jesús y éste será el modo de que la comunidad, y las personas de nuestro alrededor, nos crean. Hemos de entregarnos por amor. Este es el servir que Cristo nos muestra. Nada tiene sentido, ni siquiera el sacrificio, sin amor. El Sacrificio de Cristo es fruto del amor de Dios por todos y cada uno de nosotros. Por ello hemos de sentirnos amados por Dios y hemos de obrar siempre por amor a nuestros hermanos.
En definitiva el “Servir” al que Cristo nos urge es vivir en el amor. Servir es estar con los ojos abiertos para ver en qué puedo ayudar, cómo puedo dar alegría a quien tengo cerca. Es atender a los demás con delicadeza y afecto. Cristo nos enseña a servir en el Lavatorio de los pies.
Toda responsabilidad en la Iglesia y en la sociedad ha de ser siempre un servicio. Esto nos honrará y hará un gran bien a nuestro prójimo. Pensemos que Jesús se hizo «obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz», este es el signo supremo del amor de Dios. Jesús nos ha salvado más por amor que por el dolor que sufrió en la pasión y muerte. Algunas veces el Evangelio nos puede parecer duro, y lo es, pero de hecho no nos pide nada que no haya hecho antes Jesús por mí y por los demás.
El Evangelio no es nunca pesimista y negativo, sino que siempre nos ayuda a ser más personas y mejores cristianos. Los seguidores hemos de caracterizarnos por la humildad, no por la soberbia; han de buscar el servicio, no el poder. Aquí está el hermoso mensaje de este domingo, al igual que Cristo, el cristiano está llamado a servir y dar la vida por los demás.
Y en este marco celebramos una Jornada entrañable para toda la Iglesia: El Domund, Domingo mundial de la Propagación de la fe. Recordamos la tarea misionera de la Iglesia, el ejemplo de los misioneros, hombres y mujeres, que han hecho de su vida, siguiendo las huellas de Jesús, un acto de servicio y entrega a los demás por la causa del Evangelio.
El lema de este año es: “Id e invitad a todos al banquete”. Este lema nos lo ofrece el Papa Francisco, inspirándose en la parábola del banquete de bodas de San Mateo 22, 1-14.
Hemos de pedir por los misioneros que esparcidos por el mundo están anunciando justamente lo que hoy hemos escuchado: que Dios ha experimentado nuestro sufrimiento, se ha compadecido y nos abre, a todos, las puertas de la Salvación. Ellos hacen vida este servicio y entrega al que nos llama el Señor de una manera admirable hasta en ocasiones dar la vida por Cristo. Todos estamos llamados a misioneros, testigos del Señor, transmisores de la Fe, allí donde nos encontremos. Hoy oramos por toda la tarea misionera de la Iglesia y colaboramos con nuestra aportación económica para que los misioneros puedan llevar adelante la tarea.
Hermanos y amigos acudamos al Señor Jesús desde nuestra humildad de hombres pecadores, no para que nos dé un título importante y dominador, sino el título de gracia que nos salva y nos ayuda a estar al servicio de los demás con amor y fraternidad y que con la fuerza de su Espíritu seamos “luz del mundo y sal de la tierra”, como nos pide el mismo Señor desde nuestra condición de bautizados, seamos misioneros, y vayamos dejándonos cambiar por Cristo y ello haga posible cambiar el mundo y que muchos de nuestros contemporáneos descubran de nuevo a Cristo, Camino, Verdad y Vida para su vida.
Hermanos y Amigos, sólo si estamos firmes en la fe y confiamos plenamente en Dios podemos estar dispuestos a “servir y dar la vida”, en definitiva a dar la vida en servicio a Dios y a los demás, ser testigos de Aquél que ha dado la vida por nosotros.
Para estar firmes necesitamos de la Eucaristía, Pan de vida eterna, de la Oración, “tratar de amistad con Aquel sabemos nos ama”, en palabras de Santa Teresa de Jesús. Necesitamos de su Misericordia ante nuestra debilidad, experimentando el perdón en el Sacramento de la Penitencia y necesitamos escuchar su Palabra, Palabra viva.
Hermanos y Amigos, que vayamos avanzando en el Camino del Señor, en la experiencia de su entrega por nosotros y en la experiencia de su Resurrección. La intercesión de María, Mujer del servicio, nos ayude.
Adolfo Álvarez. Sacerdote