UNA LLAMADA A LA SINCERIDAD DE CORAZON
De nuevo somos convocados por el Señor para escuchar su Palabra y participar del Banquete de su Amor.
Volvemos de nuevo al Evangelio según San Marcos, cuya lectura habíamos interrumpido para intercalar el discurso sobre el Pan de la Vida narrado en el Evangelio de San Juan. Además hoy comenzamos a leer y meditar la Carta de Santiago, que nos acompañará durante cinco domingos, y que es una exhortación a manera de homilía sobre el estilo de vida que deberíamos llevar los creyentes en Cristo.
El mensaje y la denuncia de las lecturas de este domingo XXII del tiempo ordinario es exigente. Creo que lo podríamos resumir así: “Llevad a la práctica los mandatos del Señor, pero no como los fariseos”.
“Poned en práctica la palabra”. Esta invitación aparece en la segunda lectura del apóstol Santiago. “poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos” Lo interesante de vivir la fe cristiana no es que tenga una bonita formulación de los misterios de Dios, ni que tenga un mensaje esperanzador para el hombre de hoy, sino que vivir esta fe cristiana es fuente de felicidad. Pero hay que vivirla. También en la primera lectura se destaca que los mandatos del Señor son los mandatos más sabios de todos los pueblos y que escucharlos y cumplirlos es causa de vida. Decía: “Escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis”.
Del cumplimiento de los mandatos del Señor, nos viene vida. La ley de Dios no es un conjunto de normas que se nos imponen para coartar nuestra libertad, sino que los Mandatos del Señor hemos de recibirlos como un Don, un Don de un Dios que nos ama inmensamente.
La Ley de Dios, los Mandatos del Señor, se transforman para nosotros, los expresamos, en una forma de vivir. Forma de vivir que se expresa en vivir en amor, un amor que brota de un corazón en el que reina Dios en el centro de él.
Para Jesús lo que cuenta son los comportamientos y las actitudes de las personas, la manera de vivir y de actuar y no el simple cumplimiento de normas.
Y Jesús resume la actitud de los fariseos y en ellos la actitud de todos los que caigan en la tentación de actuar como ellos y nos recuerda un texto de la Profecía de Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”
Jesús nos está llamando a la sinceridad de corazón. A que nuestro vivir no sea en apariencia e hipocresía sino en verdad y sinceridad de corazón.
Hermanos y Amigos hoy somos llamados a vivir los mandamientos del Señor desde la rectitud de la intención, desde el interior, procurando que haya coherencia entre el interior y el exterior. Quien es legalista, busca un cumplimiento externo. Quien es cristiano, no se puede conformar con eso, sino que tiene que procurar que haya interioridad limpia: “Dichosos los limpios de corazón”, que haya sinceridad, nobleza, rectitud de intención.
Hermanos y Amigos, hoy somos invitados a preguntarnos por la autenticidad de nuestras celebraciones litúrgicas, examinarnos sobre la rectitud y sinceridad de nuestras celebraciones, no nos suceda que estemos construyendo sobre arena y lo que debiera ser encuentro con el Señor y con su Palabra, acogida y asimilación del Misterio de Cristo y respuesta generosa para vivir según los sentimientos y actitudes de Cristo, se quede en mero rito, en mero “cumplimiento” sin que dejemos que el Señor por medio de su Espíritu nos vaya transformando nuestra vida, para que ésta sea más autentica.
Hermanos y Amigos, Jesús hoy nos dice en el Evangelio algo también importante: que no dejemos a un lado el mandamiento de Dios para aferrarnos a las tradiciones de los hombres, es decir a nuestras ideas, nuestras opiniones. No podemos vivir la fe desde nuestras opiniones, ni nuestras ideas, porque las ideas acaba llevándoselas el viento y una opinión fácilmente se sustituye por otra. Hemos de pedirle al Señor no caer en esta tentación y para ello es esencial una relación estrecha con Él para que brote la alabanza agradecida y el cumplimiento generoso
Hermanos y Amigos, pidamos en este domingo al Señor, a Jesús nuestro Salvador, que nos ayude a poner en el centro de todo lo que somos a nuestro Dios, que camina junto a nosotros.
Nosotros somos el nuevo Pueblo de Dios que tiene como ley el Precepto del Amor. Por ello estamos llamados a vivir nuestra relación con los demás con sinceridad, sin hipocresía, transparentando el amor de Dios que ha de inundar primero nuestro corazón.
Hermanos y Amigos, que el Señor nos ayude a vivir con interioridad todos los gestos y palabas que hagamos para que su gracia penetre en nuestros corazones y nos transforme, a fin de que nuestra vida sea un testimonio vivo de Dios.
¡Feliz Domingo!