EL SEÑOR NOS SIGUE LLAMANDO A LA MISIÓN
La Iglesia en el Domingo, Pascua semanal, se reúne, nos reunimos, en torno al Altar del Señor para alabar a Dios y celebrar los Misterios de la Salvación, escuchando y contemplando la Palabra de Dios y participando del Cuerpo y la Sangre del Señor, Alimento de Vida Eterna.
En esta escucha y contemplación de la Palabra de Dios seguimos de la mano del Evangelista San Marcos. Con el Evangelio de este domingo comienza una nueva etapa en el seguimiento del Señor: la etapa de la Misión.
La Palabra de Dios en este domingo es una invitación, una nueva llamada, a sentirnos enviados por Dios a llevar el Evangelio a nuestra vida, a nuestro mundo y a las personas que nos rodean. Dios a lo largo de la Historia de la Salvación ha elegido hombres y mujeres, a los que les confió una misión. Y hoy nos sigue llamando a nosotros para la misión.
Así como el profeta Amós, que hoy nos presenta la primera lectura, fue sacado de cuidar su rebaño para ser enviado a profetizar, así cada uno de nosotros hemos sido sacados de una vida destinada a la muerte y llamados a la Vida Eterna y por medio del Bautismo fuimos incorporados a Cristo, Muerto y Resucitado y asociados a su misión. Los cristianos, por el sacramento del Bautismo, participamos de la triple misión de Cristo: sacerdotal, profética y real. Somos sacerdotes, es decir, tenemos que entregar nuestra vida a Dios como hizo Jesús. Somos reyes, es decir, tenemos que servir a los demás como lo hizo Jesús. Y somos profetas, es decir, enviados por Dios a anunciar su mensaje a los hombres.
Hemos de admirarnos de nuestra condición de hijos de Dios, de esa elección que Dios ha hecho de nosotros, sentir en lo más profundo de nuestro ser el inmenso amor de Dios y dejar que este amor nos inunde de nuevo para que nos llene de alegría, de entusiasmo, de agradecimiento a Dios, y así sentir de nuevo la llamada que el Señor nos hace a la misión. “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo…El nos eligió en Cristo…Él nos ha destinado por medio de Jesucristo …a ser sus hijos”(Efesios1, 3 ss)
Hermanos y Amigos, cristiano es una verdadera vocación, no una simple elección nuestra; es una llamada de Dios y una respuesta generosa por nuestra parte al proyecto de Dios sobre nuestra vida. “El cristiano no nace, se hace”.
Vivimos de continuas llamadas de Dios, de un Dios que nos llamó a la existencia, que nos llamó a la vida cristiana y que nos llama hoy, a cada uno, para realizar una misión peculiar dentro de la Iglesia y a favor del anuncio del Evangelio.
Jesús, el Mesías de Dios, el Salvador, desde el comienzo de su vida pública, elige unos colaboradores, llamándoles personalmente para que compartan su vida, para enviarlos a anunciar el Reino, para vencer el mal con el poder su Maestro. Así nos lo muestra el Evangelio de este domingo: “Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos” (Mc 6.7)
Hermanos y Amigos, Dios envió a los profetas, envió a su Hijo, Jesús, envió a sus apóstoles y hoy nos sigue enviando a nosotros para llevar adelante el mensaje del Evangelio, para ser testigos hoy del Resucitado en medio de nuestro mundo.
Nuestra fe, (en los domingos anteriores hemos reflexionado a través de la Palabra de Dios de la fe, que es confianza plena en el Señor) además de personal, ha de ser contagiosa. No podemos recluirla en la caja de cristal que existe en el corazón de cada persona. La fe, como si de una bomba racimo se tratara, ha de explotar y se expandirse teniendo cada uno de nosotros afán evangelizador; los cristianos, cada uno de nosotros, sintiéndose tocados y elegidos por Dios, no podemos replegarnos pues hemos de sabernos llamados a ser profetas o altavoces del Evangelio, a ser testigos de Cristo Resucitado.
Los elegidos, los llamados a la misión, no solamente son o somos los sacerdotes; todos, sacerdotes, consagrados y laicos desde el momento de nuestro Bautismo, insertados en el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia estamos convocados y urgidos a desarrollar –con nuestros carismas, habilidades, dones, talentos e inteligencia- la misión. Todos, cada uno desde su carisma y la vocación particular a la que el Señor llamo para vivir el Bautismo, somos enviados por Cristo a comunicar la Buena Noticia del Amor de Dios a nuestro mundo y en nuestro mundo.
La misión forma parte esencial y fundamental del discípulo del Señor, del creyente. El Papa Francisco en Evangelii gaudium, la alegría del Evangelio, nos recuerda que preciso anunciar el Evangelio como un tesoro, que siempre es una novedad pues, dice el Papa “la propuesta cristiana nunca envejece”.
