VIVIR LA AMISTAD AUTENTICA CON CRISTO,
RECONOCER NUESTRO PECADO Y VIVIR EN LA VOLUNTAD DE DIOS
Después de haber celebrado las Fiestas Pascuales y las Solemnidades posteriores de la Santísima Trinidad. Del Cuerpo y la Sangre del Señor (el Corpus) y del Sagrado Corazón de Jesús volvemos a los Domingos del Tiempo Ordinario y de la mano del Evangelista San Marcos, y algunos domingos del Evangelista San Juan, iremos profundizando en el amor y el conocimiento de Cristo y con San Ignacio de Loyola podemos pedir conocer más internamente al Señor para más amarle y mejor seguirle.
Estamos en el Domingo X del Tiempo Ordinario y la Palabra de Dios de este domingo nos habla de la existencia del pecado desde el origen de la humanidad y la urgencia que tenemos de luchar contra el mal, con la confianza de que Cristo es más fuerte que el mal y ya lo ha vencido.
El mal y el pecado existen en nuestra vida y en nuestra sociedad, hemos de tomar conciencia de ello (ya Pio XII decía que el mayor pecado hoy era el haber perdido la conciencia de pecado) La tentación y el pecado es una experiencia que todos tenemos: niños, jóvenes y mayores cuando Dios está presente en nuestra vida. El mal existe en nuestra vida y todos caemos en él. A veces, le echamos la culpa a los demás o al ambiente, sin embargo somos nosotros los que hacemos una opción libre por el mal. Somos débiles, y ante el programa que Jesús nos ofrece, preferimos otros programas que las “serpientes” en turno nos van ofreciendo con sutiles argumentos, pues Satanás hace de las suyas. Hemos de discernir siempre, con la ayuda del Espíritu, entre el bien y el mal, dejando que el Señor ocupe el centro de nuestro corazón.
Ante el mal no podemos quedarnos indiferentes o desanimados y no caer en la trampa de pensar que no tengo pecado. Somos invitados a luchar contra el mal, contra el pecado, a trabajar para que el mal no triunfe en este mundo ni en nosotros.
Pero detrás de esta consideración que nos hace el Libro del Génesis hay una invitación a la esperanza, una invitación que debe renovar nuestro espíritu, pues “quien resucitó a Jesús de entre los muertos, también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante Él”, así nos lo recuerda en este domingo el Apóstol San Pablo.
El Evangelio de San Marcos nos describe hoy el ambiente contradictorio que suscita la figura de Jesús. Muchos le siguen mientras que otros murmuran de Él e incluso su familia duda de lo que dice y de su comportamiento. Le acusan de actuar bajo el dominio de Satanás. El Señor va a mostrar, nos muestra a nosotros lo absurdo de aquellas acusaciones, de aquella calumnia, podríamos decir, y nos dice unas palabras muy duras: “todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre”. Este “pecado contra el Espíritu” es no querer ver la luz y la llamada de Cristo, es ignorar a Dios. Este pecado consiste en <<el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo, que actúa en virtud del sacrificio de la Cruz>>.
Hermanos y Amigos, Dios como Padre no cesa de ofrecernos la Salvación, de ofrecernos su Amistad, y el Espíritu Santo viene siempre en ayuda de nuestra debilidad, y nos limpia la mirada sobre nuestros pecados, para llevarnos a la experiencia del Perdón y que experimentemos los frutos de la Redención. De aquí la necesidad que cada uno de nosotros tenemos de reconocer nuestras miserias para experimentar la gracia del perdón y de la conversión que el Señor siempre nos regala.
El Evangelio termina con la entrada en la escena de la familia de Jesús, que ya al comienzo se cuestionaba sobre el comportamiento de Jesús. También puede ocurrir hoy que los primeros que nos cuestionen o pongan dificultades al seguimiento de Jesús sean de nuestra familia, pero tenemos que apoyarnos en el Señor para no decaer en ese seguimiento y para vencer esas dificultades. Jesús hoy nos descubre una nueva visión de la familia. Siendo importantes los lazos de la sangre, quiere descubrirnos que son muy importantes los lazos de la fe y del vivir en la voluntad de Dios. A partir de ahora la autentica familia la forman los que obedecen a Dios como Padre y cumplen su voluntad. Y aquí entramos cada uno de nosotros: formamos parte de la familia de Jesús si vivimos queriendo hacer, y haciendo con la ayuda del Espíritu Santo, la voluntad de Dios.
Para estrechar estos lazos familiares con Jesús necesitamos escuchar su Palabra, crecer en amistad con Él por medio de la Oración, participar de la Eucaristía, Alimento de Vida Eterna.
Hermanos y Amigos, dejémonos interpelar por Dios, “¿Dónde estás?” (que le preguntaba Dios a Adán, en la primera lectura), y ello para revisarnos cómo vivimos nuestra amistad con Cristo, amistad que para que sea cada día más fuerte pide de nosotros ser conscientes de nuestro pecado y que nuestro deseo permanente sea vivir en la voluntad de Dios .Que la Celebración del Domingo, el participar de la Eucaristía, nos ayude a ello.
Adolfo Álvarez. Sacerdote