En el comienzo del tercer milenio, el Papa san Juan Pablo II nos recordaba la urgencia de la Evangelización. Se necesita, por una parte, una renovación de vida para ser auténticos testigos de Cristo (Novo MiIenio Ineunte 30). Se requieren, además, actuaciones de los cristianos capaces de impulsar la acción evangelizadora de la Iglesia (NMI 40). Es clara la necesidad que el mundo tiene de salvación. La sociedad, en buena parte, está dominada por el mal. El secularismo se ha infiltrado incluso en el interior de la sociedad que llamamos cristiana. Aparece en manifestaciones tales como el abandono de la práctica religiosa y la mentalidad consumista, que están arruinando los valores cristianos en muchos bautizados.
El Señor nos envía ahora de nuevo al mundo para que seamos testigos suyos. Y ser sus testigos consiste en vivir la fe con obras y palabras, en amar al prójimo como el mismo Jesucristo nos ama y proclamar con alegría las maravillas que Dios ha hecho en nosotros.
Para llevar adelante la misión Jesús da algunas indicaciones a los Apóstoles, indicaciones que nos da a nosotros hoy para llevar adelante la misión hoy, para hacer frente a este momento crucial:
– Ir de dos en dos. No podemos ir cada uno a nuestro aire, aisladamente. Jesús quiere vayamos unidos, quiere la Comunidad, nos pide saber vivir la fe en Comunidad. La comunidad, la compañía, respalda y motiva la misión, y ayuda a afrontar las dificultades. No predico mi teoría, no llevo un evangelio personal. Hay que anunciar el Evangelio de Jesucristo, y en comunión con la Iglesia.
– Envía dando autoridad a los enviados. Autoridad que no es la de la imposición, autoridad que es la del testimonio creyente, es decir la autoridad de la coherencia entre la fe y la vida.
– Llevar bastón y nada más. Que sólo nos basta con apoyarnos en Dios. Eso es lo importante, lo demás es secundario. Utilizaremos medios para llevar adelante la misión, pero éstos no pueden ser el apoyo, el apoyo ha de ser en Dios. El batón representa la cruz. Primera y más valiosa condición de nuestro ser testigos de Cristo, de llevar adelante la misión es apoyarnos en la cruz .
Hermanos y Amigos, Lo importante es que esta misión, esta tarea de evangelización se tiene que hacer con palabras y con obras. No se trata sólo de hablar de Dios, sino que hay que vivir desde Dios, es nuestra vida la que tiene que pregonar qué es lo que creemos. Hoy se necesitan más testigos que maestros. De aquí que para llevar adelante esta misión hoy hemos de tener una fuerte experiencia de Jesucristo, de vivir en estrecha amistad con el Señor, tener un conocimiento interno del Señor alimentado por la escucha de la Palabra de Dios, por la participación frecuente en los Sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía.
También hoy nos es necesaria la formación cristiana y católica. Para ello una formulación y presentación de nuestra fe, conocimiento del Catecismo de la Iglesia Católica, un paso serio y urgente de fundamentación y defensa de los criterios de nuestra fe cristiana.
Y también nos es necesario salir de las trincheras de nuestra timidez apostólica. Es decir anunciar con fuerza y valentía al Señor. Esta misión requiere de nosotros personas, además de la experiencia de encuentro con el Señor y con formación, como ya referí, capaces de contagiar la ilusión que representa la instauración del Reino de Dios. ¡Es de tal importancia lo que Dios se propone realizar con los hombres! ¡Es tanto lo que Él personalmente se ha implicado! ¡Y tan grande su deseo de que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad! (1Tim 2,4). Aquello “de lo que rebosa el corazón habla la boca” Por eso hemos de preguntarnos cada uno de nosotros ¿Hacemos algo por nuestra fe? ¿La cultivamos en nuestro ámbito familiar, afectivo, social, de trabajo, en definitiva en nuestro entorno, allí donde nos movemos? Y en este anunciar no se trata de convencer con argumento, con tácticas, se trata de testimoniar la experiencia de Jesucristo, vivo en medio de nosotros, se trata de contagiar la alegría de ser creyentes en Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.
Hermanos y Amigos, que en este domingo el Señor, por medio de esta Palabra de Dios que hoy nos comunica y por medio de su Espíritu Santo y Alimentados por la Eucaristía, reavive en todos y cada uno de nosotros la conciencia de ser sus Discípulos, la conciencia de sentirnos nuevamente llamados por Él y enviados a dar testimonio de la fe que profesamos y del Evangelio que hemos recibido, proclamando con fuerza el inmenso amor que Dios nos tiene y que nos llama a la Salvación.
A ello nos estimule y aliente la intercesión maternal de María, a la que en estos días invocamos especialmente en la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Ella nos lleve siempre a Jesús, nos ayude a vivir unidos a Él y nos anime siempre en la misión de ser testigos de Él, sin miedo y con alegría.
¡Feliz Domingo! ¡El Señor sigue contando contigo!
Adolfo Álvarez. Sacerdote